Análisis:FÚTBOL | Última jornada de Liga

Galácticos con mono de trabajo

"Es la competición que mejor define el espíritu del club", dijo en cierta ocasión Valdano. Y es verdad. El madridista ama la Copa de Europa, pero sufre con la sensación, repetida en los últimos años con alguna frecuencia, de que el equipo se limita a unos cuantos esfuerzos aislados para conquistar ese supertrofeo, y que olvida la Liga. El club ha construido su leyenda sobre un estilo artístico conjugado con un espíritu guerrero, resistente a la derrota, capaz de luchar hasta el último minuto del último partido. En cierto modo, y dadas las circunstancias actuales, para este Madrid ha sido mejor...

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"Es la competición que mejor define el espíritu del club", dijo en cierta ocasión Valdano. Y es verdad. El madridista ama la Copa de Europa, pero sufre con la sensación, repetida en los últimos años con alguna frecuencia, de que el equipo se limita a unos cuantos esfuerzos aislados para conquistar ese supertrofeo, y que olvida la Liga. El club ha construido su leyenda sobre un estilo artístico conjugado con un espíritu guerrero, resistente a la derrota, capaz de luchar hasta el último minuto del último partido. En cierto modo, y dadas las circunstancias actuales, para este Madrid ha sido mejor ganar la Liga que la Champions. Mejor hubieran sido las dos juntas, desde luego, pero puestos a renunciar a una y a quedarse con la otra, la Liga viene a alejar de este Madrid esa imagen que muchos tienen la tentación de construirle, de agregado de vedettes comodonas, aptas para el lucimiento bajo las grandes luminarias, incapaces de un esfuerzo seco y continuo por todos los campos de España. Porque este Madrid es, desde luego, especial por la categoría de los jugadores que lo componen. Desde que llegó, Florentino Pérez ha fichado cada año un jugador superior, un Balón de Oro, un número uno del mundo. Y sigue. La teoría de que lo que busca con esos fichajes no es más que un enorme mercado mundial de venta de camisetas es ingenua o perversamente equivocada. Lo que Florentino busca con tanto galáctico es un gran equipo, capaz de crear un gran espectáculo y de ganar el mayor número de títulos posible. Este título de Liga viene a corroborar esto. Un título de Champions, tal como están las cosas, lo hubieran visto muchos como otra artimaña publicitaria, más que como un logro deportivo. En todo caso, la singularidad de este equipo de galácticos está ahí, y no es ajena a ello el temple de su entrenador. Cada galáctico ha llegado huyendo de algún entrenador duro, exigente en lo físico, agobiante en lo táctico, amante de su poder y deseoso de ejercerlo. Y aquí se han encontrado a Del Bosque, el primer entrenador que de verdad ha aplicado la idea de que el fútbol es de los futbolistas, de que cuantos más futbolistas grandes haya, mejor, y de que no hay dibujo táctico más eficaz que el que surge de la libre combinación de los talentos, que se van repartiendo los espacios según las necesidades del partido. Sin seguir más que unas pequeñas pautas de equilibrio. Y Ronaldo. El gran fichaje. La recuperación de un genio de galopada brusca y remate implacable. La pegada que le faltaba al Madrid.

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