Reportaje:

La vida en el escenario

Una ONG rescata de la prostitución a niños filipinos

La historia comienza en una remota y pobre aldea filipina. Un día, una de sus familias recibe la visita de un hombre occidental, rico y arrogante. El hombre ofrece a la familia llevarse a una de sus hijas a trabajar a su país, donde, según promete, le dará un buen trabajo con el que podrá ganarse tan bien la vida que hasta le sobrará para mandar dinero a la aldea. Los padres recelan, pero aceptan. Son pobres y quieren la mejor de las oportunidades para sus hijos. Ni se les pasa por la cabeza que el hombre occidental, rico y arrogante trabaja para una red de prostitución infantil y que en pocos...

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La historia comienza en una remota y pobre aldea filipina. Un día, una de sus familias recibe la visita de un hombre occidental, rico y arrogante. El hombre ofrece a la familia llevarse a una de sus hijas a trabajar a su país, donde, según promete, le dará un buen trabajo con el que podrá ganarse tan bien la vida que hasta le sobrará para mandar dinero a la aldea. Los padres recelan, pero aceptan. Son pobres y quieren la mejor de las oportunidades para sus hijos. Ni se les pasa por la cabeza que el hombre occidental, rico y arrogante trabaja para una red de prostitución infantil y que en pocos días su hija menor deberá enfrentarse al infierno.

Así arranca Una vez tuvimos un sueño, la obra que representa un grupo de teatro integrado por jóvenes filipinos que han sido víctimas de redes de prostitución. El grupo viaja estos días por diversas ciudades catalanas invitado por varias ONG. El teatro forma parte de la terapia de recuperación de estos jóvenes que en Filipinas han sido acogidos por la Fundación Preda, una institución fundada en 1974 por el sacerdote irlandés Shay Cullen, luchador incansable contra la prostitución infantil.

"La obra explica la vida de los niños que tienen sueños que son truncados por monstruos". Jeffrey, de 21 años, es uno de los integrantes del grupo teatral y, como el resto de sus compañeros, habla en tercera persona cuando narra una historia que conoce muy de cerca. "Siempre es lo mismo: los niños son pobres y los hombres que abusan son ricos", dice con semblante serio.

"Todavía no están preparados para hablar de su pasado", aclara el director del grupo, René Onrubia, quien se refiere a los chavales como "supervivientes". Antes de representar la obra, en la Fundación Preda los jóvenes han recibido la llamada "terapia del grito". Consiste en encerrarles en una habitación acolchada en la que sacan todo el dolor y la humillación de la que han sido víctimas a base de llanto, gritos y golpes. "Hasta que aflora su pasado y poco a poco van saliendo del agujero", explica Jeffrey. "Después, cada función les da fuerza y con ella hacen justicia". En Filipinas, tras algunas funciones han aflorado casos de abusos entre el chavales del público.

En el escenario, la historia acaba bien. El novio de la protagonista duda de la autenticidad de las cartas que le manda diciendo que está bien y logra viajar al país rico para buscarla. Allí contacta con ONG y con la policía, que consiguen rescatarla. Como dice May, otra de las jóvenes actrices, "es muy duro, pero es el espejo de la realidad y sirve para encender una luz".

Los jóvenes integrantes del grupo de teatro de la Fundación Preda, ayer en Barcelona.JORDI ROVIRALTA

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