Rock de guitarras

En una interesante iniciativa de festival urbano, dos grandes bandas se daban cita en Madrid para repasar, cada una en su set, la formulación básica del pop rock de guitarras eléctricas, con querencia a la melodía y explotación de las armonías vocales.

Los primeros fueron los madrileños Jet Lag, banda que está de enhorabuena por la exitosa edición de su último disco, Beautiful scars, en Estados Unidos, meta particular para un grupo de sus características. El quinteto liderado por Juan Santaner y Pablo G. Soriano realizó una intensa actuación, demostrando que el rodaje desd...

En una interesante iniciativa de festival urbano, dos grandes bandas se daban cita en Madrid para repasar, cada una en su set, la formulación básica del pop rock de guitarras eléctricas, con querencia a la melodía y explotación de las armonías vocales.

Los primeros fueron los madrileños Jet Lag, banda que está de enhorabuena por la exitosa edición de su último disco, Beautiful scars, en Estados Unidos, meta particular para un grupo de sus características. El quinteto liderado por Juan Santaner y Pablo G. Soriano realizó una intensa actuación, demostrando que el rodaje desde la presentación de su último álbum les ha dado un empaque y una seguridad encomiables. Manteniendo la intensidad que les define como banda, el grupo ha mejorado considerablemente en el tratamiento de las voces y los coros, haciendo que temas como Baby, Don't break o Shine on suenen aún más convincentes de lo que tienen acostumbrados a sus, cada vez más, seguidores.

Como segundo plato, que no el último de la noche, Teenage Fanclub regaló una vibrante actuación que contó con la ventaja de servir a la numerosa parroquia que se acercó a verles un repertorio a base de grandes éxitos de la larga carrera del grupo, que se extiende desde finales de los años ochenta hasta ahora.

Apoyándose en la tremenda versatilidad musical de sus cinco componentes y en su talento como solistas, en especial el guitarrista cantante Raymond McGinley, Teenage Fanclub ofreció una batería de casi veinte canciones llenas de sensibilidad rockera, culto a las guitarras con su poquito de distorsión indie y, sobre todo, de seguimiento de la pista musical que más define al grupo: la de The Byrds y su posterior desarrollo como Crosby, Stills, Nash & Young.

Pequeñas joyas como Don't look back, I need direction y, sobre todo, Your love is the place where I come from forman parte ya del cancionero de la generación que dio sus primeros pasos en el rock a principios de los noventa, como pudo comprobarse por la caliente reacción del público.

Después, la atmósfera festiva quedó caldeada para las actuaciones de James Taylor Quartet y los españoles Telephunken, entre otros.