La Escuela Reina Sofía destaca la fuerza de talentos de América Latina

En la fiesta del final de curso de la Escuela Reina Sofía hubo reconocimientos, alegrías y buena música. Fue, como siempre, en el patio del palacio del Pardo, donde la Reina escuchó el concierto de unos alumnos que mostraron sus claras habilidades y entregó la placa del centro de enseñanza a tres personalidades destacadas de la interpretación y el magisterio: Natalia Shakhovskaya, violonchelista, alumna de Rostropóvich y hoy profesora titular de dicho instrumento en la escuela que dirige Paloma O'Shea; Rainer Schmidt, encargado de la cátedra de música de cámara, y Antoni Ros-Marbà, director de...

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En la fiesta del final de curso de la Escuela Reina Sofía hubo reconocimientos, alegrías y buena música. Fue, como siempre, en el patio del palacio del Pardo, donde la Reina escuchó el concierto de unos alumnos que mostraron sus claras habilidades y entregó la placa del centro de enseñanza a tres personalidades destacadas de la interpretación y el magisterio: Natalia Shakhovskaya, violonchelista, alumna de Rostropóvich y hoy profesora titular de dicho instrumento en la escuela que dirige Paloma O'Shea; Rainer Schmidt, encargado de la cátedra de música de cámara, y Antoni Ros-Marbà, director de orquesta y también profesor de la escuela.

Los alumnos interpretaron, junto a los tres maestros citados, las Variaciones sobre un tema rococó, de Chaikovski, y las Tres postals illuminades, de Xavier Montsalvatge. Antes de comenzar el concierto, los tres intérpretes y maestros pronunciaron algunas palabras y analizaron la calidad de los alumnos. Tanto ellos como Paloma O'Shea destacaron este año la fuerza de talentos que proviene de América Latina. "Hoy podemos decir que el próximo curso la presencia de Iberoamérica en la escuela llegará al 15% de los estudiantes", adelantó la directora. Rainer Schmidt dijo que los alumnos venidos de América destacan porque "tienen un gran corazón".

Los tres intérpretes ven el futuro de la música clásica con mucho optimismo. "Nadie pensaba hace 30 años que conseguiríamos los niveles y el número de conciertos que se hacen hoy", aseguró

Shakhovskaya. Pero que nadie se engañe. Todo se puede ir al traste debido al efecto fast food. Es algo sobre lo que alerta Ros-Marbà. "Estamos demasiado imbuidos en la rapidez y en el star system. La fuerte competitividad y las prisas hacen que corramos el peligro de que no logremos ver el verdadero sentido de hacer música", aseguró el maestro. Sin embargo, confió en que en este principio de siglo surgirá la renovación: "Creo que vendrá un ars nova que pondrá en pie la música por ella misma y no como espectáculo de virtuosos".

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