Columna

Nueva era

Hasta Oriente Medio, donde trato de orientarme medianamente, me llega la noticia de la celebración de las elecciones presidenciales del FC Barcelona. Tal vez los no catalanes ni barcelonistas estén incapacitados para detectar lo que ya significó la dimisión de Núñez, ahora la caída de los restos del nuñismo y en los próximos meses la desaparición de Pujol como presidente de la Generalitat. Una de las novelas más afortunadas de Francisco Candel se titulaba: Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Vivísimos, y coleantes por muchos años, Núñez y Pujol al pasar a la reserva más o menos...

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Hasta Oriente Medio, donde trato de orientarme medianamente, me llega la noticia de la celebración de las elecciones presidenciales del FC Barcelona. Tal vez los no catalanes ni barcelonistas estén incapacitados para detectar lo que ya significó la dimisión de Núñez, ahora la caída de los restos del nuñismo y en los próximos meses la desaparición de Pujol como presidente de la Generalitat. Una de las novelas más afortunadas de Francisco Candel se titulaba: Han matado a un hombre, han roto un paisaje. Vivísimos, y coleantes por muchos años, Núñez y Pujol al pasar a la reserva más o menos activa, han roto un paisaje de más de 25 años de unidimensionalidad.

¿Cómo será posible amanecer cohabitando con tamaños vacíos? Vivo sin vivir en mí, aunque me concentro en los espectáculos por lo que paso, como si todo Oriente Medio fuera un escenario fijo de Palladio a la espera de las peores tragedias. A veces coincide la geografía del terremoto con la de la inestabilidad política y desde el centro de Palestina o desde las ruinas de Palmira, las elecciones del Barça saben a cambio de espectáculo en Las Vegas o a poniente en Cap Sunion contemplado por cien millones de japoneses o a campaña relanzadota del chupa-chup.

Pero sé que volveré, como volverán atener razón los lunes, como avanzadilla de días laborables y no todos los lunes son iguales a sí mismos. Depende de lo que haya hecho nuestro equipo de fútbol el domingo o el sábado, para arrastrar la condición de feligreses maltrechos o sobrevolar la semana por un cielo pintado de azul, de azul y grana, en mi caso. He escuchado en El Cairo retransmisiones de partidos de fútbol en arqueológicos autocares que circulaban por la Ciudad de los Muertos o he visto a docenas de judios pendientes de los transistores pregonantes de sus hazañas futbolísticas, a pocos pasos de cualquier potencial terrorista kamikaze palestino o de los tanques israelíes, metáforas de ángeles exterminadores. Pero es que el nuevo presidente del Barcelona inicia un cambio de era, algo así como cuando los Borbones sustituyeron a los Austria, Indurain a Perico Delgado, Hegel a Kant o Bibi Andersen a Marisol como novia de España y como sex symbol de una Transición equívoca.

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