Columna

Autocrítica

Es de agradecer que Joan Ignasi Pla haya entonado tras las elecciones una autocrítica razonable. Su discurso del sábado ante el Comité Nacional del PSPV nada tiene que ver con el autismo indecente desde el que los dirigentes de Alicante, Ángel Franco y Blas Bernal, y de Valencia, Rafael Rubio, han intentado eludir la evidencia de un fracaso cantado. "Las expectativas del conjunto de la organización eran superiores", reconoció Pla para rechazar desde el principio el narcótico del autoengaño. Las capas medias urbanas no han respondido a la propuesta de los socialistas, lo que obliga a repensar s...

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Es de agradecer que Joan Ignasi Pla haya entonado tras las elecciones una autocrítica razonable. Su discurso del sábado ante el Comité Nacional del PSPV nada tiene que ver con el autismo indecente desde el que los dirigentes de Alicante, Ángel Franco y Blas Bernal, y de Valencia, Rafael Rubio, han intentado eludir la evidencia de un fracaso cantado. "Las expectativas del conjunto de la organización eran superiores", reconoció Pla para rechazar desde el principio el narcótico del autoengaño. Las capas medias urbanas no han respondido a la propuesta de los socialistas, lo que obliga a repensar sus inquietudes y necesidades y a replantear la "estructura organizativa y funcional" del partido, "en especial en las grandes ciudades". Hay que "trabajar más y mejor en clave sectorial o social y menos en clave orgánica", añadió, antes de confesar: "Anunciamos que el partido estaba cohesionado y que había modernizado sus estructuras, cuando en realidad todavía estábamos a medio camino". Se podría decir con más acidez y mucho mal humor, pero esas son las lecciones del 25 de mayo. En un mundo donde, como ha señalado Kapuscinski, desde los ricos hasta los pobres suelen colocarse por encima de las ideologías y donde, cada vez más a menudo, la gente escoge soluciones pragmáticas y se plantea qué tiene posibilidades de éxito y qué no, resulta altamente ineficiente un modelo de partido del siglo pasado, con una campaña convencional y unas candidaturas escasamente estimulantes. De ahí que, aun siendo de agradecer la autocrítica, no sea suficiente. En el País Valenciano, el problema urgente de los socialistas, y por extensión el de la izquierda, ya no es de palabras, sino de hechos. Una más incisiva oposición tras "la recobrada unidad entre la dirección política del partido y la del grupo parlamentario" que fuerce la transparencia de un PP cuyo poder se hace cada día más opaco, será imprescindible. Pero hará falta mucho más. Hará falta una apertura de verdad a sectores sociales, profesionales y culturales que se plasme en fichajes para unas elecciones generales donde el PSPV ha de ser capaz de demostrar algo de la imaginación y la flexibilidad, cuando no de la audacia abrumadora, que ha exhibido el Partido Popular.

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