Columna

Manuscrito en una urna

Durante toda la semana, el cronista ha escuchado revolver sufragios y urnas, en busca del escaño perdido. La urna ya no es la metonimia de la sociedad, sino la sociedad misma; como el sufragio tampoco es la metonimia del ciudadano, sino el ciudadano mismo. Ahora, los políticos ya no hacen demagogia, ya no dicen: "Que hable el pueblo"; ahora, los políticos hacen fabulación y dicen: "Que hablen las urnas". Y es que los políticos de hoy en día, aunque lo disimulen, son más líricos, más sensibles y hasta más esotéricos que los de antaño. De manera que, en sus infinitos poder y sabiduría, han conce...

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Durante toda la semana, el cronista ha escuchado revolver sufragios y urnas, en busca del escaño perdido. La urna ya no es la metonimia de la sociedad, sino la sociedad misma; como el sufragio tampoco es la metonimia del ciudadano, sino el ciudadano mismo. Ahora, los políticos ya no hacen demagogia, ya no dicen: "Que hable el pueblo"; ahora, los políticos hacen fabulación y dicen: "Que hablen las urnas". Y es que los políticos de hoy en día, aunque lo disimulen, son más líricos, más sensibles y hasta más esotéricos que los de antaño. De manera que, en sus infinitos poder y sabiduría, han concedido a las urnas el verbo, y no sólo habitan entre nosotros, sino que hasta nos desplazan, nos relevan y nos ventilan la cesantía, si nos da por hacerles ascos. Los votantes de ayer son las papeletas de mañana. Ya se lo pronosticó un ministro. que había desempeñado la jefatura de un negociado, a su dócil archivero: "Papel eres y en papel te convertirás". Así es que, tal y como van las cosas, no sólo desaparecerán los colegios públicos, sino también los electorales, con los que coinciden en muchas ocasiones: dos piezas de un solo escopetazo. Sólo los políticos en trance entienden el lenguaje de las urnas, como otros el lenguaje de las flores y el de los abanicos.

Quizá así se evitará que el cronista y más vecinos de oído agudo se pasen la semana escuchando el angustioso clamor de las urnas recontadas y revueltas, en busca del escaño perdido; escaño que pueden dar, a veces, la gloria, que se lo pregunten si no a la popular Esperanza Aguirre; o, a veces y por lo menos, la recompensa a un kilometraje sudado, en una campaña de pedernal, como muy bien sabe Joan Ribó que, hasta ayer mismo, se puso infinitesimal, hasta el desencanto. Claro que esos exhaustivos escrutinios de urgencia, mesa a mesa, papeleta a papeleta timbrada, voto a voto de emigrante, deparan sorpresas y sobresaltos: en el fondo de una de esas urnas que tradicionalmente escoran a una banda, la Junta Electoral descubrió un manuscrito de texto breve y concluyente. La Junta Electoral se apresuró a anularlo y archivarlo, aunque no pudo impedir su filtración.

Después de la batalla, llegan las decepciones, los llantos y los análisis. El PP, no. El PP está de festival en festival, lo que resulta muy razonable, aunque sin bajar la guardia. Algo ha perdido, pero aún le queda mucha sustancia para soportar nuevas acometidas. Ha sido la suya, una campaña arrolladora y aterradoramente eficaz, y no ha reparado en medios ni en métodos. Mientras, el PSPV y EU han hecho sus cálculos de oídas y se han deslizado sobre una memoria que se les desvanecía bajo una estrategia poco elaborada, frágil y aleatoria: a estas alturas, es improcedente y arriesgado fiarse al azar. Algo han ganado o algo han conservado, ciertamente, pero sus expectativas se les han quedado más bien módicas y con mucho de chasco y mosqueo. Ayer, Joan Ignasi Pla, en el Comité Nacional del PSPV, puso firmes a los socialistas. Ya era hora. Autocrítica, crisis a la mar, jubilaciones anticipadas y andar al raso. Y esos propósitos, le recuerdan al cronista que le soplaron confidencialmente el lacónico manuscrito encontrado en una urna: "No me busques aquí, si antes no has sabido buscarme en la calle".

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