PANTALLA INTERNACIONAL

El gran abuelo Bob Hope cumple su primer siglo

El popular actor cómico y 'showman', nacido en Londres en 1903, es hoy un mito casero y una reliquia viviente en Estados Unidos

Dicen que no hay en Estados Unidos Unidos una persona más condecorada que Bob Hope. Lleva el gran abuelo del cine, que ayer cumplió nada menos que un siglo de vida, más de medio recibiendo una riada de medallas y homenajes y, por lo que dejó ver su gloriosa fiesta de cumpleaños de ayer en Los Ángeles, en ello sigue.

Es Bob Hope un tipo abierto, divertido, simpático, entrañable, amistoso, que se ha convertido en una especie de reliquia viviente para infinidad de estadounidenses entrados en años, que ven en él un signo de supervivencia de algo íntimo que es al mismo tiempo historia de su ...

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Dicen que no hay en Estados Unidos Unidos una persona más condecorada que Bob Hope. Lleva el gran abuelo del cine, que ayer cumplió nada menos que un siglo de vida, más de medio recibiendo una riada de medallas y homenajes y, por lo que dejó ver su gloriosa fiesta de cumpleaños de ayer en Los Ángeles, en ello sigue.

Es Bob Hope un tipo abierto, divertido, simpático, entrañable, amistoso, que se ha convertido en una especie de reliquia viviente para infinidad de estadounidenses entrados en años, que ven en él un signo de supervivencia de algo íntimo que es al mismo tiempo historia de su país, o que la roza, porque desde la II Guerra Mundial y luego en las retaguardias de todas las batallas de los ejércitos de EE UU, desde las de Corea a las de Vietnam, Bob Hope montó su tablado de heredero de las tradiciones del humor dicho, cantado y danzado del teatro de vodevil y del burlesque del Broadway neoyorquino, donde comenzó su carrera en 1927. Y así se hizo Hope acreedor de una enorme veneración institucional que, además de los templos políticos, abarca los templos de su propio gremio, aunque es probable que, mirando en ellos hacia atrás, tenga una espina todavía atravesada en la memoria, ya que siendo el actor que más oscars ha entregado -suyo es el récord de presentaciones de la ceremonia de entrega de los premios de la Academia- nunca pudo, aunque bromeó una vez con ello y simuló hacerlo, darse uno a sí mismo.

Es Bob Hope un cómico muy eficaz, pero de recursos limitados, pues cuenta con una gama corta de recursos de gesto y de mímica. Pero es un hombre de tablas curtido, astuto y que domina a la perfección los recovecos de su oficio, por lo que siempre se las arregló para engancharlos con endiablada soltura y habilidad a sus sketchs y números, que -como corresponde a un actor que encontró su momento de cumbre profesional en la radio de los años dorados de este medio, los últimos treinta y los cuarenta- son sobre todo verbales, encadenamientos de ocurrencias y chistes con los que ironiza sin acritud, con bonachonería, sobre personajes, mitos caseros y sucesos de la vida diaria de su tiempo y su país. No hubo nunca acidez, sino abundante azúcar, en sus incontables gags y chistes sobre su país. Y cuentan que, como el italiano Frank Capra, Hope multiplicó su veneración patriótica a EE UU al sentirse allí en su infancia forastero, extranjero, hijo de otra tierra, pero acogido en ella como hijo propio. Nació Hope en un arrabal de Londres, en 1903, en una familia obrera que emigró a América cuando él era un niño.

Entre sus más de 100 películas es probable que no haya ninguna que no esté erosionada por el paso del tiempo, pero aún mantienen frescura y gracia algunos de sus gags, sobre todo verbales, como sus célebres réplicas a Bing Crosby en la serie de Caminos, iniciada en Camino de Río, que le convirtió en uno de los actores más taquilleros de los años cuarenta, amasando entonces una enorme popularidad que aún conserva intacta.

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