OPINIÓN DEL LECTOR

Costa del Sol

Érase que se era un lugar bajo el sol en el que casi cualquier fechoría era posible: desde malversar fondos públicos con total impunidad, construir bloques de cemento pasándose por el forro normativas y PGOU varios, hasta incluso usar en beneficio propio y sin ningún tipo de reparo los medios de comunicación públicos de la localidad por parte del político de turno.

Pues bien, ¿de qué lugar creen que estoy hablando? ¿De Suiza, Mónaco o tal vez alguna república bananera del Caribe? Pues no, se trata de nuestra Costa del Sol. Sí, esa misma tierra de oportunidades que en los cincuenta y ses...

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Érase que se era un lugar bajo el sol en el que casi cualquier fechoría era posible: desde malversar fondos públicos con total impunidad, construir bloques de cemento pasándose por el forro normativas y PGOU varios, hasta incluso usar en beneficio propio y sin ningún tipo de reparo los medios de comunicación públicos de la localidad por parte del político de turno.

Pues bien, ¿de qué lugar creen que estoy hablando? ¿De Suiza, Mónaco o tal vez alguna república bananera del Caribe? Pues no, se trata de nuestra Costa del Sol. Sí, esa misma tierra de oportunidades que en los cincuenta y sesenta atraían las divisas extranjeras al reclamo del sol y playa ahora vuelve a ver como desde sus ayuntamientos el objetivo principal es cómo se le puede sacar provecho personal a tener la vara de alcalde o ser concejal. Y es que en algunas localidades no es que se note mucha diferencia entre la pasada dictadura franquista y la actual democracia porque siguen existiendo en los discursos y en las maneras intolerancia, prepotencia, abuso y represión. En definitiva, que en lugar de gobernar lo que se hace es mandar.

No obstante, frente a todo eso existen otras formas de hacer política, es decir, de intentar mejorar la vida de todas y todos en nuestras ciudades y pueblos. Y eso sólo se puede conseguir desde las personas y no contra las personas, escuchando sus necesidades y sus intereses, y entendiendo la política como un simple instrumento y nunca como un fin en si mismo. Así, los malagueños acabaríamos sintiéndonos orgullosos de nuestra tierra, de nosotros mismos y también de nuestros gobernantes.

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