Tribuna:

Las elecciones locales como sondeo

Existe la impresión, más que generalizada prácticamente unánime, de que los socialistas ganarán merecidamente las elecciones al Ayuntamiento de Barcelona y de que, por tanto, Joan Clos seguirá siendo alcalde con el apoyo de ICV y ERC. Creo que lo tienen asumido no sólo la inmensa mayoría de los ciudadanos sino también los mismos candidatos de la oposición. El entusiasmo que ponen en la campaña electoral Xavier Trias y Alberto Fernández es comprensible en dos personas con bien ganada fama de excelentes políticos pero no crea en ningún momento el convencimiento de que tengan posibilidad alguna d...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Existe la impresión, más que generalizada prácticamente unánime, de que los socialistas ganarán merecidamente las elecciones al Ayuntamiento de Barcelona y de que, por tanto, Joan Clos seguirá siendo alcalde con el apoyo de ICV y ERC. Creo que lo tienen asumido no sólo la inmensa mayoría de los ciudadanos sino también los mismos candidatos de la oposición. El entusiasmo que ponen en la campaña electoral Xavier Trias y Alberto Fernández es comprensible en dos personas con bien ganada fama de excelentes políticos pero no crea en ningún momento el convencimiento de que tengan posibilidad alguna de sustituir al actual equipo gobernante ni siquiera de entrar a formar parte de una nueva coalición de gobierno. Por tanto, todo indica que el gobierno del municipio seguirá en las mismas manos.

Ello es perfectamente comprensible por la actuación de los socialistas y sus aliados en el Ayuntamiento de Barcelona desde las primeras elecciones municipales democráticas de 1979. Serra, Maragall y ahora Clos han sido tres excelentes alcaldes especialmente por dos razones: en primer lugar, han definido un proyecto de Barcelona, una idea de lo que debe ser la ciudad y, en segundo lugar, han sabido llevar a cabo este proyecto. Es decir, primero han configurado un plan y después lo han sabido ejecutar.

Ante ello, cabe preguntarse sobre cuáles son las razones por las cuales está tan asegurada la continuidad socialista en el Ayuntamiento de Barcelona y cuáles son las razones de las dificultades de CiU para continuar al frente de la Generalitat. Una respuesta rápida y algo esquemática -siguiendo el razonamiento anterior- sería que los sucesivos gobiernos de Pujol no han tenido un plan y, por tanto, su gestión ha ido dando bandazos sin norte alguno. Ante ello cabría una respuesta razonable: mantenerse durante 23 años al frente de la Generalitat supone una aceptación más que notable de la obra de gobierno realizada.

Ciertamente ello es así. No obstante, no cabe duda alguna de que, por lo menos a partir de 1992, la realidad de una nueva Barcelona, resultado en muy buena parte de la actuación del Ayuntamiento, se ha impuesto de una forma apabullante entre los barceloneses. En cambio, los déficit en la Cataluña de hoy, en aquello que es competencia de la Generalitat, son perfectamente perceptibles y de ahí su difícil posición política actual.

En efecto, el pujolismo no ha sido un modelo de actuación política sino un modelo de cómo es y cómo debe ser no la actual Cataluña sino la "nación catalana", que es otra cosa. Hacer política, en sentido actual, es antes que nada servir a los ciudadanos. Las preocupaciones de Pujol han ido, sin embargo, por otros derroteros: para él la política es, principalmente, reforzar la identidad catalana y, sólo secundariamente, actuaciones concretas al servicio a los ciudadanos. Con palabras más o menos aproximadas Pujol repite constantemente la misma idea: lo importante es "ser" no "existir". La línea de actuación política de los socialistas en el Ayuntamiento de Barcelona ha sido la contraria: lo importante es "existir", no "ser".

Ello supone que los socialistas han dado preferencia en los municipios a la obra hecha, es decir, al existir: urbanismo, transportes, servicios sociales. Los convergentes, por el contrario, han estado obsesionados por lo que ellos llaman "catalanidad", es decir, por el ser: lengua, historia, diferenciación con el resto de España, posición independiente de Cataluña ante el mundo. Sin duda, ello es atractivo para un sector de su electorado potencial, el de ideología claramente nacionalista. Sin embargo, hace ya unos años que ha empezado a cansar a otro sector, aquel que ha votado a Pujol por su carácter moderado pero no le convence la escasa obra realizada por CiU en Cataluña: la falta de infraestructuras, los deficientes servicios sociales, la ineficacia de la Administración.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los resultados de estas elecciones locales serán indicativas de lo que pueden ser las próximas autonómicas. Así fue en las anteriores de 1999: el mal resultado de CiU en las locales, sobre todo en Barcelona y su área metropolitana, fue un antecedente de lo que sucedió en las autononómicas, en las que el triunfo final de Pujol fue por un ajustado margen de escaños que ha implicado su renuncia a presentarse de nuevo y cuatro años de calvario parlamentario y de deterioro de imagen ante sus seguidores por su dependencia del PP.

Es por ello por lo que, a pesar de que cada una de las elecciones tiene su lógica propia, el resultado del 25 de mayo -en Barcelona y en toda Cataluña- será un importante indicativo para CiU. Si parte de su electorado se abstiene -como sucedió hace cuatro años- o bien, todavía peor, decide dar su voto a Esquerra, socialistas, PP e, incluso, Iniciativa, los augurios para las elecciones de otoño serán francamente malos. El actual pesimismo de los dirigentes convergentes se acentuará y con este ánimo difícilmente se pueden ganar una elecciones. Si CiU remonta los resultados de las locales anteriores, una inyección de optimismo cundirá en las filas convergentes y la disputa del otoño será más reñida que nunca. En todo caso, las locales serán un buen sondeo -mejor, sin duda, que cualquiera de los que realizan los institutos de opinión- de las próximas autonómicas.

En Barcelona no es previsible, pues, una gran batalla electoral. En su área metropolitana y otras ciudades industriales, tampoco. Los resultados de la Cataluña interior serán, por otro lado, un buen índice de las posibilidades futuras de ERC, que se auguran buenas. En todo caso, el peor enemigo de los socialistas puede ser el exceso de confianza y la abstención que este exceso puede fomentar. Antes de unas elecciones, ciertamente ningún resultado está asegurado del todo. Por ello es comprensible que, acertadamente, los esfuerzos actuales de Clos y los demás candidatos socialistas estén encaminados a evitar que sus votantes potenciales se abstengan por esta razón.

Pero los resultados convergentes serán más indicativos de lo que puede suceder en las próximas autonómicas que los resultados socialistas. A los resultados convergentes, sobre todo, habrá que prestar, pues, especial atención.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB

Archivado En