Tribuna:

Envidia de la derrota

Como seguramente recuerdan, el pasado día 14 de abril se celebraron elecciones a la Asamblea Nacional de Quebec -tal es el nombre oficial de lo que aquí la prensa llamó "Asamblea provincial"-, con el resultado de una derrota clara del hasta entonces gobernante Partido Quebequés (PQ) y de su plataforma soberanista, en beneficio del federalista Partido Liberal de Quebec, cuyo líder -Jean Charest- se ha hecho cargo del poder aupado por una confortable mayoría absoluta. Inmediatamente, una tropilla de comentaristas tanto madrileños como barceloneses se lanzaron a hacer de aquel escrutinio extrapol...

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Como seguramente recuerdan, el pasado día 14 de abril se celebraron elecciones a la Asamblea Nacional de Quebec -tal es el nombre oficial de lo que aquí la prensa llamó "Asamblea provincial"-, con el resultado de una derrota clara del hasta entonces gobernante Partido Quebequés (PQ) y de su plataforma soberanista, en beneficio del federalista Partido Liberal de Quebec, cuyo líder -Jean Charest- se ha hecho cargo del poder aupado por una confortable mayoría absoluta. Inmediatamente, una tropilla de comentaristas tanto madrileños como barceloneses se lanzaron a hacer de aquel escrutinio extrapolaciones locales, a considerar "roto" el "espejo" de nacionalistas catalanes y vascos, cegada su fuente de inspiración, e incluso el entrañable Alberto Fernández Díaz hizo suya la victoria liberal, conminando a Convergència i Unió (CiU) a "tomar nota" de lo ocurrido. Ejercicio fútil -porque las dos situaciones tienen muy poco que ver-, pero comprensible: si CiU ha querido sacar tajada a menudo de los avances nacionalistas en Quebec, es lógico que sus adversarios la asocien ahora a los retrocesos.

Por mi parte, no diré que me alegrase del resultado, porque no sería cierto. Pero lo encajé sin dramatismo alguno, y hasta desde una sana envidia. Trataré de explicarme. Para empezar, el primer ministro saliente, el péquiste Bernard Landry, no perdió a causa de una gestión desastrosa que suscitase un rechazo masivo; perdió porque, desde que existe el actual ordenamiento constitucional, un mismo partido jamás ha gobernado Quebec más de dos legislaturas consecutivas. Y esta sí me parece una lección extrapolable a nuestras latitudes: a los 23 años de Convergència i Unió en la Generalitat, por supuesto; a los 24 años del Partit dels Socialistes en el Ayuntamiento de Barcelona, en el de Girona, en el de L'Hospitalet, en el de Terrassa y en tantos otros; a los casi 14 años del PSOE en el Gobierno central, que no fueron más porque se interpuso Roldán...; y espero que no a 12 años de Partido Popular en La Moncloa. Algunos analistas apuntan que, pese a un balance de Gobierno muy estimable, el Partido Quebequés fue derrotado por culpa de la elevada presión fiscal y de la esclerosis de la sanidad pública. ¡Qué gran suerte la de un país que puede decidir su voto en función de rebajas fiscales o de inversiones sanitarias, puesto que ya tiene resueltos sus problemas de base!

Porque esa es otra de las razones de mi envidia: abstracción hecha de quién la gobierne (de los últimos 43 años, los nacionalistas sólo han ostentado el poder durante 18, y en dos etapas diferentes), la sociedad quebequesa tiene razonablemente encarrilados a medio plazo sus retos de identidad, la preservación de su carácter distinto; los retos y el carácter que se derivan de ser un islote francófono en el océano continental de 300 millones de anglohablantes. Sea quien sea el primer ministro (la inspiró el padre del soberanismo, René Levesque, la han aplicado los liberales Bourassa y Johnson, luego los nacionalistas Parizeau, Bouchard y Landry, y ahora lo hará el liberal Charest), la célebre Ley 101 seguirá en vigor, preservando la primacía social de la lengua francesa; y el Gobierno de Quebec continuará ejerciendo -lo posee desde 1978- el derecho de selección sobre sus inmigrantes; y conservará intactas sus competencias en materia educativa, sin leyes federales que traten de recortarlas, ni decretos procedentes de Ottawa que quieran aumentar unilateralmente las horas de enseñanza del inglés... Más aún: en cualquiera de los casos, los ciudadanos quebequeses hallarán siempre en las instituciones canadienses una auténtica cultura federal, respetuosa de la pluralidad identitaria, y unos primeros ministros que, fuese cual fuese su procedencia lingüística, hablarán francés no sólo en la intimidad y cuando se vean cogidos por los... pactos, sino de modo oficial y cotidiano.

Y, encima, un Gobierno liberal en Quebec no significa en absoluto el desarme reivindicativo de la belle province, la sumisión resignada a Ottawa por lo que se refiere al debate constitucional. Ya en los años 1987-1992, alrededor de los Acuerdos del Lago Meech y de Charlottentown, Robert Bourassa demostró que rechazar el soberanismo no equivalía a ser un simple recadero de los intereses canadienses. Su sucesor Jean Charest apunta maneras semejantes y, en todo caso, el mandato recibido le empuja a la reclamación: según editorializaba Le Monde, "los 7,4 millones de quebequeses parecen ahora menos preocupados por obtener la constitución de un Quebec libre que por arrancar de Ottawa las ventajas derivadas de su permanencia en la federación. Si renuncian a la división del país, quieren, a cambio, los dividendos de la unidad".

O sea, que los liberales quebequeses han derrotado a los soberanistas del PQ no sólo por razones de estricta -e higiénica- alternancia democrática, o por haber ofrecido al electorado ciertos recortes impositivos, y más dinero y mejor gestión en el sistema público de salud. Charest ha vencido a Landry, además, porque se ha comprometido a seguir defendiendo los intereses de Quebec en Ottawa (por ejemplo, contra el desequilibrio fiscal que hoy favorece al erario canadiense, no sé si les suena...); a hacerlo de otra manera, sí, tal vez con otro lenguaje, sin amenazas referendarias, pero con las mismas perseverancia y contundencia.

Puestos a extraer moralejas de tan lejanos acontecimientos, yo me quedo con éstas. Y, el que quiera, que se las aplique.

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Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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