Columna

Verdad, mentira

Al protagonista de Juventud, de J. M. Coetzee (Mondadori, 2002), le gustaría acostarse con Emma Bovary, "oír el famoso cinturón silbar como una serpiente mientras ella se desviste". El joven personaje de Coetzee lee a Flaubert siguiendo, a su vez, los consejos de Ezra Pound, su guía de lectura junto con Eliot y a través de cuya autoridad "desestima sin pensárselo" a Scott, Dickens, Thackeray, Trollope, Meredith... Los mismos consejos por los que se niega en redondo (¿tendríamos que decir en Redonda, Reino del que Coetzee recibió su célebre premio y del que fue nombrado Duke of Deshonra?...

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Al protagonista de Juventud, de J. M. Coetzee (Mondadori, 2002), le gustaría acostarse con Emma Bovary, "oír el famoso cinturón silbar como una serpiente mientras ella se desviste". El joven personaje de Coetzee lee a Flaubert siguiendo, a su vez, los consejos de Ezra Pound, su guía de lectura junto con Eliot y a través de cuya autoridad "desestima sin pensárselo" a Scott, Dickens, Thackeray, Trollope, Meredith... Los mismos consejos por los que se niega en redondo (¿tendríamos que decir en Redonda, Reino del que Coetzee recibió su célebre premio y del que fue nombrado Duke of Deshonra?) a leer a Victor Hugo: "Hugo, dice Pound, es un charlatán, mientras que Flaubert aplica a la escritura de la prosa la difícil artesanía joyera de la poesía. Siguen a Flaubert, primero Henry James, después Conrad y Ford Madox Ford". Así, siguiendo lo que dice Coetzee que dice su joven personaje que decía Pound, y, desde ahí, volviendo a lo que dice Coetzee que dice su joven personaje, descubro, una vez más, los hilos afectos de las palabras que iluminan nuestro tenebroso corazón y que bebemos juntos como soldados también jóvenes (brindando, como sólo pueden hacer los desconocidos, por todas las posibilidades) de la copa dorada de los libros.

Bajo, pues, a la calle, Día del Libro, pensando en que Emma Bovary es la mujer que ha subyugado, como nunca otra, al joven protagonista de Coetzee; Emma Bovary "en particular, con sus ojos negros, su sensualidad inquieta, su disposición a entregarse". En particular son las dos palabras verdaderamente importantes de esa frase. Porque Emma Bovary es Emma Bovary. No otra. Sé, como ese joven letraherido (no: letrasanado), que Emma Bovary es un personaje de ficción, que nunca la encontraré en la calle. Pero, también como él, sé que Emma "no fue creada de la nada: sus orígenes se remontan a las experiencias de carne y hueso de su autor, experiencias que luego fueron sometidas al fuego transfigurador del arte". La verdad de las mentiras, que diría Mario Vargas Llosa (Alfaguara, 2002) para referirse a ese "sueño lúcido, esa fantasía encarnada" que la literatura nos permite "a nosotros, seres mutilados a quienes se nos ha impuesto la atroz dicotomía de tener una sola vida y los apetitos y fantasías de desear mil": Conrad también (como Pound, como Eliot, como el joven personaje de Coetzee), Mann, Joyce, Dos Passos, Woolf, Scott Fitzgerald, Hesse, Breton, Faulkner, Huxley, Malraux, Miller, Dinesen, Canetti, Koestler, Greene, Camus, Orwell, Moravia, Carpentier, Hemingway, Steinbeck, Frisch, Nabokov, Lampedusa, Pasternak, Grass, Kawabata, Lessing, Solzhenitsin, Böll, Bellow, Tabucchi... Ésta es la lista de mentirosos que Vargas Llosa ha elaborado como prueba para demostrar, no sólo el placer de la lectura, la función de los libros y su vigencia inalienable, sino la verdad de la literatura. Al hilo de los más recientes acontecimientos de la realidad, repasémosla: es probable que toda la Historia del siglo XX (nosotros mismos) se encuentre en las páginas de esos geniales charlatanes. "Pese a las profecías más pesimistas sobre el futuro de la literatura", dice el novelista, "los deicidas merodean aún por la ciudad fabulando historias para suplir las deficiencias de la Historia".

Salgo, pues, deficitaria, a conspirar con los deicidas, fabulosa, por las calles de Madrid, en busca de Emma, como si estuviera en Venecia y me llegara la muerte, o fuera dublinesa, o hubiera desembarcado en Manhattan, voy a hacer unas compras con la señora Dalloway, nos cruzamos con Gatsby y con un lobo que conduce a Nadja por su estepa como por un santuario, quién estuviera en un mundo feliz, pero, ay, la condición humana como un cáncer y el sexo como el trópico, salgo de África, en este auto de fe voy del cero al infinito, saboreo las mieles del poder y la gloria, y aún soy una extranjera, vivo en una granja de animales, soy romana, mi reino es de este mundo viejo y mar, estuve en París y era una fiesta, o quizá fuera el este del edén, soy Stiller y Lolita y Gatopardo y el Doctor Zhivago, suena a hojalata mi tambor, entro en la casa de las bellas durmientes para escribir en el cuaderno dorado, soy Iván Denisovich y ya ha pasado un día, mis opiniones son las de un payaso, peleo con Herzog, habla Pereira. Me sostiene un libro entre las manos. Soy un joven surafricano. Me gustaría acostarme con Emma Bovary.

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