FÚTBOL | 30ª jornada de Liga

Motta se siente Redondo

Thiago Motta aprende rápido, crece deprisa, va al grano. En un año, aquel zurdo de talante ofensivo que despuntaba en el Miniestadi se ha convertido en una pieza básica del Camp Nou: un futbolista polivalente, capaz de dominar el lateral izquierdo, correr la misma banda, centrar como lo hacen los volantes con guante y defender como si fuera un medio centro de toda la vida. Juega sin contemplaciones y defiende su puesto con carácter y sin complejos, sin reparar en el rival o, mejor aún, cuanto mayor es el referente más se agiganta. Zidane ha sido el último rival que acabó desquiciado ante la co...

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Thiago Motta aprende rápido, crece deprisa, va al grano. En un año, aquel zurdo de talante ofensivo que despuntaba en el Miniestadi se ha convertido en una pieza básica del Camp Nou: un futbolista polivalente, capaz de dominar el lateral izquierdo, correr la misma banda, centrar como lo hacen los volantes con guante y defender como si fuera un medio centro de toda la vida. Juega sin contemplaciones y defiende su puesto con carácter y sin complejos, sin reparar en el rival o, mejor aún, cuanto mayor es el referente más se agiganta. Zidane ha sido el último rival que acabó desquiciado ante la competitividad y oficio del italo- brasileño del Barcelona, que se las sabe todas. Aparece, en efecto, en todas las trifulcas y, eso sí, tenga o no razón, acostumbra a pagar el pato. Estuvo en el rifirrafe del Bernabéu, cómo no, peleándose con unos y otros, pero esta vez aguantó en pie. No siempre ha sido así.

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Motta (São Bernardo, Brasil; 1982) es el barcelonista más sancionado en la Liga y el que más partidos, cuatro, se ha perdido ya sea por acumulación de tarjetas o por expulsión. Él se defiende argumentando que los árbitros no aplican el mismo criterio para todos. "El manotazo de Zidane a Puyol fue más fuerte que el que yo le propiné a Ibon Begoña, del Alavés", recordó ayer mismo; "una acción que me costó dos partidos de sanción". Y, puestos a buscar agravios comparativos, entiende que, si él hubiera tirado de los pelos a Makelele como el madridista hizo con él durante la tangana organizada alrededor de Zidane, "a mí me hubieran metido seis o siete partidos". Makelele sabía muy bien lo que hacía o, cuanto menos, lo pareció: todavía hoy recuerda cómo Motta le pisó en un tobillo en el Camp Nou.

Pero, si su juego es contundente -"sin balón, no tenenemos agresividad", reitera- y sus tarascadas le han costado más de un disgusto o ha sabido sacar provecho de ellas -en Mallorca, por ejemplo, provocó las expulsiones de Novo y Eto'o-, Motta se ha convertido en un jugador imprescindible en el Barça, y más en los grandes partidos. Es un buen recuperador y, al tiempo, sabe dar salida a la pelota y tiene una buena pegada, cualidades que ya advirtió Llorenç Serra Ferrer cuando le fichó en un torneo sub-17 en Toulon.

Enamorado de Pelé desde que su padre le regaló una cinta de vídeo con algunas jugadas de O Rei, el referente de Motta para justificar su juego es, sin embargo, Fernando Redondo, ex madridista hoy en el Milan. "Redondo utiliza mucho los brazos para defenderse del rival cuando tiene el balón", explicó recientemente en una entrevista en Canal +. "Yo me muevo como Redondo, con los brazos levantados, revoloteando, y no creo que sea una acción agresiva. En el fútbol hace faltan jugadores con estas características", añadió.

Fuerte en la cancha, Motta es presumido en la calle. Fue una de las estrellas de la gala MTV en Barcelona, donde apareció con un abrigo de cuero; lleva colgada una medalla de san Judas, regalo de su madrina, y en sus brazos están tatuados en japonés los nombres de sus hermanos.

Motta frente a Zidane, el pasado sábado en el estadio Bernabéu.LUIS MAGÁN

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