Crítica:CRÍTICA | TEATRO

Mágico Flotats

Es un misterio que tanta gente de la profesión escénica barcelonesa, empezando por Albert Boadella, sea tan aficionada a cuestionar una figura tan indiscutible como la de Josep Maria Flotats, uno de esos monstruos del teatro que crea una especie de aura en cada una de sus apariciones sobre el escenario. Todavía se recuerda su cascada de noes de diverso signo y significado cuando, al final del Cyrano de Bergerac, la dama de sus amores le dice que de haber sabido que él era el autor de los versos a ella dedicados, le habría amado pese a su deformidad física.

En este homenaje...

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Es un misterio que tanta gente de la profesión escénica barcelonesa, empezando por Albert Boadella, sea tan aficionada a cuestionar una figura tan indiscutible como la de Josep Maria Flotats, uno de esos monstruos del teatro que crea una especie de aura en cada una de sus apariciones sobre el escenario. Todavía se recuerda su cascada de noes de diverso signo y significado cuando, al final del Cyrano de Bergerac, la dama de sus amores le dice que de haber sabido que él era el autor de los versos a ella dedicados, le habría amado pese a su deformidad física.

En este homenaje al proceso de ensayos de un espectáculo teatral, que es uno de los aspectos que más se agradecen del montaje, Flotats se pone en la piel de uno de sus maestros lejanos, Louis Jouvet, dictando unas clases de interpretación en el París de l940 ya amenazado por la ocupación nazi, circunstancia histórica que añade a la obra un dramatismo tan poco evidenciado como estremecedor.

París 1940

Sobre textos de Louis Jouvet, en traducción de Mauro Armiño y versión de Josep Maria Flotats. Intérpretes, Josep Maria Flotats, Mercè Pons, Paco Martinez, Alejandro Vera, Luis Moreno. Iluminación, Albert Faura. Vestuario, Josep Maria Flotats, Ana Garay, María Araujo. Espacio escénico, Banda sonora y Dirección, Josep Maria Flotats. Teatro Principal. Valencia.

El hilo conductor se centra en la construcción del papel de Elvira durante el ensayo de una escena del Don Juan, de Molière, un texto del que Louis Jouvet estaba enamorado, en un proceso desprovisto de intención didáctica pero que no por ello deja de ser curioso para el espectador profano, ya que supone un alambicado ejercicio de teatro dentro del teatro no para regocijarse por la pertenencia al gremio sino para mostrar algunos secretos de un trabajo que el espectador no siempre tiene ocasión de percibir una vez estrenada la obra, la que sea. De más está decir que lo que cuenta para Flotats es la delectación de esas entrañas de la escena que tan bien conoce, de las que tanto disfruta, y que con tanto talento ofrece como un regalo de postín a toda clase de públicos. Un homenaje apasionado y a la altura en todo de la figura a la que se rinde tributo.

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