Cartas al director

Céntimos

La autoridad no quiso suspender el acto y aguantó deportivamente el chaparrón televisado por ese canal semiclandestino llamado Punt 2. Me acabé el jueves noche la transmisión de los Premios de las Artes Escénicas de la Generalitat movida por un interés más allá de toda consideración artística: más bien por si descubría, entre quienes clamaban unánimemente contra la masacre de Irak en el Principal de Valencia, algún conjunto de actores millonarios. O entre los que sostenían la pancarta (allá en la lontananza, para las cámaras) o defendían con gritos y pegatinas una radiotelevisión pública, en v...

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La autoridad no quiso suspender el acto y aguantó deportivamente el chaparrón televisado por ese canal semiclandestino llamado Punt 2. Me acabé el jueves noche la transmisión de los Premios de las Artes Escénicas de la Generalitat movida por un interés más allá de toda consideración artística: más bien por si descubría, entre quienes clamaban unánimemente contra la masacre de Irak en el Principal de Valencia, algún conjunto de actores millonarios. O entre los que sostenían la pancarta (allá en la lontananza, para las cámaras) o defendían con gritos y pegatinas una radiotelevisión pública, en valenciano y de calidad.

Por el contrario, más bien pensé que muchos se están jugando empleo o subvención, y en consecuencia las lentejas, aunque esto no entre en las cabezas blindadas con cardado y gomina.

Supe que en Valencia atronaban las cacerolas y los claxons mientras paseaba bajo una húmeda noche alicantina, muy cerca ya de la hora del apagón. Una vez más la Diputación había instalado en sus jardines una carpa blanca de varios cuerpos, algunos de diseño moruno. Dentro se veía ambiente de quién sabe qué vino de honor, seguramente uno de los tantos que se ofrecen a congresistas o jornadistas a tenor de la idéntica cartera de documentación que colgaba de los hombros. Inesperadamente, el rumor de charlas informales cesó poco después de las 10, cuando los invitados dejaron las copas sobre la mesa y salieron a la puerta con las manos libres para dar palmas coreando "No la guerra". No sé como reaccionarían los anfitriones, pero sí que alguien aportó la percusión desde los burgueses balcones que circundan el parque, algunos con sábana y crespón.

Muchos, del 91% que abomina de la matanza, están perdiendo dinero en la Bolsa, en los planes de inversión y pensiones, en los ahorros. Pero sólo los/as miserables pueden alegrarse de que la gran infamia haga subir el Dow Jones y bajar la gasolina. O confiar en que las bocas se tapen con premios o canapés. Sed educados, pacíficos y democráticos. No les tiréis huevos ni tomates: se conforman con unos céntimos.

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