Dos horas de intensidad

Amenazaba con tres horas de concierto y lo cierto es que hizo dos y pico -más de eso, ya no se trataría de un concierto, sino de un suplicio-. Pero fueron dos horas de una intensidad que el público que llenó hasta la bandera la sala en la que se celebró el concierto tuvo todo tipo de pretextos para lanzarse a dar, al menos, unos cuantos pasos de baile.

Venía a presentar su último disco, Made by Maceo, pero le dio tiempo a todo: a tocar alguna pieza de antiguos discos suyos como Mo' roots o Dial M-A-C-E-O; a evolucionar por el escenario haciendo bromas al resto de la...

Amenazaba con tres horas de concierto y lo cierto es que hizo dos y pico -más de eso, ya no se trataría de un concierto, sino de un suplicio-. Pero fueron dos horas de una intensidad que el público que llenó hasta la bandera la sala en la que se celebró el concierto tuvo todo tipo de pretextos para lanzarse a dar, al menos, unos cuantos pasos de baile.

Venía a presentar su último disco, Made by Maceo, pero le dio tiempo a todo: a tocar alguna pieza de antiguos discos suyos como Mo' roots o Dial M-A-C-E-O; a evolucionar por el escenario haciendo bromas al resto de la banda o rompiendo el tópico de que todos los seres humanos de raza negra bailan bien; a conceder a cada miembro del grupo el privilegio de medirse con él en largas improvisaciones -en su banda seguro que hace virtuosos solos hasta el conductor de la furgoneta-. Especialmente espectaculares resultaron las improvisaciones del teclista, antiguo militante de los New Power Generation que acompañaron a Prince a lo largo de la pasada década, y los tres vocalistas, que se iban alternando con el propio Maceo en su tarea de entertainers de la velada. De estos últimos, fue su hijo Corey quien más se lució interpretando las dos piezas que ha grabado en su disco, Those girls y Off the hook.

Maceo Parker tocó hasta el delirio, provocando el éxtasis entre su público madrileño y todo a pesar de que de sus conciertos, a pesar de ser de funk, no sale uno tarareando ningún estribillo del tipo Yirepa, por mucho que él fuese durante mucho tiempo el saxofonista preferido de James Brown.