Cartas al director

Ciao, Albertone!

La reciente desaparición del gran Alberto Sordi, rey de la comedia italiana, con más de 50 películas en su filmografía, me lleva al recuerdo de una de sus más impresionantes interpretaciones: La gran guerra, de Mario Monicelli. Un excelente mano a mano con Vittorio Gassman -otro genio también tristemente desaparecido- donde, entre risas y lágrimas, se cuenta la peripecia de un par de soldados metidos en una guerra absurda (¡vaya redundancia!), carne de cañón de unas hazañas bélicas diseñadas por quienes tienen la facultad de mover a la humanidad sobre el siniestro tablero del terror....

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La reciente desaparición del gran Alberto Sordi, rey de la comedia italiana, con más de 50 películas en su filmografía, me lleva al recuerdo de una de sus más impresionantes interpretaciones: La gran guerra, de Mario Monicelli. Un excelente mano a mano con Vittorio Gassman -otro genio también tristemente desaparecido- donde, entre risas y lágrimas, se cuenta la peripecia de un par de soldados metidos en una guerra absurda (¡vaya redundancia!), carne de cañón de unas hazañas bélicas diseñadas por quienes tienen la facultad de mover a la humanidad sobre el siniestro tablero del terror.

Un espeluznante final nos muestra a los dos personajes frente a un pelotón de fusilamiento. El rostro de Sordi, efigie patética del hombre que sabe que va a morir sin comprender por qué, sus gestos implorando inútilmente una compasión que no será atendida, son un resumen del drama que supone siempre la guerra y sus terribles consecuencias. La gran guerra, una tragicomedia en blanco y negro (más negro que blanco) cuya revisión recomendaría en estos inciertos tiempos a los que fatalmente parece que estamos abocados, mientras sigue la cuenta atrás. O sea, al pleistoceno.

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