Crítica:FLAMENCO | VII FESTIVAL DE JEREZ

Cristina Hoyos y su baile, contra la guerra

El VII Festival Flamenco de Jerez abrió sus representaciones con uno de los nombres hoy cláscos en el baile flamenco: Cristina Hoyos. Y Cristina, con su gente, cerró su paso por el escenario desplegando una colosal pancarta que lo ocupaba todo con la leyenda "Cultura contra la guerra".

Justo es que lo digamos, esto le valió la mayor ovación de la noche, con el público puesto en pie. Lo que no quiere decir que antes no hubiera muestras de agrado del respetable hacia una bailaora por la que en Andalucía sienten, además de admiración, un enorme cariño. Su obra, Tierra adentro, en la...

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El VII Festival Flamenco de Jerez abrió sus representaciones con uno de los nombres hoy cláscos en el baile flamenco: Cristina Hoyos. Y Cristina, con su gente, cerró su paso por el escenario desplegando una colosal pancarta que lo ocupaba todo con la leyenda "Cultura contra la guerra".

Justo es que lo digamos, esto le valió la mayor ovación de la noche, con el público puesto en pie. Lo que no quiere decir que antes no hubiera muestras de agrado del respetable hacia una bailaora por la que en Andalucía sienten, además de admiración, un enorme cariño. Su obra, Tierra adentro, en la que firma múltiples responsabilidades -desde la idea original hasta la coreografía, y por supuesto su protagonismo en el baile-, es una historia de mineros que viven y sufren las penalidades de su trabajo. Y las alegrías también, pues es obvio que en las horas de ocio estas gentes se entregan con gusto a actividades placenteras.

Tierra adentro

Intérpretes: Ballet Cristina Hoyos, con David Palomar, Mercedes Cortés y El Cheíto, al cante, y José Luis Rodríguez, Antonio Sousa y Roque Acevedo, al toque. Teatro Villamarta, Jerez de la Frontera, 27 de febrero.

El tema, pues, da para un recorrido amplio por los géneros más diversos del arte flamenco, con una generosa representación de la gran familia de los estilos minero-levantinos. En ellos y en todos los demás que se ofrecen -tangos y bulerías, siguiriyas, martinete...-, con un respeto sin resquicios a la ortodoxia más legítima, Hoyos y su ballet hacen un hermoso y serio trabajo. El cuadro de baile, muy disciplinado e integrado por excelentes profesionales, es un factor importante en el resultado último. La propia Cristina baila con su habitual señorío, poniendo en especial su sentimiento en el taranto, una gran creación personal. Hay que distinguir también a El Junco, un bailaor con estampa y excelentes modos, que brilló sobre todo en un largo solo por martinetes.

La obra no es la mejor de Cristina Hoyos, sin embargo. Su planteamiento en torno a una niña y una caja de música es, además de sólo relativamente eficaz en el aspecto teatral, un tanto discursivo. Peca, también, de un fuerte efectismo, singularmente en todo el aparato escenográfico concerniente a la representación de la mina. Pese a todo ello, la limpieza de la música y el baile flamencos mantuvieron su entidad con suficiencia.

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