Crónica:FÚTBOL | La jornada de Liga

El Valencia se pasea en Vallecas

Festival goleador del actual campeón ante un Rayo que está en las últimas

Que conste que el hecho de que el Valencia gane al Rayo, y que además le destroce, admite cualquier adjetivo que no sea el de sorprendente. Porque es el de Benítez (Rafael) un conjunto magníficamente bien construido, que no da un metro, que vive feliz sea cual sea el escenario, Roma o Vallecas. Y es el de Benítez (Gustavo), el hombre que ha prometido que abandona la profesión de entrenador si desciende -visto lo visto no estaría de más que se buscara otra ocupación-, un conjunto roto, que no sabe a qué juega, quizá porque no sabe jugar. Y eso no hay entrenador que lo cambie.

Nada extrañ...

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Que conste que el hecho de que el Valencia gane al Rayo, y que además le destroce, admite cualquier adjetivo que no sea el de sorprendente. Porque es el de Benítez (Rafael) un conjunto magníficamente bien construido, que no da un metro, que vive feliz sea cual sea el escenario, Roma o Vallecas. Y es el de Benítez (Gustavo), el hombre que ha prometido que abandona la profesión de entrenador si desciende -visto lo visto no estaría de más que se buscara otra ocupación-, un conjunto roto, que no sabe a qué juega, quizá porque no sabe jugar. Y eso no hay entrenador que lo cambie.

Nada extraño hay, por tanto, en lo ocurrido ayer. Tiene trampa Vallecas, un estadio donde parece que siempre van a pasar muchas cosas y habitualmente no pasa nada digno de mención, más allá de la victoria del equipo que allí aparece y le echa sentido común. Y para sentido común, el Valencia. Es éste un lugar donde el fútbol sufre, pero donde se defiende muy bien. Y, para defensa, la del Valencia, que si se maneja maravillosamente cuando se enfrenta a equipos de mentalidad atacante, qué no va a hacer cuando lo que tiene enfrente es todo lo contrario, este Rayo, un conjunto ahogado por su clasificación y, sobre todo, por sus limitaciones, que son escandalosas.

RAYO VALLECANO 0 - VALENCIA 4

Rayo: Etxeberria; Mario, Corino, Onopko, Graff (Dorado, m. 19); Pablo Sanz (Julio Álvarez, m. 36), Iriney; Peragón, Azkoitia (Luis Cembranos, m. 56), Míchel; y Bolic. Valencia: Cañizares; Reveillère (Dorothee, m. 65), Ayala, Marchena, Carboni; Angulo, De los Santos, Baraja (Pellegrino, m. 74), Kily González (Fabio Aurelio, m. 83); Sánchez y Mista. Goles: 0-1. M. 11. Pase largo de Baraja tras recibir de Cañizares, Angulo se escapa por la derecha y bate por bajo a Etxeberria, que se queda bajo palos. 0-2. M. 35. Onpko, en propia meta. 0-3. m. 44. Falta al borde del área que Baraja coloca en la escuadra derecha de Etxeberria. 0-4.M. 59. Sánchez se escapa por la izquierda, centra atrás y Mista empuja. Árbitro: González Vázquez. Amonestó a Kily González, Ayala, Marchena, Iriney y Mista. Unos 13.000 espectadores en Vallecas.

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Lo extraño, lo absurdo incluso, es que el Rayo no sepa cómo defenderse de lo que más le gusta: los pelotazos. Y hay pelotazos que remite algún futbolista poco ducho en aquello del envío, cualquiera del Rayo, y hay otros que salen del pie de quien sabe de esto. Como Baraja. Fue recibir de Cañizares y mandar el balón arriba, allá donde corría Angulo, con los centrales del Rayo de aventura en el área rival. No encontró oposición Angulo en su carrera y le resultó sencillo lograr el primer gol, que le sentó como un tiro al Rayo, por aquello de que su arranque había sido cuanto menos atractivo, con ganas de faltarle al respeto a su aristocrático adversario.

Siguió Benítez con sus rotaciones, pero es el suyo un equipo que no se mueve ni a empujones. Donde todos responden. Igual da que no esté Aimar, el dueño de la fantasía de este equipo. En el Valencia vive un jugador que no admite cambios, descansos, movimientos, ni historias por el estilo. Es Baraja, un futbolista que tiene cada partido en la cabeza. Volvió a demostrarlo ayer, soltando rápido el balón, presionando a quienes en el Rayo estaban llamados a llevar el juego, si así se puede llamar lo que hace este conjunto. Dio el primer gol, marcó el tercero y dirigió el festival como le dio la santa gana.

En la otra orilla, apenas hubo noticias de Míchel. Y cuando eso ocurre, el Rayo es aún más pequeño de lo habitual. Y Míchel, amén de arrastrar problemas en la rodilla, se ahoga cuando se le encierra en la banda izquierda. La fortuna tampoco se alió con el cuadro vallecano, que vio caer a Graff y Pablo Sanz, y que se encontró con aquel patadón de Onopko que nada de malo hubiera tenido si no fuera porque su destino fue la portería de Etxeberria, a la sazón portero del Rayo, en otra muestra de que la defensa del Rayo es digna de Mortadelo y Filemón.

El caso es que el Valencia, sin inmutarse, se vio con el partido en el bolsillo, con aquel 0-2 incontestable, tan feliz, calentito, bien guardado atrás a la espera de algún contragolpe. Como el que dio origen al tercer gol, que derivó en la falta que Baraja colocó en la escuadra. El Rayo agachó la cabeza y el público se dispuso a asistir a un festival de un equipo, el Valencia, que si en las malas se maneja de vicio, en las buenas es una máquina. No se vio una sola idea en el Rayo, un detalle de coraje más allá de las ganas de bronca de Peragón, que encontró mal enemigo en Carboni. Llegó el cuarto, claro, y los que hubieran sido necesarios.

El Rayo fue un pelele en manos de un Valencia demoledor, que a la que tuvo golpeó con dureza, sin adornos, sabedor de donde estaba y de que tocaba día de paseo en Vallecas ante un equipo, el Rayo, de futbolín.

Peragón choca con Carboni.BERNARDO PÉREZ

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