Crónica:AJEDREZ | Duelo hombre-máquina

Kaspárov lucha contra sí mismo

El arrojo del jugador ruso puede costarle otra derrota ante 'Deep Junior'

El arrojo del jugador ruso puede costarle otra derrota ante 'Deep Junior'

Afrontar grandes retos y ganarlos. Así ha sido, desde niño, la vida de Gari Kaspárov, quien cumplirá 40 años en abril. Uno de sus grandes objetivos antes del declive es vencer a Deep Junior, campeón del mundo de computadoras, en revancha de su derrota de 1997 ante Deep Blue. Pero el ruso tiende al riesgo, poco recomendable frente a una máquina. La cuarta de las seis partidas previstas se disputó anoche en Nueva York con el marcador igualado a 1,5 puntos.

"Ser el primero siempre es muy difícil. De ahí...

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El arrojo del jugador ruso puede costarle otra derrota ante 'Deep Junior'

Afrontar grandes retos y ganarlos. Así ha sido, desde niño, la vida de Gari Kaspárov, quien cumplirá 40 años en abril. Uno de sus grandes objetivos antes del declive es vencer a Deep Junior, campeón del mundo de computadoras, en revancha de su derrota de 1997 ante Deep Blue. Pero el ruso tiende al riesgo, poco recomendable frente a una máquina. La cuarta de las seis partidas previstas se disputó anoche en Nueva York con el marcador igualado a 1,5 puntos.

"Ser el primero siempre es muy difícil. De ahí que vivir por el placer de vivir sea algo que ni mi hijo ni yo comprendemos". Lo dijo Clara Kaspárova en una entrevista con EL PAÍS en 1985, poco después de que su hijo se convirtiera en el campeón del mundo más joven de la historia, a los 22 años, tras superar al héroe nacional Anatoli Kárpov en el tablero, y a muchos enemigos en las guerras de pasillo. El jueves, viendo a Clara sentada en una de las diez sillas situadas a pocos metros de la mesa que ocupan Kaspárov y Deep Blue, el periodista se acordaba de aquella frase, que sin duda responde a la verdad.

Nadie, excepto Clara, permanece en esas sillas, reservadas a los invitados más distinguidos, durante toda la partida. Es mucho más divertido estar tres pisos más abajo, en el noveno del Club Atlético de Nueva York para seguir en directo las imágenes a través de pantallas gigantes de televisión y escuchar los comentarios técnicos de los grandes maestros estadounidenses Yasser Seirawan y Maurice Ashley. Por ejemplo, el director de cine Milos Forman, un apasionado del ajedrez, apenas aguantó unos minutos junto a la madre del número uno. Tampoco lo hacen el representante de Kaspárov, su jefa de gabinete, sus dos analistas ni sus amigos.

Pero Clara sí. Ahí está, cada día, sufriendo. Es su sino desde que enviudó en Bakú (Azerbaiyán) y abandonó su trabajo como ingeniera especializada en armamento para convertir a su hijo de 7 años, -muy deprimido tras el fallecimiento del padre-, en campeón del mundo de ajedrez. Y cuando consiguieron el título, lucharon para mantenerlo hasta la derrota ante el también ruso Vladímir Krámnik, en el otoño de 2000, tres años después de la aún más dolorosa ante Deep Blue. Ahora quieren resarcirse de las dos; no en vano, Gari sigue siendo el número uno porque gana casi todos los torneos que juega.

Pero, en su maximalismo, Kaspárov ha elegido un camino muy peligroso contra Deep Junior: no emplea el estilo anticomputadora -huir de las complicaciones, plantear largas luchas estratégicas, buscar cuanto antes el cambio de las damas (las piezas más potentes)-, como hizo Krámnik en octubre frente al programa Fritz en Bahrein, sino que arriesga y ataca como si jugase frente a un rival humano, y no contra un monstruo que calcula hasta cuatro millones de jugadas por segundo. El jueves, cuando perdió la tercera partida, Kaspárov tenía una posición abierta y compleja, que hubiera sido ganadora contra casi todos sus rivales humanos porque estos habrían cometido alguna imprecisión tarde o temprano, pero imposible de ganar contra una máquina que calcula todas las complicaciones sin cansarse.

Krámnik empezó ganando por 3-1 a Fritz, y terminó empatando, 4-4, porque la resistencia física es su punto débil. Kaspárov es un toro pero encuentra dos obstáculos para adoptar la táctica anticomputadora: le acusarán de cobarde y, sobre todo, eso es la antítesis de su estilo natural. He ahí el difícil debate que sólo comparte con su madre, la eterna sufridora.

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