Columna

El circo

Nadie se resigna a no tener opinión. Nadie, ningún contertulio de ninguna tertulia de ningún medio de comunicación, se encoge alguna vez de hombros y dice: "No tengo ni idea". Y sería revolucionario. Sería de agradecer. Porque no es posible tener opinión sobre todo. A veces los contertulios televisivos opinan sobre si una señorita de fama efímera es prostituta o asistente social. Se enfadan tremendamente porque dicha señorita afirmó estar embarazada cuando no lo estaba. Les parece inmoral. Como si el hecho en sí no fuera una consecuencia directa del circo de monstruos que tienen montado ellos ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Nadie se resigna a no tener opinión. Nadie, ningún contertulio de ninguna tertulia de ningún medio de comunicación, se encoge alguna vez de hombros y dice: "No tengo ni idea". Y sería revolucionario. Sería de agradecer. Porque no es posible tener opinión sobre todo. A veces los contertulios televisivos opinan sobre si una señorita de fama efímera es prostituta o asistente social. Se enfadan tremendamente porque dicha señorita afirmó estar embarazada cuando no lo estaba. Les parece inmoral. Como si el hecho en sí no fuera una consecuencia directa del circo de monstruos que tienen montado ellos a diario. Pero ocurre que otras veces las tertulias circenses se centran en asuntos infinitamente más graves. La semana pasada, una criatura cuyo rostro nos es dolorosamente familiar aparece muerta en un depósito de aguas. Pocas horas después del hallazgo las televisiones montan el tenderete. Dos periodistas de un nuevo programa de desaparecidos que dicen seguir el caso Donovan desde hace meses no se conforman con ser periodistas y adoptan poses detectivescas: con frases misteriosas hacen ver que saben más de lo que dicen y que hay secretos que pronto serán del dominio público. Dejan caer algunos datos: el temperamento agresivo del padre, la inestabilidad mental del niño, lo difícil que se le hacía a ese niño vivir tras la separación de sus padres. Uno no sabe qué aportan esas informaciones, ni qué es lo que pretenden que deduzca el espectador, pero al igual que siempre me ha parecido increíble que haya espontáneos que vayan a la puerta de los juzgados a insultar a presuntos asesinos, me resulta indignante que los periodistas se dediquen a sembrar la duda sobre personas inocentes sin medir las consecuencias. Sea el padre del niño como fuere (es un asunto privado), la autopsia parece indicar que todo se debió a un accidente. Pero, claro, lo sugerido ahí queda. Todos los padres se sienten, con razón o no, culpables cuando muere un hijo. Qué derecho tiene nadie a aumentar esa culpa tan íntima. Pero da la impresión de que hay una gran desilusión general porque, mientras no se demuestre lo contrario, aquí no hay asesino. Lo que hay, como siempre, es gente que no calla, que carece de valentía para reconocer que no tiene ni idea.

Sobre la firma

Archivado En