OPINIÓN DEL LECTOR

Un día de futbol

Recuerdo que cuando era pequeño, mi padre me llevaba los domingos al partido, al estadio. Lo recuerdo con cariño como si de una fiesta alegre y divertida se tratase.

El carnet, el bocadillo, la bufanda, un sinfín de recuerdos que hacía que todo se convirtiera en una especie de sueño.

El pasado domingo quise volver a vivir esos sueños, pero ahora yo como padre y con el orgullo que se obtiene al ver a tu hijo con la ilusión reflejada en los ojos de un niño de ocho años. Qué equivocado estaba. El sueño se transformó en pesadilla. Mi intención era llegar pronto al estadio Bernabéu pa...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Recuerdo que cuando era pequeño, mi padre me llevaba los domingos al partido, al estadio. Lo recuerdo con cariño como si de una fiesta alegre y divertida se tratase.

El carnet, el bocadillo, la bufanda, un sinfín de recuerdos que hacía que todo se convirtiera en una especie de sueño.

El pasado domingo quise volver a vivir esos sueños, pero ahora yo como padre y con el orgullo que se obtiene al ver a tu hijo con la ilusión reflejada en los ojos de un niño de ocho años. Qué equivocado estaba. El sueño se transformó en pesadilla. Mi intención era llegar pronto al estadio Bernabéu para no tener aglomeraciones ni agobios, pero un fornido policía me lo impidió en la calle y tuve que esperar que la aglomeración que se produjo en la entrada de la torre D (por la que minutos antes entraron los seguidores del Atleti) me rodeara y me hiciera temer porque le aplastaran. Ya dentro del estadio tuve que comprobar ante mi espanto que un descerebrado con placa de seguridad cacheara a mi hijo. Mi indignación subía por momentos y se lo hice saber al jefe de seguridad, que me indicó una puerta del estadio donde podía reclamar.

Pero me faltaba lo peor: al llegar al vomitorio, otro fornido policía (éste ya con casco y porra en la mano) me impedía el acceso a los asientos, momentos en los que se produjo a nuestras espaldas una algarada y un reparto de porrazos. Ya no pude más y me encaré al velador de la seguridad con casco y porra exigiéndole la presencia de un oficial, que afortunadamente me permitió llevar a mi hijo al asiento.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En