Cartas al director

Una guerra corta

A lo largo de la espontánea entrevista que se le realizó en el programa El Tercer Grado, la primera dama-candidata nos regalaba una extraña media sonrisa de labio estirado cada vez que era preguntada por asuntos como la marea negra del Prestige o el posible ataque contra Irak. Este matrimonio Aznar -pensé-, que era presuntamente normal, que encarnó deliberadamente el triunfo de la gente normal (quizá demasiado normal para ser verosímil), cada vez me parece más siniestro. ¿Por qué sonríen de repente ante cosas que no tienen gracia ni han sido tratadas de forma cómica?

Andab...

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A lo largo de la espontánea entrevista que se le realizó en el programa El Tercer Grado, la primera dama-candidata nos regalaba una extraña media sonrisa de labio estirado cada vez que era preguntada por asuntos como la marea negra del Prestige o el posible ataque contra Irak. Este matrimonio Aznar -pensé-, que era presuntamente normal, que encarnó deliberadamente el triunfo de la gente normal (quizá demasiado normal para ser verosímil), cada vez me parece más siniestro. ¿Por qué sonríen de repente ante cosas que no tienen gracia ni han sido tratadas de forma cómica?

Andaba yo metido en estas cavilaciones cuando de pronto le oí decir a nuestra primera dama que la guerra de Irak al menos iba a ser corta. Luego se dio cuenta de que había dicho lo que pensaba, que era justo lo que no tenía que decir, y trató de enmendarlo insistiendo machaconamente en que nadie desea una guerra. Y a medida que lo repetía se iba advirtiendo que esa frase continuaba con un pero que daba la vuelta a lo dicho anteriormente, pero que pronto desaparecía de su discurso para instalarse en el labio y estirarlo en forma de extraña sonrisa. La guerra iba a ser corta. Son tantas las ventajas del progreso técnico que ahora no hay que soportar tediosos años de guerra, y un día tras otro el telediario lleno de cadáveres. Ahora obtienes los mismos resultados pero en mucho menos tiempo.

Para eso están las armas de destrucción masiva, los marines y los cazas que el trasnochado Lula ha decidido no comprar. Estando tan a favor del progreso, francamente, no entiendo por qué se dice de ella que es una mujer ultraconservadora.

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