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El exceso de tensión marca el 'derby'

Hasta Vicente del Bosque, maestro de la moderación, se llevó su tarjeta amarilla. El de ayer fue uno de esos partidos que apelan a los instintos más selváticos. Una de esas experiencias lúdicas que someten a los jugadores a las tensiones primitivas. Metidos 22 tipos en un rectángulo demasiado estrecho para garantizar su convivencia armónica, se impone la selección natural. Es preciso que haya bajas.

De otra forma, no se explican ciertas conductas poco razonables, como la de Helguera en su expulsión, o la de Fernando Torres, empecinado en provocar a los madridistas. Además de presionar a...

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Hasta Vicente del Bosque, maestro de la moderación, se llevó su tarjeta amarilla. El de ayer fue uno de esos partidos que apelan a los instintos más selváticos. Una de esas experiencias lúdicas que someten a los jugadores a las tensiones primitivas. Metidos 22 tipos en un rectángulo demasiado estrecho para garantizar su convivencia armónica, se impone la selección natural. Es preciso que haya bajas.

De otra forma, no se explican ciertas conductas poco razonables, como la de Helguera en su expulsión, o la de Fernando Torres, empecinado en provocar a los madridistas. Además de presionar a Hierro como un veterano de mil refriegas, aparte de propinar una patada a Figo en la espinilla, el delantero rojiblanco se permitió la desfachatez de interrumpir una jugada de ataque del Atlético para buscar a Roberto Carlos y tirarle un caño nada más comenzar el encuentro. No lo consiguió, pero a punto estuvo.

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La gente, en las gradas, contagiaba agresividad, con el Frente Atlético y los Ultrasur en plena inflamación. En este clima, y teniendo en cuenta lo que se jugaba su equipo, Helguera salió al campo como es de ley: comprometido hasta la coronilla. Llegó a medirse con Torres una vez y dejó en evidencia la bisoñez del delantero birlándole una pelota. Iba camino de completar una gran noche, pero el penalti que se le pitó a Roberto Carlos en el minuto 11 debió de desequilibrarlo. Helguera se puso furioso con Daudén Ibáñez, el árbitro. Parecía que se lo iba a comer y Hierro intervino para apartarlo. Cuando el partido volvió a su curso, Helguera tuvo la mala suerte de estar demasiado caliente para soportar con serenidad que le pisaran su territorio. Cuando Javi Moreno recibió de espaldas frente a su zona, se lanzó a por él. Quizás en estas décimas de segundos no pudo controlar el impulso. No le inducía la razón, sino el instinto de supervivencia. Eso que con una metáfora se denomina orgullo. Daudén Ibáñez le mostró la roja y Helguera se fue a la ducha dejando al Madrid en la agonía.

Es paradójico que a Helguera lo traicionara la misma cosa que ayuda a ganar partidos como los de ayer: su caracter competitivo. No por nada, los que sacaron al Madrid adelante fueron tipos que, más allá de su excelencia técnica, son inmunes a la adversidad: Figo y Zidane dominaron la situación con calidad y testosterona. El portugués y el francés se tomaron su primer derby como algo personal. Zidane dejó a Raúl solo un par de veces y estuvo en el origen de los dos tantos que convirtió Figo. Primero, inició el contragolpe que resolvió Figo. Luego, dio el pase del penalti a Roberto Carlos para que el luso convirtiera el 2-1. Claro que, finalmente, Alberti colocó el 2-2 con la colaboración involuntaria de Casillas.

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