Tribuna:COYUNTURA NACIONAL

Previsiones de inflación

La inflación se situó en diciembre en el 4%, frente al 2,7% un año antes. Parece, por tanto, que el pasado año fue mucho peor que el anterior, pero esta primera impresión es sólo aparente. En realidad, la inflación media anual, más representativa que la de un solo mes, fue en 2002 del 3,5%, una décima menos que la de 2001. La razón fundamental de que el IPC de diciembre de 2002 haya sido mucho peor que el de un año antes es el distinto comportamiento de los precios de la energía, cuya tasa anual cayó desde el 11,2% en diciembre de 2000 al -10% un año más tarde, para volver a aumentar de nuevo ...

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La inflación se situó en diciembre en el 4%, frente al 2,7% un año antes. Parece, por tanto, que el pasado año fue mucho peor que el anterior, pero esta primera impresión es sólo aparente. En realidad, la inflación media anual, más representativa que la de un solo mes, fue en 2002 del 3,5%, una décima menos que la de 2001. La razón fundamental de que el IPC de diciembre de 2002 haya sido mucho peor que el de un año antes es el distinto comportamiento de los precios de la energía, cuya tasa anual cayó desde el 11,2% en diciembre de 2000 al -10% un año más tarde, para volver a aumentar de nuevo hasta el 5,7% en diciembre de 2002. En cambio, la llamada inflación subyacente, mejor indicador para analizar la tendencia de los precios que el IPC total, acabó el año con una tasa tres décimas inferior a la de un año antes y con una tendencia a la baja.

Los modelos de previsión apuntan a una desaceleración de los precios a partir de febrero

A pesar de estas matizaciones, el pasado año hay que calificarlo de pésimo en cuanto al comportamiento de los precios, pues inicialmente se daban casi todas las condiciones para que la inflación se hubiera situado en torno al 2,5%. Sin embargo, nada logró frenar la avalancha de aumentos de precios que se nos vino encima ya desde el mismo mes de enero, en el que los diversos gobiernos, con el del Estado a la cabeza, nos regalaron más de medio punto de inflación con las subidas impositivas y de tasas y precios públicos, como el transporte. Vinieron luego las nuevas subidas del precio del petróleo y, sobre todo, el efecto euro. El redondeo causó efectos llamativos en algunos productos populares durante los dos o tres primeros meses del año, pero su impacto inicial no fue de más de dos o tres décimas. Lo peor sucedió después, a partir de la primavera, cuando los distribuidores al por menor del vestido y calzado, de los alimentos, turismo, ocio y hostelería, por citar los sectores más llamativos, aprovecharon la desaparición de la peseta para revisar los precios finales y mejorar sus márgenes.

Pero el euro se ha introducido también en otros 11 países y su efecto ha sido limitado. El problema aquí es que la demanda ha seguido relativamente fuerte, alimentada por una política monetaria muy expansiva y una política fiscal que se lava las manos y, sobre todo, que los mercados distan mucho de funcionar en un marco de transparencia y competencia. Aquí es donde se echa en falta la actuación del Gobierno.

El problema ahora es evitar la espiral inflacionista precios-salarios-precios que puede desatarse. Mientras se toman medidas de más calado, el Gobierno debería utilizar todo el poder de intervención que aún le queda (inspecciones y campañas publicitarias incluidas) para frenar la inflación, y los empresarios de ciertos sectores, dar muestras de mayor responsabilidad. Por su parte, los sindicatos ya han dado muestras de la suya al aceptar de nuevo aumentos salariales moderados en los próximos convenios.

Al menos, las previsiones no son malas. A no ser que los precios del petróleo vuelvan a darnos disgustos, los modelos de previsión apuntan a una notable desaceleración de la inflación a partir de febrero (en enero todavía deberemos soportar un aumento), hasta alcanzar una tasa del orden del 3,2% en la primavera y acabar el año aproximadamente en esta cifra. En los gráficos adjuntos pueden verse estas previsiones detalladas por grandes componentes del IPC.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).

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