El síndrome 'Club de la comedia'

Presas últimamente de la influencia televisiva, algunos grupos y cantantes españoles llevan una temporada adecuando el modo de interpretar su música a un formato que recuerda al de los cómicos americanos, tipo Seinfield, y tratan de buscar cierta complicidad con el público, basada en el humor y en el contacto directísimo con los espectadores, como el programa televisivo El club de la comedia. Ni que decir tiene que a algunos les va bien y a otros no les pega ni con cola. En esta situación anda ahora el catalán Albert Pla, quien en sus últimas actuaciones en Madrid optó por mezclar su de...

Presas últimamente de la influencia televisiva, algunos grupos y cantantes españoles llevan una temporada adecuando el modo de interpretar su música a un formato que recuerda al de los cómicos americanos, tipo Seinfield, y tratan de buscar cierta complicidad con el público, basada en el humor y en el contacto directísimo con los espectadores, como el programa televisivo El club de la comedia. Ni que decir tiene que a algunos les va bien y a otros no les pega ni con cola. En esta situación anda ahora el catalán Albert Pla, quien en sus últimas actuaciones en Madrid optó por mezclar su descarnada poesía musicada con paseos entre el público, acudiendo a explicarles literalmente en la cara lo que, francamente, no necesita explicación. Canciones como Mi novia es una terrorista, Lola, el bar de la esquina o La dama de la guadaña no requieren más fuerza que la de las propias palabras, el modo naïf en que Pla las interpreta y la escueta atmósfera musical que las recubre de modo natural. Buscar carcajadas adicionales sólo sirve para desvirtuar el sentido primigenio de unos textos que dan que pensar, porque cuestionan la mayor parte de los valores establecidos.