Columna

Haciendo justicia

Pido disculpas. Creo haber escrito alguna vez que la gran aportación del director general de la RTVA a la segunda modernización era el redescubrimiento de los Hermanos Calatrava. Qué injusto he sido. Una convalecencia frente al televisor me ha convencido esta semana de que mereció la pena la personal interpretación que Chaves hizo del "cambio tranquilo" al poner la tele pública en manos de su portavoz, sin ningún complejo. En los últimos tiempos no se para de hablar de libros en la sobremesa de Canal Sur. Eso sí, se trata de todo un monográfico sobre las memorias de María Jiménez y sus denunci...

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Pido disculpas. Creo haber escrito alguna vez que la gran aportación del director general de la RTVA a la segunda modernización era el redescubrimiento de los Hermanos Calatrava. Qué injusto he sido. Una convalecencia frente al televisor me ha convencido esta semana de que mereció la pena la personal interpretación que Chaves hizo del "cambio tranquilo" al poner la tele pública en manos de su portavoz, sin ningún complejo. En los últimos tiempos no se para de hablar de libros en la sobremesa de Canal Sur. Eso sí, se trata de todo un monográfico sobre las memorias de María Jiménez y sus denuncias de adulterio, sin duda de gran interés público.

Todo esto viene sucediendo en un engendro que convierte en arte y ensayo las alternativas de sobremesa de los canales comerciales; es decir, de los que tienen que financiarse por sí mismos, sin cargo a presupuestos. Un tal Bravo inunda la pantalla todo el día y da un gran salto al final de la tarde destrozando una de las pocas esperanzas que nos queda a los andaluces: que nos termine salvando, al menos, el cambio generacional. Ya no se lleva, por lo visto, lo de ridiculizar ancianas haciéndoles contar sus noches de boda, sino fomentar la visión de la juventud faltosa que ocupa en exclusiva un programa inimaginable llamado, para variar, Bravo por la amistad. A eso se le llama fomentar pautas positivas de conducta entre la juventud.

Pues todo esto, y otras lindezas más, nos va a costar a los andaluces 129 millones de euros el próximo año, según informaba recientemente la edición nacional de este periódico. Desde luego, seguiremos siendo región Objetivo 1 de la Unión Europea, pero no nos perdonamos un lujo. Ya está bien de martingalas. No tiene sentido verter más basura en las ondas. Y, menos aún, subvencionada.

La defensa de estos bodrios se basa en supuestas razones profesionales que no lo deben de ser tanto. Si tan profesionales fuesen quienes la dirigen al menos habrían conseguido equilibrar gastos e ingresos. Aún así, no hubiera merecido la pena: no tiene sentido contemplar un servicio público como un mero asunto mercantil. Y, menos, en una región con tantas carencias culturales como Andalucía.

Más nos valdría que se olvidaran de las audiencias y de la publicidad, financiaran RTVA directamente con cargo a los presupuestos y se lanzaran de una vez a hacer una televisión realmente pública: no una "televisión para intelectuales", como se suele repetir últimamente con indisimulado desprecio desde la RTVA, sino una televisión con contenidos exclusivamente de interés público. Aunque la vea mucho menos público, al menos, no haría mal a nadie. En el mundo sobran modelos positivos entre los que elegir. Sólo se trata de reflexionar y optar.

No existe argumento más falaz y simplón que el de considerar que Canal Sur es necesario "porque le gusta a la gente". A la gente, que yo sepa, también le gusta las gambas y el jamón y no creo que haya nadie, en su sano juicio, que pretenda subvencionar su consumo.

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Al menos, digo yo, no convendría hacerlo, aunque sólo sea por no levantar escándalos, mientras estemos entre los Objetivo 1 de las ayudas de la Unión Europea.

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