Reportaje:FÚTBOL | Internacional

Camacho vuelve a sudar

El ex seleccionador español ficha por el Benfica tras cuatro meses y 29 días de abstinencia futbolística

Cuatro meses y 29 días ha aguantado José Antonio Camacho, ex seleccionador español, la vida sin fútbol. Llegó el Benfica y Camacho se dijo basta ya de conferencias, entrevistas humanas, televisión, seminarios periodísticos y todas esas cuestiones que distan tanto del fútbol como los hooligans distan del arte.

Si a Camacho le costó aceptar las inevitables condiciones de su trabajo al frente del equipo nacional -fútbol sincopado, falta de tensión cotidiana...- resulta fácil entender que al técnico murciano se le atragantara la tranquilidad absoluta de un retiro dorado. El Benfica, ...

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Cuatro meses y 29 días ha aguantado José Antonio Camacho, ex seleccionador español, la vida sin fútbol. Llegó el Benfica y Camacho se dijo basta ya de conferencias, entrevistas humanas, televisión, seminarios periodísticos y todas esas cuestiones que distan tanto del fútbol como los hooligans distan del arte.

Si a Camacho le costó aceptar las inevitables condiciones de su trabajo al frente del equipo nacional -fútbol sincopado, falta de tensión cotidiana...- resulta fácil entender que al técnico murciano se le atragantara la tranquilidad absoluta de un retiro dorado. El Benfica, que llegó ayer a un acuerdo con él para sustituir a Jesualdo Ferreira probablemente hasta 2004, no es hoy por hoy una gran alternativa: es un equipo con más pasado que presente, con escasa proyección europea y con los habituales problemas económicos de los clubes que han dejado muchos pelos en la gatera. Tampoco la Liga portuguesa es hoy por hoy una de las que enamoran en Europa a pesar de la magnifica producción de jugadores en los últimos decenios, habituados como tantos otros a buscar el triunfo en el extranjero.

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Pero, ciertamente, las posibilidades de grandeza son escasas para la extensa nómina de entrenadores internacionales. Las expectativas se reparten entre el habitual eje España-Italia-Inglaterra -Alemania es más centrípeta respecto a los banquillo- o el exotismo de las selecciones que pagan mucho, pero condenan más que salvan.

Camacho no puede entrar en el segundo paquete: es joven, 47 años, y está acostumbrado a triunfar -el Rayo Vallecano, el Espa-nyol y el Sevilla cumplieron con él sus expectativas posibles-, pero ha tropezado como tantos otros con la enorme piedra filosofal de la selección, que tiene de lo mejor, pero nunca está entre las mejores.

Seguramente a Camacho le habría gustado volver a los banquillos españoles, pero no hay ninguno disponible que le pueda interesar. Frente a ello ha prevalecido el pedigrí del conjunto lisboeta, un clásico del fútbol portugués, en una Liga que apenas resume en un póker de equipos los aspirantes al título: Oporto, Sporting, Benfica y otro.

Popularizado por su espíritu racial, sus camisas sudorosas, su escasa vocación para rodear los problemas a fin de resolverlos, Camacho se lleva a Portugal el espíritu del ciclón. El mismo ventarrón que le hizo renunciar al Real Madrid, en 1998, el equipo de su vida, 22 días después de su contratación, por asuntos internos. De momento, ya ha dejado su primera frase, digna de su diccionario particular: "Vengo a ganar". Tres palabras escuetas, de las suyas, sin demasiada literatura, directas, que puestas en su boca sobrevuelan lo que tienen de convencionales.

Ésa ha sido una de sus caracterìsticas y quizá de sus ambiciones: hacer importante lo obvio, hacer sagrado lo sencillo, es decir la voluntad, la testosterona, la insolencia en un campo de juego.

En plena efervescencia de la psicología en el fútbol, Camacho tira de su pequeño librillo, ése que recoge la vida cotidiana en su versión más cruda: esto me gusta, lo cojo; esto no me gusta, me voy, sea el Rayo Vallecano o el Madrid, el Espanyol o la selección.

En tales condiciones, Camacho siempre pensó, desde que abandonó el cuadro nacional, que quizá la decisión más oportuna para su futuro sería emigrar, tomar aire en otro país, con otros futbolistas, con otros medios de comunicación, con otros dirigentes..., ni mejores ni peores, sencillamente distintos.

Portugal, aquí al lado, era una buena manera de salir, un lugar al que ya emigró el alemán Jupp Heynckes, cuando abandonó el Madrid, y el galés John Toshack, con idéntico recorrido. Ningunó triunfó sonadamente, pero tampoco fracasó. En Camacho deposita ahora el Benfica su resurreción deportiva. Y Camacho se encuentra, a cambio, con el triunfo sobre el síndrome de abstinencia que le aquejaba desde hace cuatro meses y 29 días.

El pasado miércoles coincidieron Camacho y Javier Clemente, junto a Iñaki Sáez, el actual seleccionador, en una conferencia en Bilbao. Entonces ya se había desvelado el interés del Benfica por hacerse con los servicios de Camacho. Él no lo negó y reconoció que es un club apetecible. A instancias de los periodistas, Clemente tampoco ocultó que respondería afirmativamente si le propusieran entrenar al equipo del estadio de la Luz. Resultaba curioso ver a dos ex seleccionadores disputándose el mismo destino. Algo les unía: probablemente, los dos no pueden vivir sin fútbol, como protagonistas, como profesionales, día a día.

Finalmente, Camacho ha sido el elegido porque, según el presidente del Benfica, Luis Felipe Vieira, reúne todos los requisitos que quieren para el puesto: "Va a liderar la restauración que nuestro club tiene que hacer imperiosamente en su departamento de fútbol profesional". En su opinión, "tiene el perfil perfecto para asumir las responsabilidades del equipo". "Es un técnico que puede ser muy bien recibido en el Benfica y en nuestro fútbol", concluye.

Camacho sabe lo que se juega: llega, en plena temporada, a un fútbol distinto de un país distinto, a un club que no está bien: tercero, a siete puntos del líder, Oporto, pero para él ser tercero es algo así como ser penúltimo. Allí se va a encontrar con una galaxia de jugadores lusos, brasileños, angoleños, argentinos, uruguayos, croatas, húngaros... Exquisitos y problemáticos como Zahovic o viscerales como Bossio. Un plantel al que tendrá que moldear con mano de albañil y no de santo.

José Antonio Camacho.EFE

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