Editorial:

Barça-Madrid

Si no se entiende que sucesos como los ocurridos en el último partido de Liga entre el FC Barcelona y el Real Madrid atentan contra el espíritu deportivo del fútbol, dañan su imagen y tienden a convertir este deporte de masas en un peligroso escenario bélico, será difícil impedir que vuelvan a repetirse, sea en el Camp Nou o en cualquier otro estadio. Pero si quien no lo entiende es el presidente de un club y máximo representante de su masa social, la cosa alcanza tintes preocupantes.

Más grave todavía que el lanzamiento de objetos contundentes, por parte de una minoría de hinchas barce...

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Si no se entiende que sucesos como los ocurridos en el último partido de Liga entre el FC Barcelona y el Real Madrid atentan contra el espíritu deportivo del fútbol, dañan su imagen y tienden a convertir este deporte de masas en un peligroso escenario bélico, será difícil impedir que vuelvan a repetirse, sea en el Camp Nou o en cualquier otro estadio. Pero si quien no lo entiende es el presidente de un club y máximo representante de su masa social, la cosa alcanza tintes preocupantes.

Más grave todavía que el lanzamiento de objetos contundentes, por parte de una minoría de hinchas barcelonistas cuando Figo se disponía a lanzar un córner, es el capote que les echó el presidente del Barça, Joan Gaspart. En vez de actuar en su condición de máximo responsable de la entidad, Gaspart se puso del lado de esta minoría, olvidándose de los deberes más elementales de un directivo, entre ellos dar ejemplo de comportamiento cívico y deportivo, democrático en suma, a su afición y mirar por los intereses generales de su club, puestos en peligro por la actuación de esos energúmenos. El presidente del Barça ni dio el ejemplo que se le exigía por su cargo ni ha defendido los intereses el club frente a quienes con su actitud han deteriorado su imagen y pueden provocar el cierre del Camp Nou, de acuerdo con la calificación como de "graves o muy graves" que inicialmente ha hecho el Comité de Competición de los sucesos del sábado.

El síndrome Figo -sentimiento de agravio por la marcha del jugador al Real Madrid-puede estar presente entre los aficionados, pero no se concibe que gravite todavía sobre la presidencia del Barça, que debería actuar lejos de un frustrante victimismo. Sin la actitud de Gaspart, la violencia del pasado sábado en el Camp Nou habría quedado en lo que realmente fue: la actuación de una minoría frente a la inmensa mayoría de aficionados que se comportó deportivamente.

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