FÚTBOL | 2ª fase de la Liga de Campeones

La mejor estampa milanista

Después de 16 años al máximo nivel, Maldini aún es la referencia de su equipo

Paolo Maldini, el jugador incombustible, es el único superviviente del Milán que diseñó Sacchi y que ahora dirige otro de sus predilectos, Carlo Ancelotti, cuya función en aquel equipo resultaba decisiva, aunque su nombre siempre estuviera debajo de Van Basten, Rijkaard, Gullit, Baresi o Donadoni. Pero cuando se le preguntaba a los entrenadores por Ancelotti, la respuesta era unánime: un excelente futbolista. Así que era un jugador para entrenadores que ha terminado como entrenador. No podía ser de otra manera. Y ha acabado en su sitio natural, en el Milan, después de una accidentado paso por ...

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Paolo Maldini, el jugador incombustible, es el único superviviente del Milán que diseñó Sacchi y que ahora dirige otro de sus predilectos, Carlo Ancelotti, cuya función en aquel equipo resultaba decisiva, aunque su nombre siempre estuviera debajo de Van Basten, Rijkaard, Gullit, Baresi o Donadoni. Pero cuando se le preguntaba a los entrenadores por Ancelotti, la respuesta era unánime: un excelente futbolista. Así que era un jugador para entrenadores que ha terminado como entrenador. No podía ser de otra manera. Y ha acabado en su sitio natural, en el Milan, después de una accidentado paso por la Juve, donde nunca logró sobreponerse al legado de Marcello Lippi.

Maldini y Ancelotti son los eslabones que unen al Milan con su mejor pasado, el más temido por el Madrid. Todo comenzó después de la catarsis que significó el descenso a Segunda División mediados los años ochenta, a causa de un asunto de soborno. A la presidencia del club accedió Silvio Berlusconi, que tenía un plan para el club y otro para él, íntimamente ligados. Berlusconi olfateó con precisión las impresionantes posibilidades del fútbol como trampolín social y político. Para que fuera un trampolín de verdad, había que triunfar, y mejor con algo grande y novedoso. Lo grande estuvo en la contratación de tres holandeses irrepetibles: Gullit, Rijkaard y Van Basten. Lo novedoso fue un entrenador casi desconocido, forjado fuera de los terrenos naturales del fútbol, sin un pasado como jugador. Se llamaba Sacchi y había dirigido al Parma hasta la Primera División. El resto es historia, y nadie ha sacado mejor provecho de ella que Berlusconi, primer ministro de Italia por la gracia del fútbol.

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Maldini fue uno de los principales protagonistas de aquel proceso extraordinario. Hijo de Cesare Maldini, dos veces campeón de Europa en los años sesenta, ha superado a su padre de punta a punta. Con unas condiciones físicas espectaculares, a su 1,85 añadió muy pronto una gran velocidad y una determinación defensiva que muy pronto le sirvió para ganarse la fama de mejor lateral izquierdo del mundo. Nadie sufrió tanto esta consideración como Michel, que siempre se encontró con problemas ante el ágil y poderoso Maldini, imbatible en el uno contra uno y casi insuperable en el juego aéreo. En su apogeo, la contribución del lateral del Milan se extendía al juego de ataque, donde su producción no era cualquier cosa. Gracias a su potencia, sus incursiones resultaban temibles para los equipos rivales.

Con Sacchi, y después con Capello, ganó títulos y todo el prestigio que se puede conceder a un futbolista. Tenía además estampa, lo que en Milán es un plus. Con el tiempo, el equipo sufrió las erosiones que determinan el final de los ciclos: Gullit envejeció, Van Basten se lesionó, Donadoni perdió velocidad, Ancelotti se retiró y Baresi no pudo sostener más la formidable defensa que dio fama al Milan. A Maldini, que debutó en Primera División con 17 años, le tocó encabezar una difícil transición. Hasta Berlusconi había volado. Su interés estaba en la política, como todo el mundo sospechaba.

Se dijo del defensa italiano que debería suceder a Baresi como central, posición en la que ha jugado frecuentemente, y razonablemente bien, pero no hasta el punto de convertirse en el jugador que todos esperaban. A veces, ha tenido que aguantar decisiones sorprendentes, como aquella manía que le dio a Capello de situarle como lateral derecho, donde Maldini naufragó. Sin embargo, su calidad ha resistido las malas épocas del equipo y el paso de los años. Puede que no sea el defensa veloz de sus mejores días, pero todavía está vigente: maneja el cuerpo como pocos defensas, cabecea con decisión y disfruta de los desafíos del fútbol. El sábado detuvo a Vieri con tanta categoría que fue designado el mejor del partido. Después de 16 años en el máximo nivel del fútbol, Maldini no sólo es la referencia sentimental del equipo que hoy se enfrentará al Madrid, sino un futbolista capaz de hacer su trabajo mejor que la mayoría de los defensas más acreditados del mundo.

Maldini, en un partido con el Milan.ASSOCIATED PRESS

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