Reportaje:FÚTBOL | Undécima jornada de Liga

Nadie las tiene todas consigo

El Barça y el Madrid afrontan con recelo el partido del Camp Nou por su falta de fiabilidad, expresada en la tabla y el juego

El clásico llega más desbravado que de costumbre al Camp Nou. Tanto el Barça como el Madrid han procurado que el partido dormite y se cuidarán muy mucho de no despertarlo hasta saber si es niño o niña, que es lo mismo que asegurarse de qué lado caerá el triunfo. Más que temor, se impone la mesura, por no decir la prudencia, pues ni uno ni otro son hoy equipos fiables, como así queda dicho en la clasificación: los blancos, que suman dos puntos más, son quintos, y los azulgrana, décimos.

Hasta Ronaldo, referente de los futbolistas mediáticos que piensan más en cómo celebrar los goles que ...

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El clásico llega más desbravado que de costumbre al Camp Nou. Tanto el Barça como el Madrid han procurado que el partido dormite y se cuidarán muy mucho de no despertarlo hasta saber si es niño o niña, que es lo mismo que asegurarse de qué lado caerá el triunfo. Más que temor, se impone la mesura, por no decir la prudencia, pues ni uno ni otro son hoy equipos fiables, como así queda dicho en la clasificación: los blancos, que suman dos puntos más, son quintos, y los azulgrana, décimos.

Hasta Ronaldo, referente de los futbolistas mediáticos que piensan más en cómo celebrar los goles que en meterlos, ha retirado la bravata que le guardaba a Van Gaal por proclamar que no le quería en su equipo. Y Zidane, el más universal, se ha caído por la lumbalgia, una lesión tan humana que hasta parece desmerecer a un crack. Por no hablar ya de la ausencia de los capitanes, Hierro y Luis Enrique, dos jugadores que ponen de muy mal humor a las hinchadas.

Gaspart y Van Gaal han tenido que recordar a la afición su importancia en una cita que siempre excitó al barcelonismo
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Al recelo mutuo, y puede que también a un cierto escepticismo, ha contribuido igualmente la facilidad con la que los grandes acostumbran a neutralizarse en este tipo de enfrentamientos -a excepción precisamente del Barcelona- frente a la épica que deparan los partidos que después libran en los campos de los débiles. Nadie presume de nada. Ninguno las tiene todas consigo. Un terreno que reduce la contienda a un asunto futbolístico, aspecto que parece favorecer más las expectativas madridistas, pese a que ninguno ha encontrado aún un plan de juego estable, o, al menos, no ayuda nada a los barcelonistas, que necesitan del campo como locales que son.

Si hay un partido en el que el Camp Nou es un factor determinante es el de hoy -el Madrid lleva 19 años sin ganar un encuentro de Liga en el estadio y sólo cuenta un triunfo este año en terreno ajeno-, de ahí que tanto el presidente como el técnico del Barça insten a la hinchada a acudir para dar calor al equipo. Por una vez han tenido que recordarla su importancia en un partido que siempre excitó al barcelonismo.

Ocurre, sin embargo, que desde el estruendo que provocó el regreso de Figo, cualquier ambientación parece menor. Ronaldo no significa lo mismo que Figo para el Barça. Con el tiempo, la militancia culé ha perdido intensidad por la falta de identificación con el equipo y con el club y su significado. En el Barça se murmura tanto o más del entrenador y del presidente que de los futbolistas mientras que en el Madrid se supone que si el equipo no va es porque a los jugadores no les da la gana.

Del Bosque llega al Camp Nou con el problema Ronaldo, un futbolista cuyo mundo parece entrar en conflicto con el universo madridista, representado por Raúl. Pero no hay adversario, sobre todo por sus disfunciones defensivas, ni sitio más oportuno para resolver ese conflicto que el Camp Nou, una cancha que sabe mucho del juego explosivo del brasileño. En el calendario de Ronaldo y del Madrid el partido de hoy está marcado en rojo. La baja de Zidane, ciertamente, le resta capacidad para desequilibrar al rival, pero a cambio el Madrid gana simetría con Solari.

La ausencia del francés, por otra parte, obligará a Van Gaal a reorganizar su maquinaria destructiva. El técnico quería blindar su alineación para contener al rival y dar entrada a Riquelme, circunstancia que perjudicaba a Saviola, fatigado por su viaje a Japón con la selección. La lesión de Zidane, sin embargo, le da alguna opción al pibito en detrimento de un defensa o de un medio. Riquelme está llamado a ser el hombre del partido para el Barça. Llegada la hora de la verdad, el técnico parece dispuesto a olvidarse de las dos medias puntas y entregarse a la estrella. Quiere Van Gaal un equipo orientado y creativo y, al tiempo, racial, con futbolistas rabiosos, que vayan al límite, una vez que el Madrid le ha quitado la patente de tener a los mejores artilleros del mundo. Puesto que ha sido incapaz de remontar un gol, la consigna es marcar primero y oxigenar la grada, que ha visto cómo Osasuna y Atlético sacaban un empate del Camp Nou. Frío por fuera -las directivas almorzarán sin la presencia de Gaspart-, el estadio estará lleno y caliente por dentro. Llegada la hora, el clásico despertará.

Saviola y Zidane, en el suelo, durante el enfrentamiento Barça-Madrid de la temporada pasada.VICENS GIMÉNEZ

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