Reportaje:GESTIÓN Y FORMACIÓN

El reto de la formación continua

Las empresas españolas están a la cola de Europa a la hora de ofrecer cursos a sus empleados

Sólo el 27,5% de las empresas españolas proporciona formación a sus empleados. Es un dato recogido en el libro La educación profesional en España, de los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez, que muestra que las empresas españolas aún están lejos de sus competidoras europeas en esta cuestión.

La formación durante toda la vida se ha convertido en una necesidad, tanto para no perder el tren profesional como para adaptarse a un entorno cada vez más cambiante y no perder la capacidad de mantenerse empleado. Eso vienen diciendo desde hace años gran parte ...

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Sólo el 27,5% de las empresas españolas proporciona formación a sus empleados. Es un dato recogido en el libro La educación profesional en España, de los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez, que muestra que las empresas españolas aún están lejos de sus competidoras europeas en esta cuestión.

De 12 países europeos analizados, España sólo está mejor que Portugal. Esta clasificación está liderada por Dinamarca, Suecia y Holanda

La formación durante toda la vida se ha convertido en una necesidad, tanto para no perder el tren profesional como para adaptarse a un entorno cada vez más cambiante y no perder la capacidad de mantenerse empleado. Eso vienen diciendo desde hace años gran parte de los expertos y han tomado nota de ello tanto la Unión Europea como los gobiernos de los 15 países que la forman.

Las que no parecen tenerlo tan claro aún son las empresas españolas, que están a la cola de Europa cuando de ofrecer formación a sus empleados se trata, según un análisis recogido en el libro La educación profesional en España, editado por la Fundación Santillana, ligada al Grupo PRISA, editor de este diario.

De los 12 países europeos analizados (ver cuadro), sólo Portugal (22% de las compañías) está más abajo que España. Esta lupa europea eleva el porcentaje de empresas españolas que forma a sus empleados, bien a través de cursos específicos, bien con otras herramientas, al 36%. La clasificación, que se ha hecho con datos del año 1999, está liderada por Dinamarca (96%), Suecia (91%), Holanda (81%) y Noruega (86%).

A pesar de estos datos, el número de empresas que se preocupan por mantener actualizados a sus trabajadores está aumentando en los últimos años en España, pues en 1993, un momento de crisis, ese porcentaje se quedaba en el 27%. Los autores consideran que esa evolución se puso en marcha hace "10 o 15 años".

Cuando la lupa que se aplica es española -la de la Encuesta de Formación Profesional Continua, que también se incorpora a esta radiografía de la formación profesional-, ese porcentaje de empresas españolas desciende hasta el 27,5%, con el mismo año 1999 como referencia.

Industria y servicios a la par

Este segundo análisis permite identificar qué sectores están más concienciados con esta cuestión: las empresas más grandes, tanto del sector servicios como de la industria, que registran porcentajes similares (29,3% y 28,9%, respectivamente). Sin embargo, el único pleno, donde todas las empresas dan esta oportunidad a sus empleados, lo registran las empresas del sector de la construcción, con más de 1.000 trabajadores. Los porcentajes superan el 90% entre las compañías de todos los sectores de actividad con una plantilla de más de 500 trabajadores, mientras que las de menos de 25 no llegan en ningún sector al 30%.

La gran diferencia está entre el sector público y el privado. El 43,4% de los asalariados de la Administración ha recibido cursos de formación durante el año pasado, mientras que en el sector privado ese porcentaje desciende hasta el 18,9%. Otra gran diferencia, que subraya Juan Carlos Rodríguez, está en las empresas donde los sindicatos son fuertes, que son "las que dan más formación". Lo mismo ocurre en las que tienen una cultura más participativa.

En cuanto a los empleados, son los más cualificados los grandes beneficiarios de los cursos, en parte porque las empresas entienden que son los que mejor provecho sacarán de las enseñanzas y, cada vez más, porque se entiende la formación como parte del salario, como una recompensa. Y, por supuesto, los empleados de plantilla, frente a aquéllos que no tienen una relación tan estable con la empresa, son quienes más probabilidades tienen de ser formados. La gran mayoría de los agraciados (más del 80%) considera útil este tipo de experiencias.

Para los autores del estudio, el problema no es tanto de cantidad como de calidad. "No necesariamente más formación es mejor", subraya Rodríguez, para quien la gran duda es si esa formación cumple con sus objetivos. "La gran mayoría de las empresas no tiene mecanismos de evaluación [de la formación]", asegura este profesor asociado de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. El texto subraya que tampoco está claro que haya mejorado la planificación de los cursos.

Aunque el porcentaje de empresas que ofrecen formación es aún modesto en comparación con la mayoría de los hermanos europeos, no cabe duda de que "las empresas españolas dedican una notable cantidad de recursos a la formación de sus trabajadores", tanto de forma directa (cursos, profesores, instalaciones) como indirectos (costes laborales), concluye el texto.

La formación continua bebe fundamentalmente de subvenciones. En primer lugar se nutre de las cuotas que aportan empleados y empresas a través de sus respectivas cotizaciones y que gestionaba el Forcem -hoy Fundación Tripartita-y, por otro, a través del Fondo Social Europeo. Más de 100.000 empresas reciben financiación para formar a sus empleados a través de este organismo, donde se sientan sindicatos, asociaciones empresariales y Administración. En esta cuestión también se echa en falta un mayor control. De hecho, el Tribunal de Cuentas ha detectado múltiples irregularidades en la gestión de esos fondos (más de 600 millones de euros anuales) entre 1996 y 1998.

"No tenemos ni idea de si esa cantidad enorme de dinero está produciendo resultados", asegura Juan Carlos Rodríguez. Una vez más, la dificultad está en la evaluación.

Un sistema entre la educación y el mercado

Si hay una cosa que tienen clara los autores de La educación profesional en España, los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez, es que la formación profesional española es un cúmulo de experiencias variadas más que un sistema claramente estructurado. Su conclusión es que se trata de un "híbrido", una amalgama de "piezas ensambladas entre sí como por arte de bricolaje". Esta situación, ni buena ni mala, se repite en otros países. En España coexisten formalmente tres subsistemas: la formación profesional reglada, en la órbita educativa y que cuenta con casi 500.000 estudiantes, según la previsión del Ministerio de Educación para este curso; la continua, que mueve una cantidad importante de dinero, y cuyo objetivo es garantizar la actualización de los conocimientos de los empleados, y la ocupacional, que busca devolver a los parados al mercado laboral. La multitud de experiencias y agentes que participan en esta formación es, para los autores, un reto que no se arregla con leyes ni grandes acuerdos. Su solución pasa por cuatro: "luz y taquígrafos", disposición a experimentar, elaboración de un sistema sencillo y flexible y experiencias prácticas.

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