CARTAS AL DIRECTOR

Una política laboral y familiar justa

Leo con desconfiada satisfacción que la Comisión Europea insta a España a poner en marcha medidas para conciliar vida laboral y familiar. Prometedor. Me pregunto, no obstante, hasta qué punto se lo tomarán en serio nuestros políticos, es decir, si plantearán políticas efectivas y posibles o se limitarán, como hasta ahora, a consolarnos con medidas insuficientes e ineficaces. Un poquito insultantes, incluso. Sin embargo, países de nuestro entorno como Holanda disfrutan de un marco de derechos sociales y laborales que funciona, que respeta a las personas y sus necesidades y que, desde luego, hac...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Leo con desconfiada satisfacción que la Comisión Europea insta a España a poner en marcha medidas para conciliar vida laboral y familiar. Prometedor. Me pregunto, no obstante, hasta qué punto se lo tomarán en serio nuestros políticos, es decir, si plantearán políticas efectivas y posibles o se limitarán, como hasta ahora, a consolarnos con medidas insuficientes e ineficaces. Un poquito insultantes, incluso. Sin embargo, países de nuestro entorno como Holanda disfrutan de un marco de derechos sociales y laborales que funciona, que respeta a las personas y sus necesidades y que, desde luego, hace prosperar el país: no sólo tiene un sistema social muy avanzado, sino que Holanda es uno de los países más prósperos del mundo en el terreno económico. Vivo en Holanda con mi marido y mi hijo. En este país puedo pedirle a mi jefe un contrato a tiempo parcial para estar con mi hijo sin que mi empleo se vea amenazado. Puedo solicitar del Ayuntamiento ayudas para poder alquilar o comprar una casa sin empeñarme el resto de mi vida. Tengo derecho a una subvención para pagar una guardería para mi hijo si quiero trabajar. Mi marido, que es investigador, puede dedicarse a su trabajo y disfrutar de derechos tan básicos como el acceso a la Seguridad Social en las mismas condiciones que cualquier otro trabajador, vacaciones pagadas o un sueldo digno. Desde luego, hubiéramos preferido estar en España, conjugando nuestra vida familiar con nuestra vida laboral, pero eso, que en general es muy complicado en nuestro país, es absolutamente imposible si se tiene la desgracia de ser investigador; si, desafortunadamente, se posee un currículo extraordinario, logrado tras muchos años de estudio y formación altamente cualificada. Así, pues, muy a nuestro pesar, hemos hecho las maletas. Yo he renunciado a mi vida laboral en España. Mi marido ha tenido que renunciar a una beca posdoctoral española porque ésta no sólo le daba derecho a acceder a una prestación por desempleo o jubilación, por ejemplo, sino que no se puede vivir con ella en el extranjero de ninguna manera dada su exigua cuantía económica. Pero, como dijo una feliz diputada del PP: 'La labor de los becarios de investigación no puede considerarse un trabajo porque no es un trabajo'. Menos mal que en ningún otro país civilizado piensan así sus políticos. Ahora vivimos con un contrato holandés que permite una vida digna, vacaciones pagadas, Seguridad Social, derechos sociales y familiares. No debería sorprendernos tanto que la natalidad en España sea tan baja; que la ciencia que se produce en España esté por debajo de la producción extranjera y -lo que es más penoso- que la de los españoles en el extranjero; que los jóvenes no se independicen (a pesar de que las viviendas, aunque caras, 'las pueden pagar', según nuestro feliz ministro de Fomento. Que la Comisión Europea, en fin, inste a nuestros políticos a hacer algo al respecto. Sigo esperando una reacción de verdadera política de nuestros gobernantes.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En