Columna

Puyol, un defensa para defender

Acosado por una hinchada defraudada, ninguneado por una sociedad civil siempre ventajista, dejado de la mano de Dios por nuñistas y cruyffistas, apremiado por una prensa voraz y burlado por todos sus rivales, Joan Gaspart dejó de levitar como presidente del Barça para ejercer de vicepresidente (o director general), y se presentó en el Camp Nou con Carles Puyol cogido de los pelos, igual que cuando regresó de Milan con Kluivert o escondió a Romario en Llavaneras.

Aun cuando la renovación de Puyol difícilmente ayudará al presidente a capitalizar la institución, pues Gent del Barça ...

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Acosado por una hinchada defraudada, ninguneado por una sociedad civil siempre ventajista, dejado de la mano de Dios por nuñistas y cruyffistas, apremiado por una prensa voraz y burlado por todos sus rivales, Joan Gaspart dejó de levitar como presidente del Barça para ejercer de vicepresidente (o director general), y se presentó en el Camp Nou con Carles Puyol cogido de los pelos, igual que cuando regresó de Milan con Kluivert o escondió a Romario en Llavaneras.

Aun cuando la renovación de Puyol difícilmente ayudará al presidente a capitalizar la institución, pues Gent del Barça más que un carnet parece una invitación, sí se presenta como un cambio de orientación que le permitirá vivir en paz por un tiempo. Incapaz de jugar al ataque, Gaspart ha procurado ponerse a salvo con el mejor de los defensas, convertido expresamente en símbolo de un barcelonismo que más que expandirse, resiste.

Puyol da credibilidad, autoestima, militancia y, sobre todo, aporta defensa, imprescindible en unos momentos en que el Barcelona se siente débil, acosado, desorientado, superado, alejado de las esencias que le llevaron a ser un club de vocación ofensiva incomparable y mundialmente reconocido como bien quedó expresado en los homenajes al equipo de Les Cinc Copes y al del Dream Team.

Necesita el Barcelona de una buena defensa, y Puyol se la da porque representa los valores que conviene poner a buen recaudo: puesto que la junta no sabe fichar, hay que procurar al menos que no se vayan los futbolistas de los que presume y el contrario quiere quitarle; una vez que los mercenarios le han abandonado, es menester apostar por los jugadores que rinden y no se rinden, que dignifican a la empresa hasta el punto que aceptan cobrar por incentivos, y ya se sabe que Puyol y Luis Enrique son íntimos; en tiempos en que el negocio del fútbol ha generado una clase social como la de los agentes, es bueno fiarse de quien tiene por intermediario a un amigo de toda la vida, como en el caso es Ramon Sostres; y ahora que los cracks quieren actuar a la carta, se agradece gente que juegan con dolor y cuyo entusiasmo se impone a cualquier criterio técnico.

Puyol es el retrato de las ganas de jugar a fútbol, de la nobleza, la fidelidad y el compromiso bien entendido ('No creo que venga ningún equipo a por mí con 180 millones de euros; y si viene, yo les aconsejaré que cojan el dinero: que no sean tontos'), tanto que no hace falta ponerle una cláusula de rescisión a su contrato. Hombre de bien y de palabra, trabajador, catalán e identificado con la causa culé, Puyol se ofrece ahora como icono de un barcelonismo que desde hace un tiempo perdió la bandera azulgrana y sustituyó la senyera por el pañuelo de la rabia. Siendo un jugador de talla internacional, a día de hoy Puyol vale más como barcelonista que como futbolista.

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