Reportaje:FIN DE SEMANA

Comares, una atalaya blanca

Vistas de la costa malagueña desde un pueblo de trazado morisco

Encumbrado en su montaña, Comares parece estar casi suspendido sobre el abismo. Aunque se sitúa a pocos kilómetros de la masificada costa malagueña, sus empinados accesos han permitido que esta villa de la Axarquía haya conservado la tranquilidad. Una plazoleta da la bienvenida al visitante. Desde su balcón mirador aún se respira la frescura de la brisa marina, pero ya no se percibe la agitación del turismo costero. Ante la vista se abre un amplio paisaje de barrancos, montes de encina y cultivos de olivo, vid y frutales, entre los que se reparten cortijos.

El trazado urbano se reparte ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Encumbrado en su montaña, Comares parece estar casi suspendido sobre el abismo. Aunque se sitúa a pocos kilómetros de la masificada costa malagueña, sus empinados accesos han permitido que esta villa de la Axarquía haya conservado la tranquilidad. Una plazoleta da la bienvenida al visitante. Desde su balcón mirador aún se respira la frescura de la brisa marina, pero ya no se percibe la agitación del turismo costero. Ante la vista se abre un amplio paisaje de barrancos, montes de encina y cultivos de olivo, vid y frutales, entre los que se reparten cortijos.

El trazado urbano se reparte sobre un alargado cerro, cuya función de oteadero ha marcado la historia más remota del pueblo. Desde su fundación, en el siglo III antes de Cristo, la población se asentó en el llamativo peñón para aprovechar su importancia estratégica, además de la abundancia de fuentes y manantiales. Su inaccesibilidad lo convirtió en el baluarte privilegiado que ejerció el control sobre la costa malagueña y los productivos valles del interior. Tras los íberos, fueron señores los militares romanos, cuyos herederos finalmente claudicaron ante las huestes de los caudillos árabes. Y, en 1487, las tropas de los Reyes Católicos entraron al lugar. Hoy, la población de Comares se distribuye entre los descendientes de este belicoso pasado y los extranjeros que han escogido este lugar para echar raíces.

Paseo entre paredes encaladas

Hay que internarse en el empinado trazado para descubrir su irregular diseño morisco de callejones encalados y arquerías engalanadas con flores. El casco urbano se extiende desde la iglesia, en un extremo del peñasco, hasta los restos de la antigua fortaleza, hoy reconvertida en cementerio. Dominándolo todo, el castillo moro, del que a duras penas se conservan sus dos torreones. Sorprende el estilo constructivo, que usa rocas menudas y argamasa, como testimonio de que su resistencia ante los asedios descansaba más en el carácter inexpugnable de la orografía que en la técnica empleada por los constructores del alcázar. Los comareños llaman a la fortaleza la Tahona, quizá por deformación del termino árabe taha, que significa comarca. No en vano desde el mirador del castillo la vista se ensancha ante el panorama de la Axarquía, la sierra de Tejeda al norte, el valle del Benamargosa al este y el Mediterráneo al sur.

Además del castillo, merecen una visita detenida, por su interés histórico-artístico, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, recientemente restaurada, y el aljibe árabe, situado en el cercano cerro de Mazmullar y declarado monumento histórico-artístico en 1931. La iglesia parroquial de la Encarnación es de principios del siglo XVI, de estilo gótico mudéjar. Exhibe en su interior un bello artesonado en el presbiterio y la nave central. Y cuenta con la capilla del Sagrario, construida en 1721, con una singular cúpula rococó.

Pero el monumento más notable es el propio pueblo. Callejeando por el barrio alto -las calles Principal, del Perdón y de la Iglesia- se hace evidente la huella de casi 800 años de cultura islámica. Entre el caserío y en las tierras próximas se han encontrado monedas y otros restos arqueológicos, algunos vinculados al caudillo árabe Omar ven Hafsum. Este muladí tuvo su cuartel general en las cercanas ruinas de Bobastro y extendió sus dominios hasta la costa malagueña. En el escudo del pueblo aparece el rey de Granada Boabdil el Chico y el aljibe de la meseta de Mazmullar.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Un sinfín de leyendas se pueden leer en los paneles que ilustran el recorrido por las calles y plazas. Pero estas historias se reflejan también en la música más típica de Comares, los verdiales, uno de estos secretos que esperan a quienes se acerquen hasta este rincón de la Axarquía.

GUÍA PRÁCTICA

Dormir y comer

- La Atalaya (952 50 92 08). Las Encinillas, s/n. Comares. En el casco urbano. La doble, 42,07. En el restaurante, menús desde 15.

- El Molino de los Abuelos (952 50 93 09). Plaza del Generalísimo, 3. Comares. Hotel y restaurante rural en una antigua fábrica de aceite. La doble, entre 33 y 75,15 euros. Menú, entre 15 y 25 euros.

- Casa de las Piedras (952 50 56 54). Casa rural. Banco, 11. Comares. La doble, 57,10 euros.

Información

- Ayuntamiento de Comares (952 50 92 33).

- www.andalucia-online.net.

Archivado En