Rehenes del motín de Fontcalent destacan 'el buen trato' que les dispensó un cabecilla de la revuelta

Varios de los rehenes -seis funcionarios, dos maestros y dos monitores, en total- del motín de la cárcel de Fontcalent de 1990, han destacado en su declaración ante el tribunal el 'buen trato' que les dispensó uno de los cabecillas de la revuelta, el preso Manuel Pinteño. En la vista oral del caso, que se celebra en la Audiencia de Alicante, este procesado asumió la autoría del inicio la insurrección motivada, según él, por los malos tratos y vejaciones que sufrían los internos.

No obstante, en el juicio, a tenor de las declaraciones de los funcionarios, ha quedado patente que el motín ...

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Varios de los rehenes -seis funcionarios, dos maestros y dos monitores, en total- del motín de la cárcel de Fontcalent de 1990, han destacado en su declaración ante el tribunal el 'buen trato' que les dispensó uno de los cabecillas de la revuelta, el preso Manuel Pinteño. En la vista oral del caso, que se celebra en la Audiencia de Alicante, este procesado asumió la autoría del inicio la insurrección motivada, según él, por los malos tratos y vejaciones que sufrían los internos.

No obstante, en el juicio, a tenor de las declaraciones de los funcionarios, ha quedado patente que el motín lo inició el preso Antonio Cortés Escobedo, primer encausado y, a su vez, cuñado del Pinteño. Cortés Escobedo fue quien amenazó con un pincho a dos funcionarios cuando iban a sacarlo de su celda al patio. Luego, el procesado, tras encerrar en su celda a los funcionarios, abrió las puertas al resto de reclusos del módulo 4.

Uno de los funcionarios retenidos declaró que, inicialmente, él y el resto de rehenes fueron confinados en la celda con las manos atadas con cuerdas. 'Cuando llegó pinteño, ordenó que nos desataran', dijo este empleado. En su declaración, Pinteño argumentó así su decisión: 'Si estaba reivindicando mejores condiciones para los presos, tenía que ser consecuente con el trato a los rehenes'. El procesado también subrayó que frenó el ímpetu inicial de los amotinados y los disuadió de su intención de asaltar el módulo de mujeres y menores.

Este funcionario subrayó que la relativa libertad de movimientos de la que gozaron durante el cautiverio les posibilitó poner fin a la revuelta, al mediodía de la tercera jornada de motín. 'Aprovechando que los cinco últimos presos que aún permanecían amotinados estaban en una celda, los encerramos', comentó.

La maestra de la cárcel declaró que Pinteño cumplió la promesa de liberarla a las 21 horas del primer día de revuelta -el motín comenzó a las 10 horas del día 12 de noviembre de 1990-. La testigo reconoció que al ser liberada Pinteño le pidió excusas por el cautiverio.

Un interno, C. F., que fue agredido con pinchos y golpeado en la cabeza con una barra de hierro por un grupo de presos amotinados, aseguró que Pinteño puso fin al linchamiento: 'Me salvó la vida', enfatizó.

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Sin embargo, otro funcionario resaltó que Pinteño comenzó a perder el liderazgo de la revuelta a raíz del asesinato de un interno argelino, al anochecer del primer día de la algarada. Testigos, entre ellos funcionarios y presos, imputan la autoría del crimen a Antonio Cortés y, al menos, otros cuatro procesados. El cadáver presentaba 22 heridas, varias mortales. 'Tras el asesinato del argelino, Cortés tomó las riendas del motín', aseveró el testigo.

Los funcionarios que declararon ayer, al igual que los de la jornada del lunes, revelaron que los sistemas de seguridad de la cárcel fallaron al inicio del motín. 'Tres días antes, comuniqué a la dirección la confesión de un preso a otro funcionario alertándole de un inminente motín, pero nadie hizo caso', subrayó un funcionario.

La vista oral sigue hoy con las calificaciones definitivas de las partes. El fiscal pide, inicialmente, penas entre los 36 y 179 años para los 20 procesados.

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