Columna

Candidatos

Ya puede Rafael Blasco desgañitarse con los socialistas porque le afean su poco edificante política de adjudicaciones, ya puede amenazarles con ventilar los trapos sucios de un pasado que le obligaría a él mismo -aunque de eso no parece darse cuenta- a no ser consejero de Bienestar Social. Lo suyo forma parte de un ruido que no va a ceder, de un acompañamiento estruendoso que tendrá puntos álgidos, pero el protagonismo se desplaza -se ha desplazado ya- hacia otros espacios, singularmente ajenos al Consell y al Parlamento. Las elecciones del próximo mes de mayo congregan a dos candidatos jóv...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Ya puede Rafael Blasco desgañitarse con los socialistas porque le afean su poco edificante política de adjudicaciones, ya puede amenazarles con ventilar los trapos sucios de un pasado que le obligaría a él mismo -aunque de eso no parece darse cuenta- a no ser consejero de Bienestar Social. Lo suyo forma parte de un ruido que no va a ceder, de un acompañamiento estruendoso que tendrá puntos álgidos, pero el protagonismo se desplaza -se ha desplazado ya- hacia otros espacios, singularmente ajenos al Consell y al Parlamento. Las elecciones del próximo mes de mayo congregan a dos candidatos jóvenes -uno tiene 40 años y el otro, 43-, sin responsabilidades actuales en las instituciones autonómicas, muy rodados en sus respectivos partidos y con un pronóstico que se cierra un poco cada día. Francisco Camps y Joan Ignasi Pla se acusan mutuamente de falta de capacidad, de estar condicionados, uno por Zaplana, el otro por una crisis interna que cada día se disipa más. Pero ese tipo de ataques forma parte de la rutina, del ruido partidista inevitable. El caso es que uno de los dos se sentará, después del 25 de mayo, en el Palau de la Generalitat y no dará lo mismo que sea uno u otro, aunque esté asegurado que el próximo titular del despacho de la calle de Caballeros hablará valenciano (hecho que resultaría banal con otros precedentes). Soy capaz, por ejemplo, de imaginarme a Camps como presidente, y también a Pla. Incluso estoy seguro de que uno y otro sorprenderían a sus detractores con un criterio y una iniciativa que ahora les regatean. Soy también capaz de imaginar a Pla sentado al frente de la oposición en el hemiciclo de las Cortes. Me cuesta, sin embargo, entrever a Camps en ese banco. Si el PP pierde las elecciones, será otro tipo de ruido el que emitan sus portavoces y sus estructuras, un alboroto poco confortable para sus dirigentes. La cuestión es que Camps y Pla quieren ganar, necesitan hacerlo, pero uno de ellos no puede permitirse perder. Tal vez por eso la utilización de Canal 9 superó todo lo tolerable el viernes pasado al emitir en directo durante su informativo parte de la intervención de Zaplana en la proclamación de Camps. Javier Arenas también estuvo allí para dejar bien claro que la suerte del candidato está atada a la de su mentor, como en una cordada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En