A sus anchas

Con un nuevo trabajo discográfico bajo el brazo, 8,30 A.M., regresó a Madrid Carlos Goñi, encontrándose con una sala llena de público atrapado por su modo pulcro de hacer canciones de pop eléctrico. Arrancó en solitario y con la guitarra acústica, interpretando Fuera de lugar, y los ecos de J. J. Cale se dejaron oír en la ribera del Manzanares. Tremendamente comunicativo, Goñi precedió con abundantes comentarios la interpretación de su conocido repertorio. Postuló contra el problema de la inmigración mal asimilada en Calle Mayor, en contra de la violencia doméstica en ...

Con un nuevo trabajo discográfico bajo el brazo, 8,30 A.M., regresó a Madrid Carlos Goñi, encontrándose con una sala llena de público atrapado por su modo pulcro de hacer canciones de pop eléctrico. Arrancó en solitario y con la guitarra acústica, interpretando Fuera de lugar, y los ecos de J. J. Cale se dejaron oír en la ribera del Manzanares. Tremendamente comunicativo, Goñi precedió con abundantes comentarios la interpretación de su conocido repertorio. Postuló contra el problema de la inmigración mal asimilada en Calle Mayor, en contra de la violencia doméstica en Lo que Ana ve y se acordó de Valencia a la hora de tocar San Pedro. En lo musical, Goñi estaba más entregado al principio de su concierto a un rock más rasposo y vivo, en el que tocó más que bien la única guitarra que sonaba en su banda. Pero, a medida que el concierto avanzó, su tradicional tendencia a evidenciar de dónde provienen sus influencias musicales le hizo recorrer demasiadas veces la Calle E. Es de suponer que su parentesco sonoro con Springsteen es una especie de losa que va a tardar aún mucho tiempo en quitarse de encima. Lo mejor, lo dio al final de las dos horas de concierto, cuando interpretó Pongamos que hablo de Madrid, de Sabina, y Quiero beber hasta perder el control, de Los Secretos.