Suavidad

Tranquila velada la protagonizada por el irlandés Perry Blake y los bitánicos Cousteau. El primero, trovador del siglo XXI con inercia barbitúrica a lo Leonard Cohen, interpretó, acompañado de un guitarrista, los temas de su primer álbum homónimo, y si bien este último tiene componentes francamente atractivos debido a los suaves ambientes y la maravillosa y susurrante voz de Blake, lo cierto es que en formación de dúo acústico Perry es más susceptible de ser disfrutado en las distancias más cortas; por ejemplo, en el salón de la casa de uno y con un máximo de cinco espectadores. Menos mal que ...

Tranquila velada la protagonizada por el irlandés Perry Blake y los bitánicos Cousteau. El primero, trovador del siglo XXI con inercia barbitúrica a lo Leonard Cohen, interpretó, acompañado de un guitarrista, los temas de su primer álbum homónimo, y si bien este último tiene componentes francamente atractivos debido a los suaves ambientes y la maravillosa y susurrante voz de Blake, lo cierto es que en formación de dúo acústico Perry es más susceptible de ser disfrutado en las distancias más cortas; por ejemplo, en el salón de la casa de uno y con un máximo de cinco espectadores. Menos mal que solo tocó veinte minutos, porque la audiencia podría haber sufrido un ataque de narcolepsia colectiva.

No es que el ritmo aumentase con Cousteau, pero al menos la labor y el sonido de un grupo de cinco músicos sí tenían suficientes matices como para no producir modorra en el espectador. Ayudaron la excelente voz del solista Liam McKahey, alumno aventajado de Bowie, los hermosos dibujos con sabor a blues elegante de la guitarra de Robin Brown y, sobre todo, unas magníficas composiciones que recuerdan a Burt Bacharach despojado de la orquesta y revestido de grupo eléctrico. De entre ellas, cabe resaltar las crepusculares y románticas Have you seen her y She don't hear you prayer, canciones con las que concluyeron una actuación de hora y media, dejando al público absolutamente embelesado.