Reportaje:REPORTAJE

Luiz Inázio Lula: la obligación de ser moderado

Se lo ha puesto difícil a sus adversarios Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato teóricamente más radical de cuantos compiten a la presidencia de Brasil en las elecciones del domingo próximo. Como si los papeles se hubieran invertido, el otrora izquierdista se comporta hoy como el más moderado entre los moderados, lo que desespera a José Serra, el candidato oficialista, el político del centro, que se presenta como antídoto a cualquier aventura política. Con el lema propagandístico: 'Lulinha paz y amor'. 'Lula no usa un lenguaje de confrontación ni con los militares, en un país donde los confl...

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Se lo ha puesto difícil a sus adversarios Luiz Inácio Lula da Silva, el candidato teóricamente más radical de cuantos compiten a la presidencia de Brasil en las elecciones del domingo próximo. Como si los papeles se hubieran invertido, el otrora izquierdista se comporta hoy como el más moderado entre los moderados, lo que desespera a José Serra, el candidato oficialista, el político del centro, que se presenta como antídoto a cualquier aventura política. Con el lema propagandístico: 'Lulinha paz y amor'. 'Lula no usa un lenguaje de confrontación ni con los militares, en un país donde los conflictos sociales se multiplican día tras día. En su afán de capturar al electorado del centro, se muestra cada vez más conservador', replican desde el cuartel general de Serra.

El PT es un partido constitucional con experiencia en los Gobiernos de los Estados y Ayuntamientos. Ha dejado una impronta de autoridad y de rectitud

En el nuevo reparto de papeles, los rivales de Lula le llegan a acusar, incluso, de conservador. 'Trata de cooptar a la derecha y abandona progresivamente el discurso del cambio. Una de dos, o frustrará a las bases tradicionales del partido, que abogan por cambios radicales, o decepcionará a los nuevos aliados que está consiguiendo', fustiga José Roberto Afonso, coordinador del programa económico de Serra.

Los gestos y el renovado discurso no podían darle mejores réditos al aspirante del Partido de los Trabajadores (PT). A una semana de los comicios, los sondeos dan por descontado un triunfo de Lula en la primera vuelta. A estas alturas, la esperanza de los asesores de Serra es que Lula no logre la mayoría absoluta de votos el 6 de octubre y que ambos candidatos tengan que enfrentarse en un segundo turno tres semanas después. Ahí las cosas cambiarán, pronostica Afonso, porque la batalla final será cuerpo a cuerpo. Hasta ahora, Lula no ha entrado en peleas electoralistas. En los dos debates que se han realizado entre los cuatro principales candidatos ha estado al margen de las disputas que libraron Serra y Ciro Gomes, candidato del Partido Popular Socialista (PPS), con lo que el líder del PT reforzó la imagen de estadista por encima de la de candidato.

Sólida delantera

Por encima de cualquier interpretación hay un dato que habla cuando se observa el sólido liderazgo de Lula en los sondeos: el 80% dice abiertamente que quiere un cambio. En los círculos políticos y financieros de toda América observan con atención, con lupa casi, los avatares de la campaña electoral brasileña. Los interrogantes suelen apuntar hacia una sola dirección. ¿Es real el esfuerzo de modernización del PT? ¿O simplemente Duda Mendonça lo maquilló? ¿Lula es Felipe González? ¿Es el Tony Blair de los años noventa? ¿Representa el viejo populismo revestido de izquierda? El ex ministro argentino de Economía y candidato a las próximas elecciones presidenciales de Argentina Ricardo López Murphy lanzó estas preguntas ante un selecto auditorio de empresarios reunido esta semana en Buenos Aires. A la hora de dar su respuesta, el político liberal se refirió al paralelismo que algunos establecen entre la subida de Lula en las encuestas y la fuerte caída de la cotización del real con el dólar, que ha llegado hasta 3,78, cifra récord de los últimos ocho años. 'Si Lula es el de siempre, el dólar está barato, regalado incluso. Si cambió de verdad, entonces está muy alto', afirmó López Murphy.

Un cambio en el timón de Brasil no es una cuestión menor. El gigante de América Latina -17 veces más extenso que España y con 170 millones de habitantes- es un continente dentro de un continente, que si entrara en aguas turbulentas sacudiría a toda la región. López Murphy lo describe gráficamente: 'Un país como Brasil, desquiciado o en orden, es la cara o la cruz para Argentina'.

¿Asusta Lula?

A los mercados financieros sí, a juzgar por los pronósticos catastrofistas de algunos bancos de inversiones, por la inestabilidad de la moneda y la escalada del índice que mide el riesgo del país. Diversos analistas y el propio Gobierno brasileño insisten en que los vaivenes tienen más relación con maniobras especuladoras que con las encuestas favorables a Lula. Y recuerdan que hace tres meses el banco estadounidense de inversiones Goldman & Sachs inventó el lulómetro, para medir, a partir de un supuesto modelo matemático, las variaciones del mercado en función de las expectativas de voto de Lula. Algunos agoreros vaticinaban en junio que si el PT ganaba las elecciones el dólar alcanzaría la cota inédita de 3,04 reales a finales de octubre. Por el contrario, el pronóstico señalaba que la cotización se estabilizaría en 2,5 reales si el vencedor era José Serra. En enero, el dólar se cambiaba a 2,3 reales. Estamos a finales de septiembre, las elecciones todavía no se han celebrado, el dólar se cotiza a 3,7 reales y Brasil no se ha hundido.

'Es terrorismo económico', rebaten desde las filas del PT. Y la realidad no desmiente tal afirmación. A diferencia de los tres intentos anteriores, en esta campaña Lula ha ampliado el espectro de su alianza electoral. Hoy le apoyan dos ex presidentes nada sospechosos de veleidades izquierdistas como José Sarney e Itamar Franco; tiene como compañero de fórmula presidencial y candidato a la vicepresidencia a un empresario textil y líder del Partido Liberal, José Alencar, y es aplaudido por un número creciente de hombres de empresa, entre los que se cuentan algunos de los 800.000 que amenazaban en 1989 con marcharse del país si Lula ganaba las elecciones. El eterno candidato del PT esboza una sonrisa cuando dice que muchos de aquellos empresarios dispuestos al éxodo 'declararon suspensión de pagos o quebraron'.

Nadie cuestiona, ni sus más encarnizados adversarios, que el PT es un partido constitucional, con una larga experiencia de Gobierno en diversos Estados y Ayuntamientos en cuyas administraciones ha dejado una impronta de austeridad y en ningún caso de corrupción. Gobierna en 182 municipios y cinco Estados, en los que viven 50 millones de brasileños. Su estilo administrativo ya es de sobra conocido, con sus programas de salario mínimo, ayuda para escuela o vivienda, o los presupuestos participativos.

Lula, en una intervención en el club de las Fuerzas Aéreas, en Río de Janeiro, el pasado día 13.REUTERS

La transformación del PT

LA TRANSFORMACIÓN del PT tiene que ver con sus orígenes, que difieren considerablemente de otras fuerzas de la izquierda latinoamericana, según explica Marco Aurélio García, fundador del partido junto a Lula y actual secretario de Cultura del Ayuntamiento de Sao Paulo. 'A diferencia de otras dictaduras de la región, los militares brasileños (1964-1985) no adoptaron una política liberal en la economía, sino que aplicaron una política desarrollista. En una economía pujante se creó una gran base obrera, de la que surgió el PT', dice García, que desde la Ejecutiva ha sido durante muchos años el responsable de relaciones internacionales del partido.

Hacia el PT convergieron grupos de diversa procedencia ideológica. Nunca se definió como partido marxista. 'Una de las cosas que llamó la atención es la denominación de Partido de los Trabajadores, no partido socialista o revolucionario', recuerda García. 'No. Partido de los Trabajadores, nada más que eso. Estábamos los trabajadores, mucha gente de movimientos urbanos, porque Brasil tuvo una explosión urbana y una ausencia en políticas públicas también muy grande'.

El paraguas del PT cobijó a los nuevos movimientos sociales que empezaron a aparecer, -ecologista, mujeres, el nuevo sindicalismo en el área metalúrgica y el sector público-. 'Esa gente es la que constituyó el PT. Nosotros introducimos la cuestión social, que era nuestro gran reto. Estábamos saliendo del período de desarrollismo, con altos índices de crecimiento económico y una pésima distribución del ingreso. Por primera vez se constituye una agenda social en Brasil, que en otros países se existía desde hacía tiempo'.

A partir de ahí, las luchas sociales fueron en aumento en Brasil hasta las elecciones de 1989, en las que Lula, para sorpresa general, llegó a la segunda vuelta y perdió por poco.

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