Tribuna

"Control UCI"

Te despiertan dos golpes huecos en la puerta que resuenan en tu habitación. Miras el reloj. Las ocho. No puede ser; hasta las diez no desayunábamos, piensas. Pero los golpes insisten y te confirman la sospecha de que no se han equivocado.

Abres la puerta. Dos palabras: 'Control UCI'. Ya empezamos mal. Te estiras, vas desperezándote y, mientras levantas las persianas, va apareciendo ante tí el triste amanecer lluvioso sobre Córdoba.

Hoy la lluvia no es como ayer, cuando las primeras gotas sobre el campo seco te trajeron esa sinfonía de olores que tanto te gusta. Hoy, no. Hoy el dí...

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Te despiertan dos golpes huecos en la puerta que resuenan en tu habitación. Miras el reloj. Las ocho. No puede ser; hasta las diez no desayunábamos, piensas. Pero los golpes insisten y te confirman la sospecha de que no se han equivocado.

Abres la puerta. Dos palabras: 'Control UCI'. Ya empezamos mal. Te estiras, vas desperezándote y, mientras levantas las persianas, va apareciendo ante tí el triste amanecer lluvioso sobre Córdoba.

Hoy la lluvia no es como ayer, cuando las primeras gotas sobre el campo seco te trajeron esa sinfonía de olores que tanto te gusta. Hoy, no. Hoy el día es triste. Llueve y nada huele. Sigues bostezando. Te aseas con pereza, te quitas las legañas, te vistes y enfilas el pasillo arrastrando lo pies.

El ascensor parece tardar más de lo normal, pero quizá sea una impresión. Te diriges al salón Manolete del parador, lugar de la cita. Te esperan el comisario y el analista. Tú debes de ser el ciclista, aunque estás tan dormido que ni siquiera de eso estas seguro.

Das los 'buenos días' en francés por simple cortesía, por decir algo, porque los datos indican que de buenos nada. Pero no hay por qué ser pesimista. Son las ocho y media y faltan unas cuantas horas hasta media noche, por lo que todavía algo se puede enderezar.

Esperas tu turno observando los cuadros que decoran el salón. Escenas taurinas variadas, no podía ser de otra forma; España y olé. La vista se te va a dos en concreto. En uno ves cómo el toro levanta la cabeza cuando siente la punzada de las banderillas; en otro ves cómo el torero empuja con el cuerpo el estoque según se introduce en el lomo del animal.

Miras entonces al analista, con todo el instrumental preparado, y adviertes un extraño paralelismo cuando le ves acercarse al brazo inerte de tu compañero. El pánico se adueña de tí. Y falta todavía un poco para las nueve. ¡Qué día! Y sigue lloviendo, más bien diluviando.

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