El Liceo ultima un plan para llevar ópera de pequeño formato y cabaret a El Molino

El teatro del Paralelo ha sido adquirido por un grupo inversor local que lo reformará

Curiosa hermandad teatral. El Liceo, un tiempo emblema de la boyante burguesía industrial, ultima un plan, que próximamente debatirá el consorcio, para gestionar y programar El Molino, símbolo de la vieja Barcelona canalla cerrado en 1997. Tras complejas vicisitudes, el teatro del Paralelo ha sido adquirido por un grupo inversor local que ha encargado un proyecto de ingeniería para reformarlo a fondo. Desde antes del verano, los nuevos propietarios y la dirección del Liceo están en conversaciones para que la entidad lírica programe óperas de pequeño formato y espectáculos de cabaret.

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Curiosa hermandad teatral. El Liceo, un tiempo emblema de la boyante burguesía industrial, ultima un plan, que próximamente debatirá el consorcio, para gestionar y programar El Molino, símbolo de la vieja Barcelona canalla cerrado en 1997. Tras complejas vicisitudes, el teatro del Paralelo ha sido adquirido por un grupo inversor local que ha encargado un proyecto de ingeniería para reformarlo a fondo. Desde antes del verano, los nuevos propietarios y la dirección del Liceo están en conversaciones para que la entidad lírica programe óperas de pequeño formato y espectáculos de cabaret.

El Molino, que subsistía con muchas dificultades financieras desde 1993 por falta de público, acabó por echar el cierre en 1997, debido a la quiebra de la empresa que lo gestionaba. Desde entonces se han sucedido movilizaciones de los vecinos para pedir que no desapareciera del mapa de la ciudad un símbolo tan conspicuo de la golfería histórica.

Un año después de la clausura se produjo una confusa iniciativa de un promotor ruso que prometió subir el telón en 1999, tras una inversión prometida de 150 millones de pesetas. Nada de eso ocurrió: a fecha de hoy, las aspas rojas de la calle de Vilà i Vilà siguen sin girar. Pero el alcalde Joan Clos se comprometió con los vecinos de Poble Sec a tomar cartas en el asunto.

Ahora, un grupo inversor local se ha hecho con el 100% de la propiedad y ha encargado un proyecto de reforma profunda de las instalaciones, pues la sala se halla muy deteriorada tras las incertidumbres conocidas a lo largo de esta última década. La inversión privada, según han confirmado fuentes municipales, corre paralela a un acuerdo con el Liceo para que éste se haga cargo de la gestión y programación de la sala del Paralelo. El plan, que se halla todavía en fase de estudio, prevé montar en el que fue santuario de la Bella Dorita talleres operísticos para cantantes jóvenes, óperas de pequeño formato para escolares y familias, y sesiones golfas, de cabaret, que actualmente se celebran en el foyer del teatro de La Rambla. Nada que ver, pues, con los picantes espectáculos de estrellas de antaño, como Johnson, Escamillo, Pipper y Christa Leem. La salvación de El Molino, en caso de que las negociaciones en curso lleguen a buen puerto, pasa por la corrección de género: cosas de los tiempos y de las costumbres.

Desde su reinauguración, en 1999, el Liceo se halla en una fase de expansión que todavía no ha tocado techo. El número de abonados ha ido creciendo año tras año: en la actualidad alcanza los 23.000, de los 7.000 que contaba en la temporada del incendio (1993-94) y los 15.000 que congregó la primera tras la reapertura. El foyer del teatro, que es más un vestíbulo con cierta polivalencia que una sala para espectáculos propiamente dicha, se ha quedado pequeño. A las funciones escolares y familiares, por las que el ultimo año pasaron unas 48.000 personas, hay que añadir otras actividades, como conferencias previas a cada ópera de la temporada, recitales y conciertos relacionados con el título en cartel y unas sesiones golfas que han propuesto diversos montajes de cabaret. De La petita flauta màgica, exitosa versión para niños de Comediants del título mozartiano, se llevan programadas, desde su estreno el año pasado, un centenar de funciones, de las cuales cerca de la mitad se ofrecieron en el mismo foyer y el resto por diversos teatro de Cataluña y España. El Liceu de tots, por más que aumente el número de funciones -hasta 12 se programaron en junio-julio de una ópera difícil como Tristán e Isolda, con todas las localidades agotadas: eso ocurre en contados teatros europeos-, corre el riesgo de seguir pareciendo el Liceo de unos pocos, tal es el bloqueo que ha creado el muy destacable aumento de la demanda.

Una segunda sala para aliviar esta situación parece una salida lógica. La voluntad municipal de que no se pierda una sala de espectáculos histórica ha hecho confluir las dos iniciativas. Ello no significará, sin embargo, que el foyer deje de programar. Precisamente, allí se presentarán las charlas, los conciertos y los recitales más vinculados a la temporada, mientras que El Molino funcionará como una extensión para proyectos de mayor contenido pedagógico.

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La curiosa hermandad

El actual Molino fue edificado en 1916, en el solar que antes había ocupado un barracón de feria llamado La Pajarera, que a partir de 1910 se conoció como Petit Palais y más tarde como Petit Moulin Rouge. Fue con ese nombre como abrió la primera sala, que alcanzó gran esplendor en el periodo europeo de entreguerras. En 1934 se estrenó una obra luego popularísima, María de la O, de León y Quiroga, y al año siguiente tuvo lugar un celebrado mano a mano entre Carmen Amaya y Lolita Granados. Tras la guerra, El Molino perdió su rojerío parisiense, pero no el mordiente de los espectáculos en los que la vedette de turno mantenía picantes, cuando no obscenos, diálogos con el público. En la década de 1970 la sala conoció un revival progre con Christa Leem, celebrada por Joan Brossa. ¿Casa todo eso con el Liceo? Más de lo que parece a simple vista. Aunque se suele pensar lo contrario, de escenario para adentro el Liceo del empresario Pamias, antes de la constitución del consorcio (1981), tenía una decidida vocación de teatro de la parte baja de La Rambla. No hay más que cerrar los ojos y pensar en la antigua salida de artistas, por un angosto y meado pasillo en el que se ubicaba una tienda de lance, para convenir que, en el fondo, el Liceo y El Molino formaban parte de la misma vida privada de la nocturnidad barcelonesa.

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