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Vuelve la risa al Deportivo

Manuel Pablo reaparece un año después de su rotura de tibia y peroné

Como al destino le gusta el fútbol, con Manuel Pablo ha tenido un detalle: tras casi un año lesionado, le ha correspondido para su reaparición oficial el estadio Insular de Las Palmas. El mismo escenario donde Manuel Pablo (Gran Canaria, 1976) se hizo futbolista, verá hoy el choque de Copa entre el Corralejo y el Deportivo y el inicio de la segunda carrera del jugador, de ese periodo de incertidumbre que sigue siempre a una larga lesión. Aquel incansable lateral que se apropió de la banda derecha de la selección empieza de cero, obligado a vencer a su propia sombra, al recuerdo del futbolista ...

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Como al destino le gusta el fútbol, con Manuel Pablo ha tenido un detalle: tras casi un año lesionado, le ha correspondido para su reaparición oficial el estadio Insular de Las Palmas. El mismo escenario donde Manuel Pablo (Gran Canaria, 1976) se hizo futbolista, verá hoy el choque de Copa entre el Corralejo y el Deportivo y el inicio de la segunda carrera del jugador, de ese periodo de incertidumbre que sigue siempre a una larga lesión. Aquel incansable lateral que se apropió de la banda derecha de la selección empieza de cero, obligado a vencer a su propia sombra, al recuerdo del futbolista que fue y nadie sabe si podrá volver a ser.

La vida de Manuel Pablo es una risa. Hasta en el campo, cuando se le ve doblado por el esfuerzo ininterrumpido de trasegar la banda de punta a punta, la cara se le distiende en un vago gesto de alegría. Fuera del césped, se junta con Valerón, su paisano y amigo íntimo, y los días son una sucesión de carcajadas. Ni las muletas que le ayudaron a andar después de la lesión le hicieron desistir de su sonrisa. Pero cuando empezó a correr, a finales de la primavera, llegaba a casa tan dolorido que se desahogaba en lágrimas. 'Se me ha hecho muy largo', reconoce ahora con la jovialidad de siempre.

Media España se quedó lívida delante del televisor el 30 de septiembre del año pasado mientras seguía el clásico del fútbol gallego entre el Depor y el Celta. Al inicio de la segunda parte, hubo un choque fortuito entre Giovanella y Manuel Pablo, y, de pronto, un primer plano descubrió una imagen espeluznante: la pierna derecha del lateral deportivista se había doblado como si fuera de trapo. No hace muchos años, esa rotura de tibia y peroné seguramente le hubiese jubilado. La medicina actual garantizó que se recuperaría en medio año. Los cálculos más optimistas incluso aventuraban que podría llegar a tiempo de disputar el Mundial. Pero la convalecencia fue más larga de lo previsto, y en primavera, cuando empezó a correr, la mejor voluntad no enmascaraba su rictus de sufrimiento. Ni siquiera podría empezar con normalidad la campaña siguiente.

Empezó a jugar en agosto, pero con extremo cuidado, sólo en duelos contra rivales de segunda fila. Irureta no le convocó para los dos partidos de la Supercopa ni para el choque inicial de la Liga. Ha tenido que llegar la Copa y un encuentro contra un equipo de Segunda B para que Manuel Pablo pueda calibrar sus fuerzas.

Si no se recupera plenamente habrá perdido su principal recurso para el fútbol. Lo suyo siempre fue el despliegue físico, el entrenarse más que nadie para hacer de cada partido un maratón de ida y vuelta por la banda. La temporada antes de lesionarse jugó todos los partidos oficiales con el Deportivo y con la selección. Así ocurrió desde que era joven, cuando terminaba las campañas en el Las Palmas B sin perderse un sólo minuto. En aquella época conoció a Valerón, con el que compartió piso. En A Coruña son vecinos de edificio y la madre de Valerón hace la comida para ambos. Se trata de gente humilde, alegre y relajada. Gente que reza para que las cosas vayan bien esta noche en el Insular y poder reírse a gusto.

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