59ª MOSTRA DE VENECIA

Takeshi Kitano, Peter Mullan, Sam Mendes y Stephen Frears suenan como favoritos

Hermoso idilio entre Javier Bardem y Laura Morante en 'Pasos de baile', de John Malkovich

Las hermanas Magdalenas, del escocés Peter Mullan; Muñecos, del japonés Takeshi Kitano; Camino a la perdición, filme americano del británico Sam Mendes; Dirty, pretty thinks, del británico Stephen Frears, y Lejos del cielo, del estadounidense Todd Haynes, son las cinco películas que más se barajan en la rumorología de la Mostra y en las profecías de los periódicos italianos como favoritas para ganar esta noche el León de Oro. Y son, ciertamente, los más logrados filmes de un concurso que ha alcanzado una calidad media digna tirando a alta.

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Las hermanas Magdalenas, del escocés Peter Mullan; Muñecos, del japonés Takeshi Kitano; Camino a la perdición, filme americano del británico Sam Mendes; Dirty, pretty thinks, del británico Stephen Frears, y Lejos del cielo, del estadounidense Todd Haynes, son las cinco películas que más se barajan en la rumorología de la Mostra y en las profecías de los periódicos italianos como favoritas para ganar esta noche el León de Oro. Y son, ciertamente, los más logrados filmes de un concurso que ha alcanzado una calidad media digna tirando a alta.

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Las proyecciones de la sección oficial acabaron anoche con el estreno de la producción española Pasos de baile, dirigida con notable solvencia por el actor John Malkovich. Es una película inteligente, una singular mezcla de relato de amor y de thriller político, con trama argumental intrincada y arriesgada, que se deja ver mejor que bien, sobre todo en la mitad en que Javier Bardem y la italiana Laura Morante crean un magnífico idilio, resuelto por ambos con una calidad expresiva, una contención y una elegancia difícilmente superables. Por desgracia, la película no concursa.

Laura Morante es considerada aquí favorita -sin olvidar a la inmensa Julianne Moore de Lejos del cielo- para ganar esta noche la codiciada Copa Volti a la mejor interpretación femenina por su eficacísimo -pero menos dificultoso y menos logrado que el de Pasos de baile, que es maravilloso y lleno de misterio- trabajo en Un viaje llamado amor, película dirigida por efectismos y patetismos de dramón vociferante y bastante hueco por Michele Placido. En ella, Laura Morante interpreta a la escritora Sibilla Aleramo, que vivió un tormentoso amor con el poeta Dino Campana en los años veinte del siglo pasado. Interpreta al poeta Stefano Accorsi, que está siendo empujado aquí desde la prensa y la televisión para que arrebate la Copa Volti masculina a los estadounidenses Tom Hanks y Paul Newman, al francés Jean Rochefort, al inglés de raíz africana Chiwetel Ejiofor, entre otros excelentes intérpretes que realizan composiciones mucho más difíciles y convincentes que la de Accorsi. Pero el acoso ambiental y mediático al jurado puede llegar incluso al disparate de un premio para la muy vulgar Velocidad máxima, de Daniele Vicari.

Y siguió el desfile de buen cine con el notabilísimo western australiano -que tiene dentro a un extraordinario actor aborigen, David Gulpilil, merecedor también de la Copa Volti- The tracker, dirigido impecablemente por Rolf de Heer. Y está también el extraño, casi de sabor kafkiano, filme italiano La fuerza del pasado, dirigido por Piergiorgio Gay, que tiene mucha intensidad pero que no se deja ver bien del todo, porque es víctima de algunas claves políticas caseras oscuras y a veces indescifrables, o quizá tan vagas y sutiles que se escurren entre los entrelineados del diálogo y quitan fuerza a un excelente trabajo interpretativo.

El concurso se cerró ayer con una buena película coreana titulada Oasis, fuerte y dura de ver, pero que tiene dentro sinceridad, ternura y dos alardes interpretativos de primer orden, el del actor Sol Kyun-Gu y el de la actriz Moon So-Ri, que dan credibilidad a las figuras de un muchacho bondadoso y de cortos alcances, que vive casi en estado de inocencia, y que se enamora locamente -y es correspondido por ella por igual o mayor pasión- de una muchacha postrada por una terrible parálisis cerebral, que la convierte en una persona incapaz de gobernar ni un solo músculo. Nadie entiende este amor loco y los amantes son violentamente y trágicamente separados, ya que el feísmo de ese tierno y volcánico amor atenta contra las reglas estéticas de la convivencia hipócrita de una civilización salvaje y cruel, la nuestra.

Con anterioridad concursó el filme francés Un mundo casi apacible, de Michel Deville, que vuelve a dar otra de sus lecciones de cine de pura seda. En España se han estrenado La enfermedad de Sachs, que triunfó en el Festival de San Sebastián de 1999 y su magistral La lectora, de 1988, que es una obra clásica del cine europeo moderno. En su nueva película, Deville es fiel a su estilo, que es un tejido de exquisita musicalidad, en el que una docena de buenísimos intérpretes se mueven sin chocar nunca entre sí, sólo rozándose mutuamente en un tempo de adagio lleno de inteligencia y de resonancias literarias.

De izquierda a derecha, John Malkovich, Laura Morante y Javier Bardem, en Venecia.REUTERS

Actores directores

En los festivales de cine se está haciendo proverbial descubrir que hay cada vez más filmes en las que un actor salta de delante a detrás de los focos. En esta Mostra han sido tres los rostros célebres que han dado el salto: el italiano Placido en Un viaje llamado amor, el escocés Mullan en Las hermanas Magdalenas y el estadounidense Malkovich en Pasos de baile.

El italiano se escapa del desafío con un derroche de oficio y de astucia, pero sus dos colegas no se escapan del desafío, no lo eluden, sino que lo afrontan y lo resuelven a golpe de talento. Tanto Malkovich como Mullan se enfrascan, e incluso se juegan el tipo, en filmes altamente comprometidos y nada fáciles de realizar bien, pues tienen más y más recovecos argumentales y discurren por situaciones complejas.

Malkovich logra un buen y atrevido debú en su nuevo oficio, pero Mullan va mucho más lejos en su vigoroso y ejemplar puñetazo cinematográfico, lleno de coraje artístico y moral. Pero lo que más ha llamado la atención aquí fue el hecho de que, a la sombra de Clint Eastwood, que se duplicó por enésima vez delante y detrás de la cámara de su excelente Deuda de sangre, emergió otro actor de genio, Sean Penn, que ya ha dirigido otras veces, pero nunca con la maestría de su dolorida y esperanzada aportación a 11.09.02, el hermoso filme colectivo provocado por el derrumbe sobre el mundo de las Torres Gemelas.

Penn y Malkovich no concursan, pero Mullan y sus Hermanas Magdalenas sí lo hacen y, a no ser que el jurado se amedrante por la durísima reacción de los medios vaticanistas contra el filme, es inimaginable, por disparatado, que no esté en la lista de premios.

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