'Mis entrenadores disfrutan conmigo'

Estaban los de su especie en vías de extinción, cuando desde el sur (Puerto de Santa María, 1981) ha irrumpido un redentor. Regate a regate, centro a centro desde la línea de fondo, Joaquín ha devuelto la seducción por los extremos, una demarcación desterrada de los libros de estilo de los entrenadores. Asentado ya como el alma del Betis, un fijo en las agendas de futuro de los clubes grandes, Joaquín representa ahora la ilusión de la nueva selección, el equipo que mañana ante Grecia se estrena en partido oficial a las órdenes de Iñaki Sáez.

Pregunta. ¿Cómo nace el Joaquín regate...

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Estaban los de su especie en vías de extinción, cuando desde el sur (Puerto de Santa María, 1981) ha irrumpido un redentor. Regate a regate, centro a centro desde la línea de fondo, Joaquín ha devuelto la seducción por los extremos, una demarcación desterrada de los libros de estilo de los entrenadores. Asentado ya como el alma del Betis, un fijo en las agendas de futuro de los clubes grandes, Joaquín representa ahora la ilusión de la nueva selección, el equipo que mañana ante Grecia se estrena en partido oficial a las órdenes de Iñaki Sáez.

Pregunta. ¿Cómo nace el Joaquín regateador?

Respuesta. En mi barrio, en la calle, en el parque, siempre jugando con la pelota. Luego, en el colegio de mi pueblo, hasta que en juveniles pasé al Betis. Y siempre regateando. Todos me llamaban chupón y se enfadaban. Cogía la pelota y uno, y otro, y otro. No la soltaba. Y claro, a veces no me dejaban jugar.

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P. Si los niños le miraban con prejuicios por los regates, los entrenadores... ¿Cuál fue el primero que se los prohibió?

R. Valenzuela, en división de honor de juveniles. Yo jugaba a mi aire, regateando en todas partes, abusaba. Me decía que encarar era bueno, pero no en el centro del campo una y otra vez.

P. De tanto prohibir la suerte, ¿son los entrenadores los culpables de que falten regateadores?

R. A un jugador técnicamente bueno, nunca hay que quitarle lo que le gusta: encarar y esas cosas. A veces se ponen un poco pesados, pero para eso, para que se busque el regate en el área. Pero sí, los entrenadores ahora buscan más el toque, el pase, las paredes. Y no, yo creo que a un jugador nunca hay que quitarle el desparpajo con el que nace.

P. ¿El regateador es un rebelde?

R. Pues sí. A un regateador es mejor no decirle nada, porque va a seguir haciéndolo.

P. ¿Y tiene que ser un cachondo? El regate, en el fondo, es una forma de pasárselo bien.

R. Sí, claro. Desde luego mi forma de ser lo explica mucho. Yo soy un tío muy abierto, muy alegre. Y en el campo trato de divertirme.

P. Lo contradictorio del caso es que los entrenadores se cargan el puesto y ahora, le ven a usted y lo reclaman.

R. Yo sólo sé que cada entrenador que he tenido ha disfrutado conmigo y me ha puesto. Porque al final, para ganar hay que crear peligro. Y un uno contra uno en la banda, si te vas, crea peligro. Por eso no hay que despreciar la calidad y la rapidez.

P. Si lo tiene tan claro, ¿nos tranquilizamos de que nunca se irá a Italia?

R. No le tengo miedo al fútbol italiano. Otros no han tenido suerte, pero yo confío en mí. Si aquí no me quieren o no puedo triunfar, llegado el momento, me iría sin ninguna duda.

P. Pregunte a su nuevo compañero, Assunçao, tan reprimido por el tacticismo italiano que pocos sabían del futbolista que había detrás.

R. Sí, me ha sorprendido tela. Ya sé que jugaba en el Roma, pero a mí ni me sonaba. Lo he visto aquí, y ¡Dios mío!: trabaja, sí, pero además te llega y tiene un buen golpeo de balón. Va a dar que hablar.

P. ¿Por qué se ha armado tan rápidamente el Betis?

R. Porque la propuesta del entrenador gusta. A Víctor Fernández le gusta que la gente disfrute con el balón, y esos mensajes al futbolista le llegan más fácil.

P. Les ha convencido de que se puede jugar bien. Ahora queda que les convenza, incluso él mismo, de que pueden ganar títulos.

R. Tenemos que ponernos a ello. Las armas están, pero hay que convencerse.

P. Como la selección, que muy bien, muy bien, pero nunca gana nada.

R. Algún día lo conseguiremos. Llegará cuando nosotros nos creamos de verdad que podemos ganar algo.

P. ¿Cuántas veces ha soñado con el penalti que falló ante Corea?

R. Pues no muchas, no se crea. Hombre, la primera noche, sí, tiré el penalti 30.000 veces en mi cabeza. Pero lo he sabido asimilar. Además, la gente no me lo ha recordado mucho. Es curioso, salvo dos o tres que hay por ahí, fallar el penalti ha hecho que la gente me coja más cariño. La culpa se la llevó Gandhur, así que yo me libré.

P. ¿Qué ha cambiado de Camacho a Sáez?

R. Camacho era un hombre muy exigente en su trabajo. Le gustaba todo bien hecho y bien ordenado. Sáez te deja ir un poco más a tu aire, dentro y fuera del campo. Pero bueno, prácticamente tienen ideas iguales. Cada entrenador trabaja a su manera, pero al final se llega a lo mismo. El fútbol no es muy complicado. Yo, aunque soy joven, entiendo bastante. A unos les gusta tocar más o menos, pero todo se resume en atacar abiertos y defender juntitos.

P. ¿La libertad es la cualidad más apreciada por un futbolista?

R. Yo, desde luego, la necesito. En mi posición, si me quiero ir al centro, al centro, si tengo que defender, defiendo, y si me cambio de lado, me cambio. Eso de estar pegado a la banda, quieto y sin poder moverme, es como privarme de comer o de dormir.

P. O sea, que los aires de libertad de Sáez le vienen bien.

R. Sí. Siempre que no se pierda la posición a la hora de defender, la libertad es fundamental. Hay diez mil maneras de llegar, se trata de que nadie sepa cómo va a venir la jugada.

P. Pesa sobre usted el cartel de que le gusta demasiado la fiesta.

R. Soy joven. Me gusta la fiesta como a cualquiera, no lo voy a negar. Salir, disfrutar con los amigos y olvidarme un poco de lo que es todo esto. Pero yo salgo o me tomo mis copas cuando creo que procede, cuando creo que no me va a influir en mi trabajo. Salir no es malo. Tengo 21 años y también me tengo que despejar. No veo bien salir el día antes del partido, y, mientras tenga dos dedos de frente, no lo haré nunca.

P. Pero sabrá que es un sambenito, como andaluz, con el que cargará toda su vida.

R. Sí, los gaditanos y los andaluces. Nos han colgado que nos gusta el cachondeo.

P. Otro reproche: en el campo se olvida de las instrucciones.

R. Bueno, al principio me despistaba más. Y los entrenadores siempre estaban con el 'Joaquín, atento, Joaquín atento'. Pero, poco a poco, voy aprendiendo.

P. ¿En quién se miró usted?

R. En Butragueño, en Laudrup, en Stoichkov y, el último, en Figo. Es mi jugador modelo, lo he dicho siempre. De todos he ido aprendiendo. Pero ya no me fijo en nadie. Porque en realidad, yo he nacido con esta forma de jugar. Lo más importante es lo que se mama de pequeño. Y yo he jugado en arena, en hierba, en cemento, en espacios chiquititos, con árboles por medio. Aprendí teniendo que regatear al rival y al árbol.

P. El hambre es la mejor escuela de un futbolista. ¿Usted la pasó?

R. Yo vengo de una familia humilde. Pero nunca nos ha faltado de nada. Lo tuve todo: los mejores reyes, donde no faltaba un balón y una equipación , ropa, tenis nike... Pero está claro que el dinero que tenemos ahora gracias al fútbol nunca lo hemos tenido. Yo he comprado a la familia un chalé en el que mi madre nunca se imaginaba que iba a poder vivir. Mi padre tenía un bar, en un tiempo en el que un bar que abría a las seis de la mañana daba dinero. Yo también he currado allí. Me levantaba a las seis de la mañana con mi tío y con mi padre, y a poner sillas y a poner cafés.

P. ¿Cuál ha sido el futbolista que más le ha costado desbordar?

R. Roberto Carlos. Es muy fuerte. Te vas de él y lo tienes otra vez detrás. Y además es muy listo, siempre te da la banda y nunca te entra de golpe.

P. ¿Con qué jugador se entiende a las mil maravillas?

R. Con Valerón. Es un jugador que me busca mucho. Con todos, pero con Valerón veo que hay una química especial.

P. Primero fue Figo, luego Zidane, luego Ronaldo. ¿El próximo gran fichaje del Madrid será usted?

R. Mi ilusión es jugar algún día en un grande como el Madrid. El Madrid ya lo sabe. Yo ya no voy a decir nada más.

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