Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Un nuevo 'Pinocho' en Santander

La compañía Eisman Ballet Theatre cerró el ciclo de danza del 51º Festival de Santander con una renovadora y colorista versión, respetuosa con el relato original.

Tras el impacto dejado por el Hamlet ruso, la pujante compañía de San Petersburgo ofreció Pinocho, con una banda sonora en que Timur Kogan orquestó multitud de temas de Jacques Offenbach, que también tienen una variada procedencia: oberturas, arias, intermedios de ballet... y donde siempre hay un tono chispeante y alegre.

El coreógrafo Boris Eisman aquí ha cambiado de registro y abandona la metáfora de lo trágico por la siempre efectiva parábola de lo infantil. Su Pinocho se muestra respetuoso con el relato original, despreciando la sensiblera reducción a que nos ac...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tras el impacto dejado por el Hamlet ruso, la pujante compañía de San Petersburgo ofreció Pinocho, con una banda sonora en que Timur Kogan orquestó multitud de temas de Jacques Offenbach, que también tienen una variada procedencia: oberturas, arias, intermedios de ballet... y donde siempre hay un tono chispeante y alegre.

El coreógrafo Boris Eisman aquí ha cambiado de registro y abandona la metáfora de lo trágico por la siempre efectiva parábola de lo infantil. Su Pinocho se muestra respetuoso con el relato original, despreciando la sensiblera reducción a que nos acostumbró Disney, a la vez que en este entretenido y coral ballet en dos actos se contienen referencias a todos los otros grandes ballets feéricos: Coppelia (el mundo particular y misterioso de los autómatas); La bella durmiente (los encantamientos y el conjuro del mal); El hada de las muñecas (la animacion fantástica de los juguetes y el papel benefactor de un hada buena), y finalmente Cascanueces (el temerario ejército de los ratones es en Pinocho la agresiva banda de los asnos).

Se puede concluir que en todos estos ballets se establece también una lucha subliminal entre el bien y el mal y donde, finalmente, triunfa lo ejemplarizante.

Los diseños de Okúnev son deliberadamente soñadores y evocan el paraíso infantil, mientras la coreografía no descuida momentos de virtuoso lirismo, con un emotivo Alexei Turko en el papel del muñeco niño.

Archivado En