Tinto de verano | GENTE

El bajonazo

Hay personas que tienen dependencia del teléfono móvil y hacen terapias para desengancharse. Yo estoy chapada a la antigua. Estoy enganchada al fijo. Tú vas hoy en día al psiquiatra del ambulatorio, que un día que estuve hablando una hora con Bicoca mi santo quiso llevarme, y le dices que estás enganchada al fijo y no te hace ni puto caso, porque sólo existe terapia para el móvil y te dicen que la dependencia del fijo es una enfermedad de ésas no diagnosticadas. Yo sólo digo que en este campo donde mi santo me tiene secuestrada (aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión), cuando tiro d...

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Hay personas que tienen dependencia del teléfono móvil y hacen terapias para desengancharse. Yo estoy chapada a la antigua. Estoy enganchada al fijo. Tú vas hoy en día al psiquiatra del ambulatorio, que un día que estuve hablando una hora con Bicoca mi santo quiso llevarme, y le dices que estás enganchada al fijo y no te hace ni puto caso, porque sólo existe terapia para el móvil y te dicen que la dependencia del fijo es una enfermedad de ésas no diagnosticadas. Yo sólo digo que en este campo donde mi santo me tiene secuestrada (aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión), cuando tiro de agenda y elijo una víctima a la que llamar es para tirarme siquiera una hora. Si no es así, como lo siento lo digo, no me compensa. Hay noches que me acuesto y me duele la oreja y tengo que dormir boca arriba, y como mi santo también duerme boca arriba, en esas noches tengo recuerdos del futuro, de cuando estemos los dos enterrados y venga gente de todo el mundo a tirarnos flores. El dolor de oreja es uno de los efectos secundarios de la dependencia pero, lo que yo digo, se sobrelleva.

Lo bonito de la sierra es que el invierno empieza a mediados de agosto

Cuento esto porque ayer tuve un día duro. Les pinto el panorama: se puso a tronar a las cuatro de la tarde. Un frío, de verdad, inhumano. Lo bonito de la sierra, según mi santo, es que el invierno empieza a mediados de agosto. Eso los lugareños lo llevan a gala: que si aquí hay que ponerse chaquetita y que si la mantita. Muy bien, señores míos, quédense con su mantita, con su chaquetita, que yo quiero sudar, quiero gastar mis cremas de protección solar, que se me van a pudrir, quiero asarme viva. Pues eso, un frío que te cagas. Yo me puse a escribir con bufanda, como cuando con Franco. Lolo, el perro al que mi hermana puso como mi hermano y que nos ha dejado en casa indefinidamente, se puso a subirse y a tirarse de un sillón. Yo aprecio a los animales pero también digo una cosa, a mí me dejas un día de agosto en una casa de la sierra, lloviendo, con dos perros y mi santo, y abro el cajón de mi escritorio, saco un revólver, le pego un tiro al perro y empezamos a quitarnos de problemas. En un día de estos de invierno en pleno agosto las criaturas tenemos eximente porque se nos pone la cabeza que tendemos al asesinato múltiple. Ahí no quedaba la cosa. Del salón venía la música que estaba escuchando mi santo, El Cuarteto para el Fin de los Tiempos, de Messiaen, que lo compuso el hombre en un campo de concentración (más o menos el tipo de campo en el que yo me siento ahora, con perdón). No es por criticar a mi santo, no discuto que dicho Cuarteto no sea una obra excelsa, pero digamos que, mientras se oyen truenos, cae el agua por los canelones, como diría Evelio, Lolo se tira de un sillón y Chiquitín llora, porque le dan miedo las tormentas, no es el momento propicio.

Pero aún queda lo peor. Cogí el teléfono para combatir la locura transitoria charlando con una amiga, la que se ha líado con mi amigo impotente porque mi amiga dice que en la actualidad no se puede despreciar a un heterosexual aunque te venga con defectos de fábrica, y ambos mantienen una excelente relación sexual con un pene de látex de última generación que se han comprado y que, según mi amiga, es estupendo, porque funciona por electricidad pero se le pueden poner pilas y te permite más libertad de movimientos si, por ejemplo, te gusta el montañismo. Hablando de movimientos, tiene distintas velocidades, y eso siempre gusta. Total, que cojo el teléfono para hablar con esa pareja que está viviendo su luna de miel y que no funcionaba dicho teléfono. Me levanté de mi escritorio pensando así en abstracto en la mejor manera de suicidarme. Miré por la ventana y vi el manzano. Es que es un manzano del que no te puedes ni ahorcar. Vamos, yo me pongo una soga al cuello y me ato a dicho manzano y, ¿qué parezco? Pues una perra atada a un palo.

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