Entrevista:Álvaro Pombo | EN BUSCA DE OTRAS VIDAS

'Hay un punto de desvergüenza en el interés por las biografías'

Una y otra vez, Álvaro Pombo se hace la misma pregunta. ¿Cómo pudo Rimbaud escaparse de sí mismo tantas veces? Y la respuesta sigue sin aparecer mientras por sus manos siguen pasando biografías del precoz poeta francés que vivió en perpetua reinvención. Entonces, el escritor santanderino (1939), envuelto en la luz ambarina del sol de la tarde en su sala de estar madrileña, se reacomoda en el sillón sin poder liberarse del interés por el autor de Una temporada en el infierno.

No es la primera vez que Pombo sigue los pasos de algún personaje famoso. Una manera ideal de viajar para ...

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Una y otra vez, Álvaro Pombo se hace la misma pregunta. ¿Cómo pudo Rimbaud escaparse de sí mismo tantas veces? Y la respuesta sigue sin aparecer mientras por sus manos siguen pasando biografías del precoz poeta francés que vivió en perpetua reinvención. Entonces, el escritor santanderino (1939), envuelto en la luz ambarina del sol de la tarde en su sala de estar madrileña, se reacomoda en el sillón sin poder liberarse del interés por el autor de Una temporada en el infierno.

No es la primera vez que Pombo sigue los pasos de algún personaje famoso. Una manera ideal de viajar para alguien que sale poco y que no lleva muy bien que el mundo entre en su vida como un torrente. Eso le permite apreciar lo que ocurre puertas afuera desde un ángulo más meditativo, herencia de sus estudios de filosofía pura. Por eso sus teorías sobre el género biográfico fluyen rápidas, se remansan, se bifurcan y vuelven a su cauce con más vehemencia. Sin escatimar recursos. Con las manos que siguen el ritmo de sus palabras o levantándose del sillón para coger algún libro de la biblioteca y recitar con voz solemne algunos versos.

'Contrario a su objetivo, el catolicismo y la dictadura tienen que ver con el interés por la biografía'

PREGUNTA. Usted es uno de los escritores españoles que más rastros de su vida deja en los libros.

RESPUESTA. En mis novelas, los personajes se analizan a sí mismos... Salvo en mi última novela, El cielo raso, donde cuento cosas de mi iniciación homosexual. Yo he hablado muchísimo de mí mismo en mis obras, pero usándome como material para la invención del Yo y de los otros yoes de las novelas. Así como hay autores que hablan de mundos exteriores yo siempre he contado un mundo interior. Ahora escribo sobre la revolución mexicana desde las vivencias de un cura y una mujer que va allí. De dentro hacia afuera.

P. Como la biografía que escribió en 1996 de san Francisco de Asís.

R. Con un subtítulo que decía Una paráfrasis. Era una declaración metodológica sobre cómo hacer una biografía. Evitaba que se encuadrara en ese 'Yo san Francisco', o 'Yo quien fuera'. Quería mantener la distancia escénica, distancia entre biografiado y biógrafo. Primero por la distancia del tiempo y segundo porque yo no tengo gran fe en el Yo que asume el autor cuando escribe sobre alguien. Arthur Rimbaud, sobre quien ahora leo mucho, decía eso tan maravilloso de 'Yo es otro'. Eso podría servir como inspiración para quienes escriben biografías en primera persona. Pero, por otro lado, es complicado porque significa que el Yo se descompone en otros que lo ven. Lo que hice fue un san Francisco desde las miradas de quienes lo rodeaban y eso da lugar a un perfil biográfico poderoso.

P. En España no ha habido tradición ni de autores ni de lectores de biografías. Hace un par de años, Jorge Herralde recordaba que se debía a la incultura generalizada de este 'país de cabreros' al que aludió Gil de Biedma.

R. ¡No creo que seamos cabreros! Los otros países no son tan finos tampoco. España ha cambiado mucho.

P. Pero, ¿por qué esa falta de interés por el género?

R. ...Uhmmm. Mi teoría es que tiene que ver con el catolicismo. Una religión donde el examen de conciencia se hace en soledad. La estructura de la confesión auricular determina que hay un mediador entre Dios y el confesado. Donde el confesor se convierte en el receptor de la biografía. Por tanto, la vida no es pública. Eso quiere decir que no somos un país de cabreros, sino un país de confesores. En la confesión, el sujeto narrador dejaba la historia de su vida en manos del confesor. Al final venía el 'Yo te absuelvo de tus pecados'. Y eso no da lugar a esa introspección a que pueden llevar los diarios íntimos, por ejemplo, y el género de la subjetividad. Aunque creo que el exceso de autoexamen conduce a una literatura empobrecida. Al desaparecer la vigencia y el peso del catolicismo, la gente se ha liberado y el sujeto se ha ido quedando más solo.

P. De ahí el interés por las vidas ajenas.

R. Sí, pero también tiene que ver con una especie de escepticismo. Uno lee las biografías en busca de una cierta clase de verdad. No hay que olvidar los cuarenta años con Franco en los que no había que buscar la verdad porque nos la daban. Todo estaba un poco hecho. Después de 1975, la gente ha empezando a preguntarse por la verdad. La búsqueda de verdades a nivel individual tiene que ver también con la fragmentación de los sistemas. Yo no quiero que me cuentes las grandes verdades que dijo Lenin, yo lo que quiero saber es cómo era Lenin. O como decía Ortega y Gasset: 'Quien quiera enseñarme una verdad que no me la diga, que me ponga en condiciones de encontrarla'. Hay una especie de indagación del Yo. Al final, el catolicismo y la dictadura tienen que ver con el interés por la biografía en España.

P. ¿También ayuda que el género se ha reinventado un poco? Ahora todo es más novelado.

R. Puede ser otro factor. Aunque no soy partidario de los híbridos de ficción y realidad porque la ficción termina absorbiéndolo todo. Hay que tener cuidado. Nadie puede ni debe fiarse del todo de esas biografías noveladas u obras donde el autor deja relatos de su vida.

P. ¿Tan negativa es la fórmula?

R. No sé si es bueno o malo que se hagan ahora más biografías así. Lo que no está bien es que los escritores hablen demasiado de sí mismos porque acaban volviéndose imbéciles. Pavos reales...

P. También hay cada vez más entrevistas.

R. Sin duda hay un interés biográfico por parte de la prensa. No recuerdo tal profusión de entrevistas a toda clase de personajes. Y en el caso de los escritores es posible que los haya inducido a pensar en escribir acerca de sí mismos. Creo que sienten o les parece que hay una gran curiosidad por saber acerca de sus vidas. Por ejemplo, en Cela: Un cadáver exquisito, Francisco Umbral cuenta la relación personal con Cela, con el último Cela, el de Puerta de Hierro, el del Nobel monolítico. Y eso se lee con morbo. Es que existe un punto de desvergüenza en el interés por las biografías.

P. La curiosidad por saber en qué momento de la vida del personaje se cruza ese futuro que lo va a llevar a ser lo que al final será y por lo cual nos interesamos en él.

R. ¡Claro! Y además queremos ver la clave... Uhmmm. Deseamos ser testigos de ese cruce de líneas independientes que produce la sorpresa y cuyo choque impensado y absurdo, a veces, da como resultado aquello que se llama 'esto es'.

P. ¿Es usted partidario de la autobiografía?

R. Uno enuncia sus sentimientos y sus manías en términos de deber. Es muy curioso, pero no se debe contar la propia vida... Aunque lo que digo es una cosa ridícula. ¿Cómo que no se debe contar la propia vida? Quien quiera, que la cuente, ¿no? Lo que sucede es que pienso en la imposibilidad de cazarse, de atrapar ese yo que se escapa infinitamente. Como si me quisiera ver durmiendo. Es un punto un poco narciso. Es forzar la capacidad de reflexibilidad que el alma tiene y eso produce más malestar que otra cosa.

(Entonces se levanta del sillón para ir hasta una pequeña biblioteca, con puertas de cristal, llena de libros. Todos de su autoría: El héroe de las mansardas de Mansard, Los delitos insignificantes, El metro de platino iridiado, Donde las mujeres... (todos en Anagrama). La abre y coge uno. 'Es Protocolos, mi primer libro de poemas' (reeditado en Lumen), dice, mientras vuelve al sillón recitando el primero de ellos: 'Aña hice caca / Nene de nobis ipsis silemus', que termina con la frase clásica que, agrega, quiere decir algo a sí como 'callemos acerca de nosotros mismos').

P. ¿Qué biografías le han gustado más?

R. La ceremonia del adiós, de Simone de Beauvoir, que cuenta los últimos 10 años de Sartre. Ahí tuve una experiencia muy intensa porque eran dos personajes que me habían interesado mucho toda mi vida. Otra biografía que me ha producido extraordinaria agitación, y de la que se ha hecho una película, es la de Iris Murdoch, que escribió John Bayley, su esposo. También está la oficial escrita por Peter Conradi, I M la vida. Ambos personajes se parecen porque tanto Sartre como Iris tienen un proceso degenerativo al final de sus vidas. Es muy terrible.

P. ¿Esas biografías cambiaron en algo su opinión sobre los personajes?

R. Las biografías pueden hacer que uno cambie de opinión sobre los personajes. Y en este caso, como yo soy muy angelical, me ha costado trabajo reconocer que Sartre era un hijo de puta. Lo admiro mucho, pero era un cabrón. Hacía unas cosas con la gente tremendas. Eso no quita que reconozca aún su finura y su visión en las obras. Pero por otra parte traicionaba a la gente y eso a mí me complica mucho porque era muy desleal.

P. ¿Logra aislarse de todo eso?

R. No, no muy bien. Simone de Beauvoir decía que al final de su vida se sentía decepcionada, pero ella también se acostaba con otros. Y usted no sabe hasta qué punto a mí me pueden complicar esas cosas. No por la idea de pecado, sino por que la infidelidad es uno de los aspectos que más me pueden liar. También es que yo soy monógamo, monoándrico, ¡posiblemente nada! Quiero decir que la persona menos indicada para hablar de ésto soy yo. Es que soy una versión masculina de Jane Austen, supongo.

P. ¿Hay algún límite al contar las vidas de otros?

R. Como en el caso de Iris y Sartre, me pregunto: ¿no son las enfermedades algo demasiado íntimo? Las enfermedades son absolutamente nuestras. El problema no es contar los achaques propios, sino los de la otra persona.

P. Ahora está inmerso en Rimbaud.

R. Lo estoy leyendo mucho y no estoy entendiendo lo que le pasó. ¿Por qué de pronto escribe grandes poemas y lo deja todo? Da la impresión de que perseguía su autodestrucción. Lo que es notable es que pronto se escapa de sí mismo. ¿Cómo lo puede hacer?

P. Una huida de sí mismo en busca de sí mismo.

R. No lo entiendo bien. Cree que se puede acceder a estratos más expresivos de la personalidad desarreglando los sentidos, desarreglando la percepción normal de las cosas y alcanza logros expresivos notables. ¿Cómo pudo escaparse de sí mismo tantas veces? Y lo cierto es que comparado con Verlaine nos parece más verdadero. Verlaine parece más convencional; más cobarde; más previsible.

P. Rimbaud le decía que sólo con él sería libre. También escribió en una carta a Demeny que su dominio del arte de la calma no era muy grande.

R. Lo que realmente le esperaba a Rimbaud si hubiese hecho la vida de los literatos de la época era vivir en París aburguesado y con 40 años en la Academia Francesa. Era algo que no podía soportar. La idea de ahora esto y así para siempre jamás le producía terror. Le parecía que era una plasta todo aquello; y no le faltaba razón. Es que los poetas malditos son muy risibles. Esa vida de bohemia fácil que en realidad era medio burguesa produce horror. Hay una especie de dinamismo en Rimbaud cuando lo contemplamos que se nos ocurre imitarlo, mandando a la mierda toda esta especie de autocomplacencia.

(Y termina la frase siguiendo con la mirada a su gato que se da un paseo por encima de los libros que tiene regados en el suelo, entre los que destacan los de Rimbaud, desde la clásica biografía de Enid Starkie hasta la de Pierre Michon).

P. Ha dicho que T. S. Eliot es para usted más un maestro espiritual que un maestro literario.

R. Él pasa del mundo fragmentado de La canción de amor de Prufrock a una especie de deseo de integración que yo también tengo en busca de una unidad de sentido y significación. La sensación de que hay algo que hacer. Eliot era un tímido.

P. Precisamente usted escribió que fue a los 17 años cuando leyó por primera vez La canción de amor de Prufrock y le pareció desvergonzado y magnífico que llamara Canción de amor a ese poema.

R. ¡Claro! Es que a mí me parecía tan frío aquello. Poder escribir así me parecía maravilloso. Poder sentir otras cosas pero contarlo así. Porque el amor es esa cosa tierna, llorosa, buuuhh... Un mareo. El amor es un mareo. Las llamadas, la espera... En cambio, poder saltar por encima de esas contingencias, y contarlo de ese modo distanciado, pero sin embargo verdadero, es fascinante.

P. Uno de los libros de la próxima temporada es el primer tomo de las memorias de Gabriel García Márquez, cuyo epígrafe dice: 'La vida no es lo que sucedió sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda'.

R. No tiene razón García Márquez. Claramente. Eso Freud no lo aceptaría nunca, porque si resulta que yo investigo en su conciencia descubro muchas cosas y recuerdos que ocultamos. Creo que acerca de nosotros mismos hay más datos de los que retenemos.

P. Sin embargo, usted contó en 1989, en el artículo Refrescar la memoria, que un día se encontró frente a 'un profundo e íntimo escándalo' porque la realidad le mostró que un recuerdo suyo estaba falseado. Era el color de la bahía de Santander, y al final decidió quedarse con el que tenía en la memoria.

R. ...Uhmmm ¿Resulta que ahora yo he dicho lo mismo que va a decir o ha dicho García Márquez? ¿Entonces por qué yo cuando he escuchado la frase he reaccionado con un '¡no, no, no!'? ¿Cómo puede ser?... Porque hay un severo censor dentro de mí junto a un narrador y escritor; un personaje preocupado por la verdad objetiva. Lo que se descubre es que ese 'íntimo escándalo' sigue presente y a mí me sigue escandalizando la imposibilidad de la objetividad. Tengo una especie de científico frustrado o de dogmatista frustrado. Un moralista frustrado posiblemente. Es que aquello que dice que 'el acontecimiento no tiene entidad ninguna y sólo son lo que se recuerda de ellos', me puede poner a cien, aunque lo estoy diciendo yo en parte.

P. ¿Se animará un día a escribir sus memorias o su autobiografía?

R. ¡Pues no! No me gusta nada. Aborrezco hablar de mí en primera persona. Creo que no se puede. No creo que las escriba nunca. Entre otras cosas porque temo la falsificación de la mirada del Yo dirigida hacia uno mismo. Porque cuando el Yo se dirige a sí mismo puede ocurrir que no se pueda ver. Me parece que hay que mirar entornadamente. El que quiera conocerse tiene que desconocerse. Debe haber un desprendimiento para ir en busca de sí mismo. De joven era muy introspectivo, y el tema que más me interesaba era la búsqueda de uno mismo. Y he acabado por detestar esa búsqueda y por creer que da igual. Ya saldrá. He acabado encontrando la paz en no buscarme de ninguna manera.

Álvaro Pombo, durante la entrevista en su casa de Madrid. Recopila en 'Alrededores', su último libro, retratos de personajes conocidos.GORKA LEJARCEGI

BIBLIOGRAFÍA

Vida de San Francisco de Asís. Una paráfrasis. Álvaro Pombo

(Planeta).

La ceremonia del adiós. Simone de Beauvoir (Edhasa).

La ceremonia del adiós, seguido de conversaciones con Jean-Paul Sartre: agosto-septiembre 1974. Simone de Beauvoir (Edhasa).

Elegía a Iris. John Bayley (Alianza).

Iris y sus amigos. John Bayley

(Alianza).

Memorias de una joven formal.

Simone de

Beauvoir. Simone de Beauvoir

(Edhasa/Salvat).

Arthur Rimbaud. Enid Starkie (Siruela).

Rimbaud el hijo. Pierre Michon

(Anagrama).

Rimbaud. Graham Robb (Tusquets).

Emily Jane Brontë: todavía el misterio. Óscar Arnedillo Martín (OAM).

Marguerite

Duras. Laure Adler (Anagrama).

Conversaciones con Kafka. Gustav Janouch (Destino).

La Praga de

Kafka. Klaus Wagenbach (Península).

Franz Kafka: imágenes de su vida. Klaus Wagenbach (Galaxia Gutenberg).

Pier Paolo

Pasolini. Silvestre Mariniello (Cátedra).

Cela: un cadáver exquisito. Francisco Umbral (Planeta).

Proust. Edmund White (Mondadori).

Marcel Proust. Ghislain de Diesbach (Anagrama).

Foucault. Didier Eribon (Anagrama).

Las vidas de

Michel Foucault. David Macey

(Cátedra).

El hilo que une a Pasolini con Rimbaud

EL ÚLTIMO libro de Álvaro Pombo es Alrededores (Anagrama), que recopila artículos y perfiles, o galería de retratos, sobre autores y personajes conocidos que escribió para varios periódicos.

P. Usted escribió de Pasolini.

R. ¡Ay, ay! Bueno, atención: hubo una época fuerte de identificación con Pasolini, pero me hubiera sacado de quicio si lo hubiera conocido.

P. El perfil lo escribió tras su muerte. Dijo que hay personajes, como él, 'en el que la posibilidad de perder la vida es tan vital y tan poderosa como el deseo de retenerla y perpetuarla'.

R. El Señor da a cada cual su propia muerte. Luego supe que él había dicho que quería una muerte así, a manos de un joven guapísimo. Hay algo salvaje en todo ello. Murió como había vivido.

P. También admira a Emily Brontë, ¿cómo es posible que escribiera de sentimientos que al parecer no conoció, pero que transmite magistralmente en Cumbres borrascosas?

R. Pero sí las vivió de un modo especial. Murió joven, pero creó un imaginario. Hay una posibilidad de vivir irrealmente. Vivió en la ensoñación de que era esa persona que adoraba Heathcliff. Vivió la idea de que era una mujer salvaje. Vivió el deseo con sólo ver a aquellas mujeres de su pueblo cuyos faldones batía el viento.

P. El 'ser piloto' del que hablaba Marguerite Duras, según la biografía de Laure Adler.

R. Lo que quería decir es que hay un punto óptimo para ver las cosas y otro para hacer ese click de la fotografía. Es posible que estemos continuamente desenfocados y desenfocándonos unos a otros. Tenemos un bloque enorme de sentimientos que el escritor debe desglozar en partes chiquitinas, frase por frase y en una sola dimensión. Entonces la cantidad de experiencia física real que un autor necesita es pequeñísima. Por eso, cuando me hablan de esos escritores que recorren el mundo y que hacen toda clase de cosas, digo... Por ejemplo, esta parte mía de no ligar es parte esencial de mi capacidad de contar cosas. Si ligara no escribiría.

P. Kafka tampoco salía mucho.

R. Kafka no se quería casar porque consideraba que para escribir tenía que estar en una cueva oscura, con una mesa, una silla, un papel y un lápiz. Y todo eso al fondo de un largo pasillo. No podía soportar que entrara demasiada vida junta.

P. ¿Y Marcel Proust?

R. Proust no podía con casi nada.

P. Michel Foucault le interesa.

R. Anunció la muerte del sujeto y su biografía es todo menos eso.

P. Y, claro, Rimbaud.

R. Lo que él no pudo soportar fue ser escritor. Es que ser escritor es una especie de disminución de la vida. Una crítica se puede hacer a los autores, como aquello que cantaba Julio Iglesias, 'me olvide de vivir'. Pero sin llegar a ese extremo de cursilería.

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