Columna

Agenda privada

'Tener agenda privada' (To have a private agenda): la frase, de acuñación creo que relativamente reciente, se ha hecho muy popular en el inglés de ambos lados del Atlántico. Y me atrevo a pronosticar que pronto tendrá carta de naturaleza también aquí, donde la invasión de voces, giros y locuciones de origen anglosajón ni para ni, por lo visto, parará. Agenda privada. El feliz hallazgo empezó a circular en alusión a los motivos ocultos, disfrazados y a veces inconfesables de la clase política ('La agenda privada de los norteamericanos es conseguir una hegemonía mundial sea como sea,' etc...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

'Tener agenda privada' (To have a private agenda): la frase, de acuñación creo que relativamente reciente, se ha hecho muy popular en el inglés de ambos lados del Atlántico. Y me atrevo a pronosticar que pronto tendrá carta de naturaleza también aquí, donde la invasión de voces, giros y locuciones de origen anglosajón ni para ni, por lo visto, parará. Agenda privada. El feliz hallazgo empezó a circular en alusión a los motivos ocultos, disfrazados y a veces inconfesables de la clase política ('La agenda privada de los norteamericanos es conseguir una hegemonía mundial sea como sea,' etcétera.). Y ahora su uso se ha extendido para indicar que todos los seres humanos solemos ser impulsados por móviles, ambiciones, codicias y demás causas que normalmente nos negamos tajantemente a declarar, como si de mercancía clandestina se tratara.

Agenda privada. Formulación útil, y que puede dar mucho juego. ¿Cuál es la tuya? ¿Cuál la mía? ¿Qué es lo que realmente nos motiva, y que tan metódicamente callamos? Dime lo que quieres, lo que deseas, y te diré quién eres. Unamuno, en el ensayo titulado Soledad, se imagina una nueva edad del espíritu humano en la cual sólo se considerará malo el no reconocer la verdad de los sentimientos, por aparente o realmente vergonzosos o reprobables que sean éstos. Aquel día, según el gran removedor de conciencias vasco, los hombres descubriremos que no somos tan malos como creíamos, sentiremos piedad los unos de los otros, nos perdonaremos y perdonaremos a todos los demás. No está mal. El mayor pecado es callar lo que de verdad sentimos.

Este fin de semana he tenido dos razones especiales para meditar sobre la tendencia humana a no dar voz a sus sentimientos más ocultos.

En primer lugar, la espantosa tragedia de las niñas inglesas. Mientras escribo, el domingo por la noche, todavía no sabemos los motivos del crimen Si los responsables son la pareja que ha sido detenida, y así parece, ¿cómo se explica la locura de emprender lo que en un principio, cabe pensarlo, fue un rapto sin premeditación de asesinato? ¿Cuál ha sido la verdadera historia de estas dos personas, y qué terrible odio, resentimiento u otra espina almacenaban en su alma para luego ser capaces de hacer lo que han hecho? ¿Qué agenda privada tenían? Tal vez a lo largo de los próximos días tendremos algunas respuestas, o inicios de respuesta, a tales preguntas.

El segundo caso tiene que ver con Franco. Mientras asistía esta mañana a la inauguración oficial de las obras llevadas a cabo en el barranco de Víznar -acto sencillo, de honda emotividad-, y al contemplar una vez más aquella hondonada debajo de la cual yacen centenares de cuerpos, recordé de repente lo que Franco le dijo al periodista norteamericano Jay Allen en África, poco antes de dar el salto a la Península. Allen, gran conocedor de la España de entonces, y reportero fiable, le preguntó al general rebelde si estaba dispuesto a matar a muchos compatriotas para salirse con la suya. Y Franco le contestó: 'Si hace falta, mataré a media España'. Por una vez el futuro dictador exteriorizó lo que realmente sentía. Dios nos libre de las agendas privadas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En