Editorial:

Cosecha de medallas

El atletismo español vive un periodo de esplendor, como se ha visto en los Campeonatos de Europa, donde la cosecha de medallas ha sido espectacular. Por optimistas que fueran las previsiones, resultaba difícil pensar en un éxito de este calibre. España ha conseguido 15 medallas, 6 más que en Helsinki 94, donde se consagró una gran generación de fondistas y maratonianos. Desde entonces la progresión ha sido constante, con el valor añadido de una versatilidad desconocida hasta ahora.

Algo quieren decir los excelentes resultados que se han obtenido en disciplinas de escasa tradición en nue...

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El atletismo español vive un periodo de esplendor, como se ha visto en los Campeonatos de Europa, donde la cosecha de medallas ha sido espectacular. Por optimistas que fueran las previsiones, resultaba difícil pensar en un éxito de este calibre. España ha conseguido 15 medallas, 6 más que en Helsinki 94, donde se consagró una gran generación de fondistas y maratonianos. Desde entonces la progresión ha sido constante, con el valor añadido de una versatilidad desconocida hasta ahora.

Algo quieren decir los excelentes resultados que se han obtenido en disciplinas de escasa tradición en nuestro país, como los lanzamientos, donde Manolo Martínez y Mario Pestano figuran entre los mejores del mundo. Pero quizás el aspecto más notable ha sido la contribución de las atletas a este éxito indiscutible. Desde los Juegos Olímpicos de Barcelona, el deporte español debe un altísimo porcentaje de su creciente prestigio a las mujeres, síntoma de un necesario equilibrio que sólo ha sido posible en los últimos años, en la línea de un país que pretende superar viejas lacras desintegradoras.

Este atletismo de amplio espectro trasluce un trabajo bien hecho por parte de la federación. Es cierto que la cosecha es fruto en gran medida de una generación de atletas, jóvenes casi todos, pero no se puede hablar de un triunfo imprevisto o espontáneo. España es una potencia tradicional en las categorías más jóvenes, y no resulta extraño que la mayoría de los medallistas en Munich fueran atletas de gran proyección internacional en su etapa juvenil. Ese mérito, y el del cuidadoso salto a las categorías superiores, puede atribuirse a una precisa política de detección de talentos, al excelente trabajo de los entrenadores españoles y a la amplia infraestructura de instalaciones que se ha desplegado en todas las autonomías.

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No debe rebajarse la valoración por el carácter continental del campeonato. La medida del deporte español debe relacionarse con su ámbito geográfico, y es aquí donde se aprecia el excelente resultado obtenido en Munich. Las medallas sirven, en buen medida, para observar el estado de salud del deporte de alta competición. Las 15 obtenidas colocan a España en el tercer puesto de Europa. Que sea en atletismo, el deporte básico por excelencia, es un motivo añadido de satisfacción.

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